El City de Guardiola Se Desmorona y Foden lo Salva del Ridículo

El City de Guardiola Se Desmorona y Foden lo Salva del Ridículo

El City de Guardiola Se Desmorona y Foden lo Salva del Ridículo

Se Salvaron. Por un Pelito de Rana Calva.

Que no te quieran ver la cara. No escuches a los “expertos” que van a pintar esto como la garra de un campeón, la marcha implacable de una máquina de ganar. ¡Puras mentiras! Lo que vimos en el Etihad no fue una victoria. Fue una fuga de la cárcel. Una carrera desesperada, de último segundo, saltando el muro mientras los perros te muerden los talones. El gol de Phil Foden no fue un momento de genialidad calculada; fue un grito de pánico puro que, de milagro, encontró la red. Un “a ver si pega” de un equipo que había perdido por completo la brújula contra un rival al que se suponía iban a aplastar como a una cucaracha. Estamos viendo cómo se agrietan los cimientos del gran imperio del Manchester City en tiempo real. ¿A poco no lo ves? ¿No estás poniendo atención?

Esto no debía pasar. No ahora. No cuando cada punto vale oro en esta carrera brutal por el título contra un Arsenal que se ve con más hambre, más joven y con muchos más pantalones que esta bola de estrellitas que de repente parece que cargan un piano en la espalda. El guion ya estaba escrito antes del partido: el City, en su casa, contra un Leeds que anda por la calle de la amargura. Un trámite. Tres puntos a la bolsa para seguirle metiendo presión a los muchachos de Mikel Arteta. Una tarde tranquila, de palomitas y refresco.

Pero no fue tranquila, ¿verdad? Fue una agonía. Fue un ataque de ansiedad de 90 minutos transmitido a todo el mundo.

La Crónica de un Colapso Anunciado

Vamos a desmenuzar este desastre que se evitó por un solo zapatazo de un chamaco inglés. Desde el silbatazo inicial, la arrogancia se podía oler. Se sentía a través de la pantalla. Ese tiki-taka lento, metódico, casi soberbio que los equipos de Guardiola usan cuando se sienten infinitamente superiores. Movían la pelota, sí. Tenían la posesión. ¿Pero dónde estaba el veneno? ¿Dónde estaba el instinto asesino que ha definido su dinastía? Se esfumó, reemplazado por una complacencia rara, una hueva que no se la aguantaban ni ellos. Esperaban que el Leeds se tirara de panza y se dejara ganar.

Pero el Leeds no lo hizo. El Leeds salió a rifarse el físico. Les mordían los tobillos, les cerraban los espacios, hacían que cada toque fuera una batalla. Y ahí viste el primer parpadeo de duda en los ojos del City. Un pase mal dado por aquí. Un manoteo de frustración por allá. La máquina infalible empezaba a echar chispas. Cae el primer gol, y piensas, ‘Órale, ya está, ahora sí se viene la goleada’. Pero no llegó. Cae el segundo, y el partido sigue sin morirse. ¿Por qué? Porque no había convicción. El City jugaba como un equipo que *esperaba* ganar, no como uno que estaba haciendo lo necesario para *merecer* la victoria.

Cuando el Miedo les Comió el Mandado

En el segundo tiempo fue cuando de plano se les cayó el teatrito. Cuando el Leeds anotó, el estadio entero se quedó mudo. Se escuchaba hasta el vuelo de una mosca. No era solo decepción; era el sonido de miles de personas dándose cuenta de que su equipo de dioses era de carne y hueso. En la cancha, el lenguaje corporal cambió de forma catastrófica. Los hombros caídos. Los pases se volvieron pelotazos desesperados, rezando a ver a quién le caían. Erling Haaland, el supuesto dios del gol, era un fantasma, un espectador más en un partido que gritaba por su presencia. ¿Dónde andaba? ¿Dónde estaba el líder? Volteaban a ver a De Bruyne, pero la magia se le había acabado. Volteaban a la banca, a ver al genio táctico de Pep Guardiola, y por primera vez en mucho tiempo, se veía igual de perdido que sus jugadores. Sus manoteos en la línea de banda no eran instrucciones; eran los aspavientos de un hombre viendo cómo su obra maestra se quema.

¿Ese brinco que dio cuando Foden metió el gol? No lo confundas con alegría. Esa fue la reacción de un tipo que acaba de verle la cara a la muerte. Él sabe lo cerca que estuvieron. Sabe que esa actuación no fue la de un campeón. Fue la de un equipo al borde del colapso psicológico. Se quedaron sin ideas, sin calma, y a minutos de darle al Arsenal el regalo más grande que se pudieran imaginar. ¿Cómo puedes confiar en un equipo tan frágil? ¿Cómo puedes creer que tienen lo necesario para aguantar la presión de los últimos partidos cuando casi se ahogan en un vasito de agua?

Foden: ¿El Salvador o el Síntoma?

Ahora todos van a poner a Phil Foden en un altar. ‘El orgullo de Stockport’, el chavo del barrio que salvó el día. Y sí, metió los goles. Dio la cara cuando los supuestos nombres grandes se escondieron. Pero tenemos que hacernos una pregunta más cabrona. ¿Por qué el equipo estaba en la lona para empezar? ¿Por qué necesitaron que un joven de 23 años arrastrara a esta colección de talento multimillonario para ganarle a un equipo que pelea el descenso? ¡No manches! Depender así de un solo jugador no es una estrategia, es una señal de que todo el sistema está fallando.

El talento de Foden está tapando una podredumbre más profunda. Depender de momentos de magia individual para rescatar puntos es el sello de un equipo que va para abajo, no de uno en su mejor momento. Los grandes equipos no necesitan milagros de último segundo contra rivales como el Leeds. Controlan el partido, ejecutan el plan y ganan con una frialdad que asusta. Este City no mostró nada de eso. Mostró desesperación. Mostró miedo. Y en el fútbol, el miedo es como sangre en el agua, y los tiburones ya están dando vueltas.

La Vista Desde el Norte de Londres

¿Te imaginas la escena en el vestidor del Arsenal? Debieron estar viendo esto, no con miedo, sino muertos de la risa. Cada pase fallado del City, cada momento de presión del Leeds, debió ser una inyección de pura adrenalina para ellos. Ya no están persiguiendo a una máquina perfecta. Están persiguiendo a un animal herido. Ven el pánico en los ojos del City. Ahora saben, con absoluta certeza, que si mantienen la calma, si siguen haciendo lo que han hecho toda la temporada, este equipo del City es lo suficientemente frágil como para romperse en mil pedazos.

Guardiola ha construido su éxito en el control. Control absoluto y sofocante sobre cada aspecto del juego. Hoy, perdió el control. El partido se convirtió en un caos, y su equipo casi fue devorado por él. ¿Qué pasará la próxima semana? ¿Qué pasará en una semifinal de Champions cuando un equipo como el Real Madrid huela esa misma debilidad? Ellos no van a perdonar como el Leeds. Ellos no te van a dejar escapar. Este resultado no es un trampolín para el City. Es una luz roja gigante parpadeando. Una sirena que advierte de una falla inminente en el sistema. Hoy sobrevivieron. Pero el colapso viene en camino. Se siente inevitable.

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