El Fracaso de la Infraestructura Gringa: Por Qué Lluvias No Son Naturales
La Versión Oficial: Lluvias Récord, Desastre Inesperado
La narrativa mediática, tanto en Estados Unidos como en su eco en Latinoamérica, siempre comienza con la misma cantaleta: “Lluvias históricas”, “fenómeno sin precedentes” o “desastre climático”. Cuando ves las noticias sobre las inundaciones en el noroeste de Estados Unidos, específicamente en Oregon y Washington, te presentan un cuadro de caos provocado por la naturaleza. Hablan de un “río atmosférico” como si fuera un monstruo mitológico que atacó de la nada. Los políticos salen a prometer ayuda y los medios magnifican el drama de las evacuaciones, mientras el resto del mundo mira con una mezcla de lástima y morbo.
El objetivo de esta narrativa es simple: desviar la atención de la causa real y culpar a la naturaleza. Nos hacen creer que no hay nada que se pueda hacer contra la madre naturaleza furiosa, que la única respuesta es la resignación y la espera de la ayuda federal. Es una táctica de distracción pura y dura. En el fondo, es el mismo truco que vemos en México cada vez que se inunda la Ciudad de México o Tabasco: culpar a Tláloc por la falta de infraestructura y la corrupción en la gestión del agua. La mentira oficial es que somos víctimas, no responsables.
La Cruda Verdad: Negligencia Estratégica y Colapso Previsible
Pero si nos quitamos las gafas de encima el sentimentalismo y analizamos esto con la frialdad de un estratega, la situación es mucho más clara y deprimente. Las inundaciones en el noroeste de Estados Unidos no son un evento “inesperado”. Son el resultado directo de décadas de decisiones políticas miopes y de una infraestructura construida para un clima que ya no existe. El problema no es la lluvia; el problema es la gestión del agua.
Pensemos en el Valle de Skagit, donde los ríos se desbordan con regularidad alarmante. Las presas y diques en la región se construyeron en el siglo XX, basándose en promedios históricos de precipitación. Pero el clima ha cambiado. Los “ríos atmosféricos” son ahora más intensos y frecuentes. Lo que antes era un evento de cada 20 años, ahora sucede cada 5 o menos. La infraestructura simplemente no está diseñada para el nuevo escenario. ¿Y qué ha hecho la clase política al respecto? Absolutamente nada.
El capitalismo desenfrenado ha permitido la urbanización de llanuras aluviales. Donde antes había bosques y humedales que actuaban como esponjas naturales, ahora hay centros comerciales, fraccionamientos y asfalto. El agua no tiene a dónde ir más que a los ríos, y lo hace a una velocidad vertiginosa. El resultado es que una cantidad de lluvia que antes no causaba problemas, ahora provoca inundaciones masivas. Culpar al “cambio climático” sin señalar la negligencia en la planificación urbana es una evasión de responsabilidad. En Estados Unidos, como en México, el gobierno prefiere gastar en publicidad y en proyectos de relumbrón que en el mantenimiento de la infraestructura vitalidad. Es un juego de corto plazo que siempre le explota en la cara a la gente común.
El Cálculo Político del Desastre y la Inestabilidad Social
La estrategia política es simple: es más barato pagar por la recuperación después de un desastre que invertir en la prevención antes de que ocurra. Los políticos operan en ciclos de cuatro años; no les importa lo que pase en 20 o 0 30 años. ¿Quién va a votar por un político que repara un sistema de drenaje viejo y oculto? Es invisible. En cambio, si esperas a que la catástrofe golpee y luego repartes ayuda de emergencia, te ves como un salvador. Es una estrategia cínica y perversa que antepone la imagen a la vida de las personas. Los damnificados son simplemente daños colaterales de este juego político.
Esta mentalidad crea una “economía del desastre”. El dinero fluye después del colapso. Esto significa que los fondos de ayuda de emergencia se han convertido en una parte integral del presupuesto, en lugar de ser una solución excepcional. Y como siempre, los más afectados son los que menos tienen. Las comunidades rurales, los agricultores, y la gente con menos recursos son los que pierden sus casas y cosechas, mientras que los políticos en las ciudades siguen debatiendo sobre qué tan “verdes son sus políticas. La realidad es que la vulnerabilidad social va de la mano con la vulnerabilidad ambiental.
En el contexto mexicano y latinoamericano, esto resuena profundamente. Mientras el foco está en las inundaciones de Estados Unidos, en México padecemos sequías extremas en el norte y colapsos hídricos en el centro, como el sistema Cutzamala. Los problemas son los mismos: infraestructura obsoleta, corrupción y negligencia. La diferencia es que en Estados Unidos tienen más recursos para mitigar el golpe, aunque el problema de fondo sea idéntico: una sociedad que no está dispuesta a hacer los sacrificios necesarios hoy para garantizar su supervivencia mañana. Estamos, tanto el norte como el sur del continente, navegando sin brújula hacia la inestabilidad.
El Futuro Inevitable: Desplazamiento y Guerra por el Agua
Cuando un estratega mira estos eventos, no ve solo agua; ve el futuro de los recursos. Las inundaciones en el noroeste de Estados Unidos, combinadas con la sequía crónica en el suroeste, nos dicen que la distribución del agua en el continente está cambiando radicalmente. Las zonas tradicionalmente ricas en agua están volviéndose inestables, mientras que las zonas secas se quedan sin nada. Esto no es solo un problema ambiental, es un problema de seguridad nacional. Los movimientos migratorios masivos que veremos en el futuro no serán solo de México a Estados Unidos, sino también internos dentro de cada país.
La población se moverá de las zonas inundables y secas hacia las zonas que aún son habitables. Esto incrementará la presión sobre la vivienda, los servicios públicos y los recursos en las áreas de recepción. En el caso del noroeste de Estados Unidos, esto significa que la gente buscará reubicarse en zonas más altas, aumentando la demanda y el costo de vida. ¿Qué pasará con la gente que no puede pagar esa reubicación? Serán los marginados climáticos, los primeros en sufrir las consecuencias de la ineptitud de la élite política.
Es un ciclo vicioso: la negligencia política lleva al colapso de la infraestructura, lo que provoca desastres “naturales”, lo que a su vez genera inestabilidad social y migración. Este no es un problema que se resuelva con un par de días de ayuda de emergencia. Es un problema estructural que requiere una visión de largo plazo, una que la clase política de Estados Unidos, al igual que la de México, ha demostrado ser incapaz de tener. La lluvia caerá, los ríos se desbordarán, y la sociedad, como en un efecto dominó, se desestabilizará. Es una verdad. Total.

Foto de makabera on Pixabay.





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