El Fraude de la Nieve: El Negocio que Paraliza a EE.UU.
El Gran Teatro del Invierno: Cuando Tres Copos de Nieve Derrumban un Imperio
Y ahí vamos de nuevo. El ritual es tan predecible como patético. Un meteorólogo susurra la palabra “nieve” en la televisión y, de repente, la maquinaria de la nación más poderosa del planeta se gripa y se detiene en seco. Anuncios de escuelas cerradas en Washington D.C., Maryland, Virginia. Lo llaman “precaución”. Yo lo llamo por su nombre: una farsa monumental, una cobardía institucionalizada que disfraza una incompetencia sistémica que ha echado raíces en lo más profundo de su administración pública. Que nadie se engañe, esto no tiene nada que ver con proteger a los niños de un poco de aguanieve. Para nada. Se trata de proteger a una burocracia obesa y frágil de cualquier posible demanda y, seamos sinceros, de tener que trabajar de más.
Pensemos fríamente en esto. ¿De qué estamos hablando? ¿De una “tormenta invernal” que en lugares como Chihuahua o las zonas altas del Estado de México provocaría, como mucho, una buena selfie para Instagram? En cambio, en la capital del “mundo libre”, lo tratan como si fuera el fin del mundo. Millones de padres de familia son lanzados al caos, obligados a buscar quién les cuide a los niños o a quemar sus valiosos días de vacaciones. La economía se frena, la productividad se desploma. ¿Y para qué? ¿Para que un funcionario bien pagado pueda publicar un tuit heroico hablando de su “difícil decisión”? ¿Qué tiene de difícil? La decisión difícil sería hacer su maldito trabajo. La decisión difícil sería asegurarse de que los camiones con sal estuvieran listos, que las barredoras funcionaran y que el sistema que administran pudiera soportar un evento climático completamente normal y predecible. Pero eso, claro, requeriría planeación y competencia. Es mucho más fácil bajar la cortina y ya. Es la ley del mínimo esfuerzo, la salida de los cobardes.
Puro Atole con el Dedo
Cada año nos venden el mismo cuento. Nos hablan de los millones de dólares invertidos en “preparación invernal”. Montan conferencias de prensa frente a montañas de sal y flotillas de vehículos relucientes. Es puro circo, maroma y teatro. Nos venden una imagen de control y eficiencia, pero sus acciones gritan pánico. A la primera señal de un copo de nieve, la reacción inmediata es correr a esconderse. ¿Por qué? ¿Acaso su infraestructura es tan miserablemente vieja y decrépita que una nevada menor la puede colapsar? Si es así, ¿quién es el responsable de ese despilfarro y esa negligencia? ¿Dónde quedó todo ese dinero? O quizás el problema es otro. Quizás los sindicatos de maestros y empleados públicos tienen contratos tan ventajosos que es más barato darles a todos un día libre pagado que organizar una respuesta coordinada. Uno tiene que preguntarse quién se beneficia realmente cuando se para todo. Le aseguro que no son los niños, cuya educación se ve interrumpida una y otra vez, ni los padres, cuyas vidas se vuelven un infierno logístico. No, los que ganan son los que se lavan las manos y evitan cualquier tipo de responsabilidad.
El Moche: Sigue la Ruta del Dinero
Esto no es solo pereza, es un sistema de corrupción silenciosa, de incentivos perversos que premian la ineficacia. Cada “snow day” es una pequeña economía del moche. Piense en los contratos. ¿Quién provee las toneladas de sal para las carreteras, a menudo comprada a sobreprecio en el último momento? ¿Son licitaciones públicas y transparentes o siempre se las llevan los mismos “cuates” bien conectados con el gobierno de la ciudad? ¿Quién le da mantenimiento a las quitanieves y cuánto facturan por tiempo extra para limpiar estacionamientos de escuelas que de todos modos estarán vacías? Es un impuesto oculto que nos cobran a todos, un desvío de recursos disfrazado de servicio público. Ellos mismos crean la emergencia para luego vendernos la solución más cara e ineficiente. Un negocio redondo.
