El Circo de los Raiders: Carroll es un Fraude Total

El Circo de los Raiders: Carroll es un Fraude Total

El Circo de los Raiders: Carroll es un Fraude Total

LA DEFINICIÓN DE LOCURA

Otro Coach, Otra Traición a la Afición

Vamos a llamar a esto por su nombre: un circo absoluto y total. Los Las Vegas Raiders, una franquicia que supuestamente se enorgullece de su “Compromiso con la Excelencia”, se ha convertido en una puerta giratoria de mediocridad, y la última vuelta es la más vomitiva de todas. Correr a Chip Kelly a media temporada no es una señal de liderazgo decisivo del head coach Pete Carroll; es el acto frenético y desesperado de un hombre que ve cómo se le viene el mundo encima y necesita un cuerpo que aventar a los lobos antes de que vengan por él. ¿Y a quién traen para arreglar este incendio de basurero? A Greg Olson. A GREG OLSON. Por tercera vez. La. Tercera. Vez. Esto no es la contratación de un coach; es un grito de auxilio de una directiva que se ha quedado completamente sin ideas, una admisión patética de que no tienen visión, ni plan, ni la más remota idea de cómo construir un equipo de fútbol americano ganador. Es una bofetada en la cara de cada aficionado que gasta el dinero que tanto le cuesta ganar en este equipo.

Patético.

La narrativa que nos intentan vender es que había una “falta de cohesión”, que Pete Carroll estaba “frustrado” con el sistema de Kelly. Traducción: Carroll, el viejo que se cree joven maravilla cuyo acto de porrista universitario ya está más desgastado que un chiste malo, no pudo soportar a un coordinador ofensivo con ideas propias. Pete quiere títeres, no socios. Quiere subordinados que ejecuten sus esquemas ofensivos anticuados, predecibles y totalmente ineficaces sin chistar. Chip Kelly, con todo y su equipaje universitario y sus propios fracasos pasados, al menos representaba un intento de algo diferente, una chispa de innovación que esta franquicia necesita desesperadamente. Pero el ego de Carroll no lo soportó. No pudo adaptarse. La “frustración” no era por perder partidos; era por perder el control del discurso. Kelly se convirtió en el chivo expiatorio perfecto para un fracaso de todo el equipo que empieza y termina en el escritorio del entrenador en jefe.

Nunca iba a funcionar. No puedes contratar a una mente creativa como Kelly y luego obligarlo a colorear dentro de las líneas de un libro de jugadas diseñado en 2010. Es como comprar un Ferrari y luego exigir que nunca pase de 50 kilómetros por hora porque te pone nervioso. La debacle contra los Browns no fue un problema de Chip Kelly; fue un problema de Pete Carroll. Fue un problema de construcción del equipo. Fue un problema de cultura. La ofensiva se veía desarticulada porque toda la organización está desarticulada, liderada por un coach cuya filosofía está fundamentalmente en desacuerdo con el talento que le han dado y la dirección que está tomando la NFL moderna. Despedir al coordinador ofensivo es simplemente reacomodar las sillas en la cubierta del Titanic mientras se hunde en el abismo de otra temporada perdida. Un chiste.

LOS FANTASMAS DEL FRACASO

Por Qué ‘Oly 3.0’ es la Bandera Blanca Definitiva

Traer de vuelta a Greg Olson no es solo una falta de inspiración; es un acto de profunda cobardía y negligencia organizacional. ¿Qué mensaje envía esto a la Nación Raider de México y del mundo? Dice que toda la red de los Raiders para encontrar talento de entrenadores consiste en el número de teléfono de un solo hombre guardado como “SALVAVIDAS DE EMERGENCIA”. Olson es la cobija de seguridad humana para una franquicia aterrorizada por lo desconocido. Ya vimos esta película dos veces, y sabemos cómo termina: con una ofensiva dolorosamente promedio, jugadas predecibles y otra búsqueda de coordinador ofensivo en uno o dos años. Lo llaman “Oly 3.0”, intentando venderlo como si fuera una actualización de software. No lo es. Es el equivalente a que tu computadora se trabe y tu única solución sea instalar Windows 98 de nuevo porque al menos te acuerdas de cómo funciona. Esto no es un paso adelante; es un salto desesperado a un pasado que nunca fue tan bueno para empezar. ¿Qué demostró exactamente Olson en sus dos primeras etapas que gritara: “Soy la respuesta a largo plazo para los problemas ofensivos de este equipo”? Nada. Absolutamente nada.

