El Fraude de la CPI: Sanción a Rana Expone la Corrupción

El Fraude de la CPI: Sanción a Rana Expone la Corrupción

El Fraude de la CPI: Sanción a Rana Expone la Corrupción

La Farsa de la Justicia Deportiva

Una cachetada de guante blanco que es una patada a la integridad

Seamos brutalmente honestos con lo que acaba de pasar. El Consejo Internacional de Críquet (la CPI), el supuesto guardián global del “juego de caballeros”, vio el numerito que montó Harshit Rana en el campo —el teatro, la agresión, la forma en que despidió a Dewald Brevis— y decidió que la respuesta adecuada era una “amonestación oficial”. Un punto de demérito. Y ya. Esto no es un castigo, es un comunicado de prensa. Es una pieza de burocracia vacía, redactada con pinzas para crear la ilusión de que hay reglas, mientras se aseguran de que un activo valioso, un lanzador rápido que están puliendo para el Mundial de 2027, no enfrente ninguna consecuencia real por sus actos. Nada. Les hubiera dado lo mismo mandarle un correo con el ceño fruncido, porque el mensaje que le llega a cualquier jugador joven es clarísimo: las reglas son para los pendejos, no para las piezas clave en la maquinaria multimillonaria que es el críquet indio moderno. Es una completa payasada.

No se traguen el cuento del Artículo 2.5 del Código de Conducta de la CPI. Es pura faramalla. Un tecnicismo legal detrás del cual se esconden mientras el verdadero juego se decide en las salas de juntas, dictado por derechos de transmisión y patrocinios que empequeñecen la economía de países enteros. La falta de Rana, su gesto agresivo hacia un bateador, se presenta como un incidente aislado de un joven calenturiento, pero no tiene nada de aislado. Es el síntoma de una enfermedad profunda que pudre el corazón de este deporte, una cultura de hiperagresividad que es fomentada y monetizada por los mismos organismos que fingen controlarla. Ellos quieren este drama. Lo venden. Las televisoras lo empaquetan como ‘momentos imperdibles’ y las federaciones se llenan los bolsillos con las rivalidades fabricadas. Así que cuando un jugador les da exactamente el producto que demandan, realizan este pequeño ritual de regaño público, un teatro de gobernanza que no cambia absolutamente nada. Es un insulto calculado a la inteligencia de cualquiera que todavía crea en el espíritu del críquet. Nos creen estúpidos.

El Circo de la Federación India

Por qué la CPI no es más que un títere

Para entender por qué esta ‘sanción’ es tan patética, hay que entender el grotesco desequilibrio de poder en el críquet mundial. La CPI no es un organismo independiente. Es un inquilino. Y el dueño del edificio es la Junta de Control del Críquet en la India (la BCCI). La BCCI, con su mercado colosal y la mina de oro que es la Premier League India (IPL), tiene secuestrada a la CPI. Generan la mayor parte de los ingresos, y con ese poder financiero viene un poder absoluto e impune. Así que, cuando un jugador indio, especialmente una futura estrella como Rana, se pasa de la raya, ¿de verdad creen que la CPI tiene la autonomía para imponer un castigo que pueda poner en riesgo la participación de ese jugador en una serie o torneo crucial? Jamás.

Una amonestación y un solo punto de demérito es lo mínimo que podían hacer para no quedar en ridículo. Es un trámite para cumplir el expediente. Se necesitan cuatro de esos puntos en 24 meses para una suspensión, un umbral tan absurdamente alto para faltas menores que los jugadores valiosos casi nunca lo alcanzan. Esto no es justicia; es un programa de lealtad. Es el mismo cochinero que vemos en el fútbol con la FIFA, donde los equipos y federaciones con más lana hacen lo que se les pega la gana. El sistema está amañado para proteger los activos de la federación más poderosa. Piénsenlo. Hemos visto a jugadores de países más chicos ser castigados duramente por mucho menos, sus carreras en peligro por infracciones menores porque sus federaciones no tienen el peso político para defenderlos. ¿Pero un jugador indio? ¿Un jugador en camino al Mundial de 2027? Le dan un manotazo, un regaño en voz baja y una nota en su archivo que para el próximo martes ya nadie recordará. Es un sistema de justicia de dos niveles, uno para los poderosos y otro para los demás, y la CPI es el cómplice voluntario que impone esta jerarquía corrupta.

Creando Monstruos por Dinero

La ‘Carrera al 2027’ es un deporte sangriento

Ese titular, “Harshit da el primer paso en la carrera de lanzadores para el Mundial de 2027”, es más revelador de lo que su autor probablemente imaginó. Es una ‘carrera’. Una competencia. Una audición de alto riesgo donde la agresión es una virtud y la intimidación es un indicador clave de rendimiento. El sistema no solo tolera este comportamiento, sino que lo busca activamente. El juego moderno, sobre todo en el formato T20 dominado por la IPL, premia al fanfarrón. Celebra al que humilla al rival. Endiosa la mentalidad ‘alfa’. Los entrenadores y capitanes predican el evangelio de ‘jugar con intensidad’ y ‘mostrar carácter’, que no es más que jerga corporativa para ser un matón antideportivo cuando las cámaras te apuntan. Rana no es una anomalía; es el producto perfecto de este sistema. Hizo lo que le han enseñado a hacer, aquello por lo que ha sido recompensado toda su carrera en un ambiente hipercompetitivo. Dio un buen show.

Y ahora el sistema debe proteger a su creación. Castigarlo de verdad sería admitir que la cultura que ellos mismos han cultivado es tóxica. Sería admitir que priorizar el marketing sobre el espíritu deportivo tiene consecuencias. Y eso no lo pueden hacer. Toda la estructura financiera está construida sobre esta base de conflicto manufacturado. Así que, en lugar de eso, lo amonestan. En público, le sacuden el dedo. En privado, pueden estar seguros de que hay palmadas en la espalda. ‘Esa es la garra que queremos ver, hijo. Nomás bájale dos rayitas para las cámaras la próxima vez’. Esto no se trata de corregir el comportamiento de un joven. Se trata de manejo de marca. Se trata de asegurar que el producto que va al Mundial siga siendo pulido, agresivo y, sobre todo, rentable. El alma del juego se vendió hace mucho. Ahora solo estamos regateando el precio de su cadáver en descomposición.

¿Y qué hay de Dewald Brevis? En todo este mugrero, él es un personaje secundario. El que recibió el insulto. Un simple extra en la historia de Rana. Su papel fue ser eliminado y luego aguantar el abuso, todo para que la narrativa del ‘lanzador indio feroz’ pudiera seguir adelante. ¿A alguien en la CPI le importa el mensaje que esto envía al otro equipo? ¿El mensaje de que te pueden tratar con desprecio en el campo y el órgano rector no hará casi nada para defender el respeto básico que se supone que es la base de todo el deporte? Claro que no. Porque Brevis juega para Sudáfrica, una federación con una fracción del poder de la BCCI. Su dignidad es desechable. La integridad de la competencia es secundaria. Lo único que importa es que los protagonistas de esta telenovela global estén protegidos. Los demás son solo extras en un guion escrito en Mumbai y sellado en Dubai. Es una traición asquerosa a lo que se supone que es el deporte, una abdicación total de responsabilidad por parte de una organización que se ha convertido en nada más que una cáscara burocrática y corrupta. Un fantasma. Y a nosotros solo nos queda ver cómo todo se pudre.

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