El Caos de Tulsa King: El Show de Stallone Sin Rumbo
A ver, ¿el ‘Rey’ se quedó sin corona y el reino se cae a pedazos?
Vamos a aclarar las cosas. La gallina de los huevos de oro de Paramount, esa serie que de alguna manera logró que Oklahoma pareciera un lugar interesante, el vehículo para el glorioso y balbuceante regreso de Sylvester Stallone a la mafia… ¿entra a su cuarta temporada sin un showrunner? ¿En el set? O sea, donde se hace la serie. Y los medios lo reportan como si fuera cualquier cosa. Qué belleza. De verdad, es poesía. Tienes a una estrella de cine nivel leyenda, un tipo que no es precisamente conocido por ser dócil y dejarse llevar, y el genio creativo detrás de todo este circo está tan ocupado jugando al vaquero millonario en sus otras series que no puede molestarse en dirigir el changarro que él mismo montó. Porque claro, nada grita ‘confianza en tu proyecto’ como dejar que los locos se encarguen del manicomio. Para nada.
Pero esto no es un simple problema de agenda, ¿o sí? Claro que no. Este es el resultado lógico de la maquiladora de contenido de Taylor Sheridan, una granja industrial de televisión que prefiere la cantidad sobre, bueno, tener una estructura de liderazgo que funcione. Sheridan ya no es un guionista; es una marca. Es el nombre que le pegan al póster para que suelten el billete, un chamán vaquero y místico que le susurra ideas a la brisa y reza para que un equipo competente las atrape. Tiene más series que sombreros, y por fin, de la forma más cómica posible, la factura le está llegando. Y Stallone está atrapado justo en medio. Pobre hombre. Qué oso.
¿Taylor Sheridan sigue siendo una persona real? ¿O ya es nomás un logotipo?
Lo pregunto en serio. ¿Acaso aprueba los guiones con palomas mensajeras desde su rancho texano de chorrocientos millones de dólares? El tipo aparece como creador o productor en aproximadamente cuatro mil series. Tenemos Yellowstone, 1883, 1923, y seguro ya viene la 2023, Mayor of Kingstown, Special Ops: Lioness, Land Man… la lista sigue y sigue hasta el fin del universo. Y ahora Tulsa King, la que tiene al mismísimo Rocky Balboa, queda a la deriva. Es el modelo de negocio perfecto para el gandalla moderno: crea un universo, amarra a una estrella gigante y luego aplícales un ‘ghosting’ cuando llega la hora de la chamba de verdad. Es brillante, de una forma muy cínica y muy capitalista. Se pasaron de lanza.
Porque quieren que creas que esto es normal. Que un showrunner, la persona que es el general en jefe creativo y logístico de una producción millonaria, es un extra opcional. Un lujo. Como los quemacocos en un coche. Pero cualquiera que sepa un poquito de cómo se hace la televisión sabe que eso es una payasada monumental. Sin un showrunner en el set, ¿quién resuelve las broncas creativas? ¿Quién endereza el barco cuando un actor tiene una ‘idea genial’? ¿Quién se asegura de que el tono no brinque de drama de mafiosos a comedia de pastelazo entre una escena y otra? La premisa de la serie ya es un alambre flojo. Un mafioso de Nueva York de setenta y tantos años en Oklahoma. Ese concepto se puede ir al caño rapidísimo. Necesita a alguien con mano firme. En vez de eso, tiene una contestadora donde debería estar el jefe.
Y la gran solución es… ¿contratar a otra actriz? No pues, gracias.
Ah, y aquí viene el chiste. En medio de este hoyo negro de creatividad, la gran noticia es que contrataron a Gretchen Mol. Y que conste, es una actriz fantástica. Una profesional. Pero esto es como querer tapar el sol con un dedo. Es la clásica cortina de humo de Hollywood. ¡Miren, una cara nueva en el elenco! ¡No le hagan caso al hecho de que nadie está piloteando el avión! Añadir a otra actriz regular es echarle más crema a unos tacos que a lo mejor ya están echados a perder. Están solucionando un problema que no existe, mientras que el problemón gigante de ‘¿QUIÉN DIABLOS ESTÁ A CARGO?’ lo barren debajo de la alfombra. ¿Qué podría salir mal?
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¿Y qué significa esto para Stallone? Ponte en sus zapatos un segundo. Firmaste para este papel que es como un segundo aire en tu carrera, un personaje que te queda como anillo al dedo, y la serie es un trancazo. Perfecto. Pero tú eres un tipo que ha dirigido, escrito y producido sus propios éxitos de taquilla. No eres un simple actor que sigue órdenes. Ahora llegas a la cuarta temporada, listo para trabajar, y la silla del director está vacía. ¿De verdad creen que Sly se va a quedar sentadito en su camper esperando instrucciones que nunca llegarán? ¡Claro que no! Esta situación crea un vacío de poder, y si algo sabemos de la naturaleza y de Sylvester Stallone, es que ambos odian los vacíos. Él se va a meter. Tiene que hacerlo. Y ahí es cuando la cosa se va a poner buenísima. O desastrosa. O muy probablemente, las dos.
Prediciendo el glorioso desastre de la cuarta temporada
Juguemos a las adivinanzas. ¿Cómo se ve una cuarta temporada de Tulsa King sin nadie al volante? Dwight probablemente se convierte en el rey de verdad de Tulsa, lo eligen alcalde y resuelve todos los problemas de la ciudad con una serie de montajes con música rock ochentera de fondo. Porque, ¿por qué no? Sin una visión clara, una serie regresa a sus instintos más básicos, y el instinto básico de un proyecto de Stallone es que Stallone triunfe, de preferencia en cámara lenta. ¿Esa historia matizada del pez fuera del agua que Sheridan planteó al principio? Olvídala. Ya fue. Será reemplazada por Stallone en su estado más puro y sin cortar.
¿Y saben qué? Me apunto para ver eso. Esto ya no es un drama de televisión prestigioso. Es un experimento sociológico. Es lo que pasa cuando le das las llaves de un reino a un ícono querido y le dices ‘diviértete’. ¿Será buena? En el sentido estricto de la crítica, casi seguro que no. Pero, ¿será entretenida? Un absoluto, total e imperdible choque de trenes. Sin querer, crearon un reality show. ‘Las verdaderas amas de casa de las producciones olvidadas de Taylor Sheridan’.
Paramount+ está apostando todo su futuro al ‘Sheridan-verso’, y las consecuencias por fin están llegando. Construyó un imperio sobre una base de autenticidad, rudeza y un estilo ‘old-school’. Pero la realidad es que es otra maquila de contenido, vomitando productos sin parar. Tulsa King es la primera gran señal de que el sistema se está rompiendo. La marca está diluyendo al genio creativo que la construyó. Y está pasando en vivo, con una de las estrellas de cine más grandes del planeta atrapada en los escombros. Pásenme las palomitas. Este viaje va a estar lleno de baches, y nos vamos a reír bastante.






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