Esto es compadrazgo en su máxima expresión. Es el insidioso “club de Toby” de la NFL en acción. En lugar de hacer el trabajo duro —buscar en toda la liga a la próxima mente ofensiva brillante, buscar en el fútbol colegial a un verdadero innovador, o promover a un joven coach hambriento desde dentro— simplemente le llamaron al tipo que ya conocían. Es fácil. Es cómodo. Y es una receta garantizada para la misma temporada insípida de 7-10 u 8-9 que ha definido a este equipo durante años. Pete Carroll no quiere ser desafiado. Quiere a un tipo que conozca el sistema, que no agite las aguas y que, obedientemente, asuma la culpa cuando todo se desmorone inevitablemente otra vez. Greg Olson es el chivo expiatorio perfecto, un hombre que ya ha demostrado que está dispuesto a aceptar el trabajo, fracasar y volver por más. Es la encarnación de la aceptación de la mediocridad por parte de la organización.

Los aficionados deberían estar furiosos. Esta movida anuncia que el resto de la temporada es un caso perdido. Dice que la directiva está más preocupada por la estabilidad —incluso la estabilidad de perder— que por luchar realmente por la grandeza. La “Mística Raider” está muerta y enterrada, reemplazada por una cultura de fracaso cómodo. No están tratando de ganar un Super Bowl; solo están tratando de pasar la temporada sin más titulares vergonzosos, y ya fracasaron en eso. Esta contratación es una traición. Es una señal para los jugadores, los aficionados y toda la liga de que los Las Vegas Raiders no tienen ambición. Están contentos con simplemente existir, una franquicia de relleno en una liga llena de tiburones. Y los tiburones ya están dando vueltas.

EL PROBLEMA SE LLAMA CARROLL

El Verdadero Culpable Ocupa la Silla del Entrenador en Jefe

Dejémonos de rodeos. Chip Kelly fue un síntoma. Greg Olson es un curita. La enfermedad es Pete Carroll. Su gestión ha sido una clase magistral de cómo desmantelar la identidad de un equipo y no reemplazarla con nada. Llegó con promesas de una nueva cultura, una nueva era de disciplina y ejecución, ¿y qué ha entregado? Caos. Inconsistencia. Y un equipo que parece completamente perdido, desprovisto del fuego y la arrogancia que alguna vez definieron al plata y negro. Es el entrenador que no puede construir un cuerpo de entrenadores cohesivo, cuyas filosofías son tan rígidas que se hacen añicos a la primera señal de adversidad y cuyas decisiones durante el juego han sido, en el mejor de los casos, cuestionables. La falta de cohesión no es solo entre el entrenador y el coordinador ofensivo; está en todas partes. Está en el campo, en las jugadas, en los castigos indisciplinados y en las miradas perdidas en la banca.

Su frustración no es la ira justa de un líder decepcionado por sus subordinados; es el berrinche de un hombre que está siendo exhibido. Está siendo exhibido como un entrenador cuyos mejores días quedaron muy atrás, un motivador cuyos discursos ya no resuenan y un estratega que ha sido superado por la evolución del juego. Quiere ganar partidos de la forma en que se ganaban hace quince años, y la liga ya avanzó. La decisión de despedir a Kelly es un intento desesperado de desviar la culpa de sus propias deficiencias. Está sacrificando a su coordinador para comprarse otro año, otra oportunidad de demostrar que su sistema obsoleto todavía puede funcionar. Pero no puede. Todos estamos viendo cómo fracasa en tiempo real, semana tras miserable semana. La ofensiva no es lo único que está roto; todo el proyecto de Carroll es un fracaso. Y hasta que la organización no lo admita, estarán atrapados en este mismo ciclo patético de contratar, despedir y esperar un resultado diferente mientras hacen exactamente lo mismo una y otra vez. Es un disco rayado. Y la canción es terrible.

El Circo de los Raiders: Carroll es un Fraude Total

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