El Fraude de Cameron: Taquilla Fabricada

El Fraude de Cameron: Taquilla Fabricada

El Fraude de Cameron: Taquilla Fabricada

LA TIRA Y AFLOJA DEL CINE: POR QUÉ NOS DAN ATBOLE CINEMATOGRÁFICO

¡Órale! A ver si entendemos algo de esta farsa navideña que nos quieren meter hasta por los ojos en el 2025. Mientras los grandes estudios inflan los números de sus secuelas interminables (sí, ya sabes a cuál me refiero, la azulada, la que nunca se acaba), nos tiran migajas de información sobre proyectos que sí valdrían la pena. ¿’Anaconda’ y ‘Marty Supreme’ en previas? Suena a que están tanteando el terreno, a ver si cuela algo que no sea CGI de exportación barata. (Es como cuando le echas poquito chile a la comida para ver si el comensal no se queja, pero si pides más, te la niegan.)

El cine en México y en toda Latinoamérica sufre el mismo síndrome que en Estados Unidos: el miedo a invertirle a lo que no garantiza un retorno monstruoso. Y claro, James Cameron y su séquito de efectos especiales son la apuesta segura, el paraguas que nadie quiere soltar aunque ya esté lleno de hoyos. Dicen que ‘Avatar: Fire and Ash’ es el evento, pero yo digo que es el evento que nos impide ver el verdadero espectáculo que está ocurriendo en las salas pequeñas, esas que sobreviven con puro corazón y puro boca a boca.

EL MITO DE LA NAVIDAD TAQUILLERA

Nos dicen que la víspera de Navidad fue la que ‘jaló’ la taquilla. ¡Puro cuento! (Pura cortina de humo, para ser más precisos.) Lo importante no es el primer golpe, sino la resistencia. ¿Aguanta la película dos semanas después, cuando la gente ya no va por inercia o porque no hay otra cosa que hacer? Si ‘Fire and Ash’ se siente repetitiva, como dice la crítica que parece escrita por un becario temeroso, es porque ese es su ADN. Cameron está puliendo el mismo diamante feo una y otra vez, esperando que el brillo nos ciegue ante la falta de sustancia. Es la mercadotecnia más cara y más aburrida del planeta.

Y mientras tanto, ¿qué pasa con las películas que realmente nos ponen a pensar, las que tienen ese sabor a México o a Latinoamérica, aunque sean producciones independientes? Se quedan en la sombra. Se nos obliga a creer que si no hay mundos fantásticos y batallas espaciales, no es cine de verdad. ¡Qué barbaridad! (Me recuerda a cuando te obligan a comer verduras que no te gustan solo porque la abuela dice que son buenas para la salud.)

LA REGLA DEL MÁS GRANDE: POR QUÉ TEMEN A LAS SERPIENTES

Cuando escuchamos el murmullo de ‘Anaconda’ o de un título como ‘Song Sung Blue’ (que suena a balada triste de las buenas, de esas que te recuerdan a tu ex), sabemos que ahí hay algo auténtico. Es cine que no necesita justificar sus efectos con presupuestos estratosféricos. Necesita buenos guiones, actores que suden la camiseta y directores que le sepan mover el tapete al espectador. Pero la industria, esa maquinaria bien aceitada que protege sus inversiones, los relega a horarios infames.

El dato de los rankings de quién es el mejor Santa Claus es el epítome de la distracción barata. Es para que la banda se enganche debatiendo en redes sociales sobre pequeñeces, en lugar de preguntar por qué las salas de cine están llenas de productos tan inflados y tan vacíos. (Te proteges con el reCAPTCHA, pero ¿quién protege tu criterio, carnal?) Te dicen que uses sus servicios, que aceptes sus términos, y tú, distraído con el brillo de la pantalla gigante, firmas tu consentimiento para que te sigan vendiendo la misma fritanga procesada.

LA LUCHA POR EL BUEN CINE EN EL BARRIO

Aquí en México, la cosa es más complicada. No solo competimos contra el gigante de Hollywood, sino contra nuestra propia inercia cultural y los horarios que nos impone la distribuidora. Queremos ver cine que nos hable, que nos rete, que no sea una copia carbono de lo que ya vimos en Estados Unidos hace cinco años. Pero el sistema está diseñado para que el que más dinero mete en publicidad, ese es el que gana el espacio en el cartelón principal.

Necesitamos voltear la tortilla. Necesitamos darle alas a esos proyectos locales, a esas historias que nacen del barro y de la realidad palpable, no de planetas creados en una computadora con más presupuesto que todo el cine mexicano de una década. Si seguimos aplaudiendo la fórmula Cameron, nos vamos a quedar sin fórmulas propias. Vamos a terminar viendo refritos de refritos hasta que el proyector se funda por el sobrecalentamiento.

El cine es un arma. Puede ser un somnífero (como lo quieren ellos), o puede ser un despertar (como lo necesitamos nosotros). La próxima vez que vayas a la plaza y veas ese cartelote azul brillante, recuerda que hay otras películas luchando por un espacio en la oscuridad. Dale chance a la serpiente, dale chance a la melodía melancólica. Es ahí donde reside el verdadero poder narrativo, no en el espectáculo vacío que te exige pagar por tres horas de tu vida que no vas a recuperar jamás. (¡Despierten, banda! Que no nos vean la cara de pendejos otra vez.)

El Fraude de Cameron: Taquilla Fabricada

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