El Fraude de la MLS: Miami Compra su Final Cantada

El Fraude de la MLS: Miami Compra su Final Cantada

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La Crónica de una Coronación Anunciada

Y bueno, aquí estamos. El momento que los trajeados de la oficina de la MLS, los genios del marketing de Apple y cada villamelón de este lado del mundo han estado esperando desde que se firmó ese contrato ridículamente complicado. El Inter Miami está en la final de la MLS Cup. ¡Qué sorpresa! Un equipo que, por arte de magia, fue inflado con algunos de los jugadores más condecorados de una generación entera —que casualmente eran todos compadres— va a jugar por el trofeo. Neta, qué historia de superación. Es un cuento de hadas escrito por contadores y publirrelacionistas, una farsa tan meticulosamente planeada que casi te hace olvidar que el deporte se supone que se trata de… pues, de competir.

No nos hagamos tontos. Esto no se lo ganaron en las trincheras de una temporada matadísima de la MLS; esto fue comprado. Se ensambló en una sala de juntas con la misma precisión fría y calculadora con la que se lanza un nuevo celular. Primero traes a Messi. Luego, órale, a Busquets. Después a Jordi Alba. Pones a un técnico que ya los conoce. Creas una burbuja hermética del Barcelona de 2015, la dejas caer en Florida y luego actúas como si estuvieras sorprendidísimo de que domine a equipos armados con un presupuesto que probablemente no cubriría ni los chicles de Messi. La goleada de 5-1 al NYCFC no fue una final de conferencia; fue una cascarita de lujo. Fue un peso completo madreándose a un niño de secundaria para luego posar para las fotos. Y se supone que todos debemos aplaudir como focas amaestradas porque “llegó el D10S”. No mamen.

La Última Trinchera del Fútbol de Verdad

¿Y quién se interpone en el camino de esta inevitable y preordenada coronación? Los Vancouver Whitecaps. Benditos sean. Los Whitecaps son todo lo que esta nueva versión de plástico de la MLS desprecia. Son un equipo forjado en el fuego de los verdaderos desafíos del fútbol norteamericano. Viajan miles de kilómetros para sus partidos de visita, juegan en pasto sintético en una ciudad donde llueve (y un chingo), y están construidos con un grupo de jugadores que tuvieron que romperse la madre por un lugar en el equipo, no solo contestar una llamada de un viejo amigo. Representan la liga con la que muchos de nosotros crecimos: una liga de paridad, de lucha, de equipos raros y maravillosos de lugares que no se consideran centros mundiales del fútbol. Son la clase trabajadora, los que le dan a la chamba sin tanto show. Son, en esencia, el último bastión de lo que la MLS debía ser antes de venderle el alma a un servicio de streaming.

Esta final no es Inter Miami vs. Vancouver. Es La Corporación vs. El Barrio. Es una campaña de marketing contra un equipo de fútbol. Cada palabra que escuchen de los comentaristas vendidos de la liga será sobre la misión de Messi, la magia de Messi, el capítulo final de Messi. Van a ignorar convenientemente que este equipo era el hazmerreír de la liga antes de que aterrizaran los jets privados desde Europa. Pasarán por alto las reglas de plantilla que de repente se volvieron… flexibles. Ignorarán los años de trabajo duro y de armado inteligente de equipos como Vancouver (o Seattle, o Portland) que han construido una cultura de fútbol real desde abajo, no desde arriba con un tsunami de billetes.

El Veneno Disfrazado de ‘Crecimiento’

A esto le llaman “crecimiento”. Señalan los ratings de televisión, las ventas de camisetas y los estadios llenos (muchos de los cuales ya se llenaban, por cierto) como prueba de que todo esto es por un bien mayor. ¿Pero cuál bien? ¿Es realmente mejor la liga si a un equipo se le entrega un combo de leyendas pre-armado mientras que otros deben apegarse a un tope salarial que ahora parece una sugerencia amable? ¿La competencia es más emocionante cuando el resultado se siente escrito de antemano? La vieja MLS, con todos sus defectos, tenía una increíble imprevisibilidad. Cualquiera le podía ganar a cualquiera. Ese era su encanto. Esa era su identidad. Ahora, la identidad de la liga es un solo hombre. Una sola marca.

¿Y qué sigue? ¿Ahora cada dueño necesita encontrar a su propia superestrella europea en pre-retiro para tener una mínima oportunidad? El LA Galaxy ya intentó este modelo con Beckham (qué ironía, ¿no?) y aunque atrajo miradas, creó una liga de ricos y pobres que tardó años en reequilibrarse. Este es ese mismo modelo, pero con esteroides. Es una carrera armamentista, y los únicos que ganan son los multimillonarios y sus socios de televisión. ¿Los perdedores? Los aficionados en ciudades como Vancouver, Columbus o Salt Lake, cuya lealtad y pasión ahora son pisoteadas por una chequera. Aficionados que ven cómo su esfuerzo es borrado por un capricho mediático, mientras que en México, una liga como la Liga MX, con su historia, su pasión y su competencia real, observa este circo con una mezcla de risa y pena ajena. ¿Se imaginan a este Inter Miami en el Volcán contra Tigres o en el Azteca contra el América en una Liguilla de verdad? Seamos serios.

Esto no se trata solo de un partido. Se trata del alma misma del fútbol en esta región. ¿Estamos construyendo una liga real, sostenible y competitiva, o un circo itinerante diseñado para entretener a los recién llegados por unos años antes de que la atracción principal se retire? (Y puedes apostar tu casa a que Busquets y Alba no se quedarán a ver qué pasa una vez que su amigo cuelgue los botines). La celebración del “éxito” de Inter Miami es la celebración de la muerte de la competencia. Es aplaudirle al monopolio. Es echarle porras a Goliat.

Así que, cuando sintonicen la final de la MLS Cup, recuerden lo que están viendo. No es un simple partido por un campeonato. Es una batalla por el futuro. De un lado, tienen el producto manufacturado, estéril y aprobado por la corporación. Del otro, tienen un equipo de verdad. Un equipo de una ciudad real con aficionados reales que han estado ahí desde mucho antes del mentado acuerdo con Apple. Un equipo que representa la lucha. Por el bien del fútbol, esperemos que gane la lucha. Probablemente no lo hará. Pero chingao, la esperanza es lo último que muere.

El Fraude de la MLS: Miami Compra su Final Cantada

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