Y el problema es más profundo. Hay toda una industria de “consultores” y “expertos” a los que se les paga una millonada para desarrollar planes de emergencia. ¿Y qué recomiendan siempre estos planes tan sofisticados? Cerrar todo a la primera oportunidad. Es la estrategia perfecta para cubrirse las espaldas. Nadie ha sido despedido por ser “demasiado precavido”. Así que entregan manuales de 300 páginas con protocolos y códigos de colores cuyo único resultado práctico es siempre el mismo: parálisis total. Esto genera una cultura de la dependencia. Se acostumbra a la gente a creer que son inútiles, que una simple helada es un desafío insuperable que solo la élite gobernante puede gestionar. Es una mentira. Una mentira peligrosa que en México y en Latinoamérica no nos tragamos. Aquí la gente sale a trabajar llueva, truene o relampaguee. Allá, parece que se derriten con tres gotas de agua.
Una Cultura de Algodón
El despilfarro de dinero es obsceno, pero el verdadero costo es mucho mayor. Están criando sistemáticamente a una generación de jóvenes en la idea de que la respuesta correcta ante la adversidad es rendirse. Les enseñan que el mundo es un lugar tan peligroso que deben ser protegidos hasta de la más mínima incomodidad. Un día de nieve ya no es una sorpresa mágica y ocasional; es una interrupción rutinaria, una excusa para no hacer nada. ¿Qué le hace esto a su disciplina, a su capacidad de “aguantar vara”? Están fabricando gente inútil, creando una población que necesita el permiso de papá gobierno para vivir, una población que entra en pánico al primer problema porque nunca se le ha permitido desarrollar las herramientas para resolverlo. Esta destrucción de la resiliencia personal es mucho más dañina que cualquier tormenta. Crea una sociedad de cristal, frágil, fácil de romper y, sobre todo, fácil de controlar. Porque cuando la gente tiene miedo, obedece. Y un gobierno que puede paralizar tu vida por un pronóstico del tiempo ha descubierto lo sumisa que puede llegar a ser su gente.
La Única Salida es Exigir Más
¿Cuál es la solución? No se trata de poner a la gente en peligro inútilmente. Se trata de exigir un mínimo de competencia y vergüenza a los que están al mando. ¿Por qué no pueden simplemente retrasar la entrada a las escuelas dos horas en lugar de cancelar el día entero? ¿Por qué los recursos no están listos y los planes no se ejecutan con precisión, en lugar de este caos improvisado cada año? ¿Por qué no invierten en una infraestructura que haga que estas discusiones sean irrelevantes? La tecnología existe. El dinero, evidentemente, lo tienen. Lo que falta es voluntad política. Lo que falta es que la gente se harte y diga “¡ya basta!”. Basta de excusas. Basta de meternos miedo. Basta de tratarnos como si fuéramos niños incapaces de ponernos una chamarra y salir a la calle.
La próxima vez que vea las noticias sobre el pánico por la nieve en Estados Unidos, no se limite a observarlo con asombro. Véalo como lo que es: un síntoma de una decadencia más profunda. Un imperio que se paraliza por un poco de frío es un imperio que ha perdido el rumbo. El hecho de que los primeros reportes de noticias tuvieran un error de sistema (“SCRAPE_FAILED”) es una metáfora perfecta. Ni siquiera sus sistemas de información aguantan. Todo se cae. Es una farsa de principio a fin. Necesitamos dejar de ser espectadores de este teatro y empezar a exigir gobiernos que sean resilientes, competentes y que respeten la inteligencia de los ciudadanos. Un poco de nieve no debería quebrar una ciudad, pero la reacción que provoca, esa sí que revela lo quebrado que ya está el sistema.






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