El Auge de la Reparación Oculta el Desastre Climático
La Época Dorada del Chaparrón: Por Qué Reparar Inundaciones es el Nuevo Oro
¿Vieron esa proyección? ¡Cincuenta y cinco mil millones de dólares estimados para el mercado de restauración de daños por inundación! ¡Cincuenta y cinco mil millones! Eso no es un auge; es el sonido del planeta suspirando bajo el peso de nuestra estupidez colectiva, pero ahora monetizada. Estamos viendo cómo la infraestructura esencial se derrumba bajo patrones climáticos predecibles, ¿y en lugar de arreglar la fuente del problema, celebramos a los carroñeros que limpian el desastre? ¿No es esa la actitud típica de nosotros? Construimos barato, ignoramos la ciencia y luego pagamos fortunas para que alguien, quizás un tal SERVPRO—o alguna compañía similar—saque agua de nuestro yeso subvencionado. Hablando de ponerle una curita a un géiser que está a punto de explotar.
Nostalgia Climática y Capitalización del Desastre
¿Qué significa realmente que el Pacífico Noroeste, una región históricamente conocida por su calma húmeda, de repente esté generando una ‘demanda sin precedentes’? Significa que el punto de referencia se ha movido, amigos. Ya no hablamos de accidentes extraños; estamos hablando de la nueva normalidad, metida en cada tabla actuarial de seguros, probablemente mientras el director ejecutivo bebe un café artesanal. Estas empresas de restauración no son innovadoras; son parásitos que se alimentan de la decadencia ambiental, aunque sean necesarias. Llegan con sus deshumidificadores y químicos especializados, pareciendo héroes cuando en realidad son solo comerciantes de desastres altamente eficientes. ¿Por qué aplaudimos el síntoma en lugar de gritar por la causa raíz? No tiene sentido.
SERVPRO de Fort Pierce NE, por ejemplo, presumiendo de ‘Servicios rápidos y certificados de restauración de daños por agua’. ¡Rápido! Claro que son rápidos. El tiempo es oro cuando las esporas de moho están de fiesta en tu ático, y cada hora que esperas son otros mil dólares que se suman a la reclamación que alguien, en algún lugar, eventualmente tendrá que pagar. ¿Son estos servicios realmente ‘certificados’ cuando el problema subyacente—el ciclo hidrológico cada vez más agresivo—no está siendo certificado como solucionado? Lo dudo mucho. Todo son apariencias y despliegue rápido para mantener calladas las demandas hasta que pase la próxima tormenta.
El Giro en La Pequeña Habana: Urbanismo Contra Inundación
Ahora, miren a Flood Recovery expandiéndose a La Pequeña Habana. Miami, claro, Miami. Una ciudad construida sobre arena y soberbia, a una marea alta de convertirse en la prima menos encantadora de Venecia. Están abriendo una oficina nueva ahí. Esto no es expansión estratégica; es el reconocimiento de que los hundimientos y el aumento del nivel del mar no son solo amenazas futuras; son corrientes activos de ingresos que requieren gestión local dedicada. Es un hito sombrío. Sugiere que los modelos de evaluación de riesgos utilizados por desarrolladores y planificadores urbanos eran basura desde el principio, y ahora las cuadrillas de limpieza se están moviendo para asegurar bienes raíces privilegiados en la inevitable zona de catástrofe. Es la prueba definitiva de que nadie aprendió ni un solo condenado lección de Katrina o Sandy. Solo nos hicimos mejores secando el desorden después. ¿Quién gana? Definitivamente no el propietario que pierde chatarra sentimental irremplazable. Reciben un cheque, siempre y cuando el ajustador no encuentre alguna laguna para alegar que la alfombra ya estaba ligeramente manchada.
Necesitamos desglosar esa cifra de $55 mil millones porque no es solo ingreso para estas firmas de restauración. Es una transferencia masiva de riqueza desde el pozo general de activos asegurados (es decir, usted y yo) directamente a manos de contratistas especializados que operan solo porque la sociedad ha fallado en la administración ambiental básica. Esta industria existe en un estado de estímulo artificial permanente, dependiendo de que las cosas empeoren, no mejoren. Piensen en ese ciclo de dependencia. Si de repente promulgáramos políticas de mitigación climática drásticas y efectivas, estas empresas se encogerían de la noche a la mañana. ¿Es por eso que no vemos una presión política fuerte para resolver la causa raíz? ¿Porque los que limpian los destrozos se han vuelto demasiado grandes para quebrar, demasiado entrelazados con las propias estrategias de mitigación de riesgos de las aseguradoras? Creo que sí.
Siempre escuchamos sobre la IA optimizando cadenas de suministro y el blockchain asegurando transacciones. Fantástico. Mientras tanto, nuestras ciudades costeras se están convirtiendo en pantanos, y la industria con mayor crecimiento son las aspiradoras industriales de agua y la espuma encapsulante de moho. Es vergonzoso, francamente. ¿Por qué no exigimos que el sector de la construcción sea considerado responsable por construir en zonas de inundación conocidas sin ingeniería adecuada y a prueba de futuro? Porque el presupuesto de cabildeo para ‘permitir el desarrollo continuo’ probablemente es mayor que el presupuesto anual total de la SEMARNAT. Es una pesadilla autopercpetuante vestida de actividad económica. ¿A poco creen que los ingenieros y los contratistas van a querer frenar la mina de oro que es reparar la chapuza inicial?
Miro estos titulares—la expansión, las proyecciones de mercado—y no veo éxito. Veo fracaso, bien empaquetado y listo para facturar. Cada pie cuadrado secado por un deshumidificador financiado por este botín de $55 mil millones representa un pie cuadrado que nunca debió mojarse en primer lugar. Es el símbolo máximo de la sociedad tecnológica moderna: nos hemos vuelto increíblemente buenos limpiando nuestros propios desastres, pero absolutamente pésimos en no causarlos. ¿No estamos esperando ya el próximo evento de $10 mil millones? Viene, créanme. Es hora de que todos los demás se pongan al día con esa dura realidad. El escéptico en mí solo niega con la cabeza ante la absoluta falta de previsión preventiva que se exhibe. Estamos esperando el próximo desastre natural para llenar las carteras de los ‘restauradores’. ¡Qué barbaridad!

Foto de makabera on Pixabay.





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