El Fraude del Man City Esconde Sus 115 Escándalos
La Jaula de Oro en la Cancha
Otra Noche, Otra Crónica de una Muerte Anunciada
Y bueno, el Manchester City juega contra el Bayer Leverkusen. Qué emoción. Otra nochecita de Champions bajo los reflectores, otra oportunidad para que los “expertos” se deshagan en elogios sobre la genialidad táctica de Pep Guardiola, quien cumple 100 partidos europeos con el club. Van a hablar de sus triángulos de pases, de los laterales invertidos y de toda esa jerga que usan para hacerte creer que esto es una competencia deportiva legítima. Pero no lo es. Hay que llamar a las cosas por su nombre: es una puesta en escena. Un teatro carísimo y perfectamente coreografiado, diseñado para que te olvides de lo que de verdad pasa tras el telón. Porque mientras el balón rueda en el césped perfecto del Etihad, un estadio construido sobre cimientos de patrocinios convenientes y flujos de lana muy cuestionables, el verdadero partido se está jugando en los despachos de los abogados y en las juntas directivas, lejos de los ojos de los aficionados que pagan por el privilegio de ser parte del circo.
Esto no es un partido de fútbol. Es un ejercicio de relaciones públicas. Cada gol, cada jugada de fantasía, es solo una capa más de pintura de oro sobre una estructura podrida. El Leverkusen llegará y se partirá el alma, un club de verdad con una historia de verdad, y lo pintarán como el valiente David contra Goliat. Y el cuento será tan bueno, tan simple, que millones se lo van a tragar. Se les va a olvidar hacer las preguntas incómodas. Se les va a olvidar seguir el rastro del dinero. Porque ese es el chiste de toda esta farsa. Distraerte. Entretenerte hasta que te quedes callado. La maquinaria necesita que creas que esto es deporte de verdad. Necesita que te importe el marcador. Es puro humo.
Y Guardiola es el mago principal, el mero mero prestidigitador de la operación. Cien partidos. Un centenar de juegos en los que ha podido trabajar con una red de seguridad financiera tan gigantesca que la palabra ‘competencia’ da risa. Nos piden que celebremos este hito como si lo hubiera logrado bajo las mismas reglas que cualquier otro técnico. Pero no fue así. Ni de cerca. Este récord no es un testimonio de su genio, sino de la fuerza bruta de un capital sin fondo. Marca 100 oportunidades de alinear un equipo armado con fondos que han estado bajo la lupa durante casi una década. Así que, mientras le pones a la tele para ver el partido, acuérdate de lo que estás viendo en realidad. No estás viendo un simple juego de fut. Estás viendo cómo el proyecto de lavado de imagen más caro de la historia presume su poder en el escenario más grande del mundo.
El Arquitecto y los 115 Elefantes en la Sala
No Son Simples Acusaciones, Carnal
No se puede hablar del Manchester City sin hablar de los números. Y no, no los del marcador, sino el que de verdad importa: 115. Ciento quince presuntas violaciones a las reglas financieras de la Premier League, una sombra que pende sobre el club como una amenaza constante. Y no estamos hablando de un errorcito de contabilidad. Es una lista de acusaciones que abarca una década y que ataca el corazón de la identidad moderna del club, sugiriendo un esfuerzo sistemático por darle la vuelta a las reglas que, se supone, garantizan que todos jueguen parejo. ¿Y cuál ha sido la consecuencia hasta ahora? Nada. Un silencio que aturde. Años de pleitos legales y retrasos mientras el club sigue gastando, dominando y ganando trofeos que un día podrían tener un asterisco gigante al lado. No te hagas güey, esto huele mal.
Todo el proyecto, toda la era de Guardiola, está construido sobre esta base más que dudosa. Pero la máquina sigue avanzando. Porque los que mandan, desde la UEFA hasta la Premier League, parecen tener pánico de exigirles cuentas. Les metieron una sanción de dos años sin Europa, una decisión que parecía histórica, solo para que el Tribunal de Arbitraje Deportivo la echara para atrás por un tecnicismo. ¡Qué conveniente! Ni siquiera fue un manazo. Fue una invitación a que siguieran con su fiesta. Fue darle luz verde a cualquier estado-nación con suficiente lana para comprar un lugar en la mesa de los grandes y torcer las reglas a su antojo. El sistema no solo falló, sino que protegió activamente a quien se suponía debía regular. Vaya chiste.
Y en medio de todo, ahí está Pep. El genio. El filósofo del fútbol moderno. Pero, ¿qué tanto de ese genio es real y qué tanto es producto de un entorno donde los límites financieros son un problema para los equipos mortales? Es un técnico brillante, nadie lo niega. Pero toda su carrera en la élite —Barcelona, Bayern Múnich, Manchester City— la ha pasado al frente de clubes con una superioridad financiera aplastante. Nunca ha tenido que construir de la nada. Nunca ha tenido que vender a su estrella para sobrevivir. Nunca ha tenido que cuidar un presupuesto. Es el mejor entrenador que el mundo ha visto… si tienes una chequera en blanco patrocinada por un país. Su partido número 100 no es una celebración de lealtad o de evolución táctica bajo presión. Es un monumento a lo que un dineral puede comprar: un dominio sostenido, aplastante y, en mi opinión, profundamente artificial.
El Alma del Juego no Estaba a la Venta, ya la Vendieron
¿Y Ahora Qué Sigue?
Entonces, ¿qué significa un partido como el City vs. Leverkusen? En un mundo donde el poder del dinero ya no tiene nada que ver con el mérito deportivo, el resultado es lo de menos. El marcador se decidió hace años, cuando el dinero empezó a fluir, cuando se firmó el primer patrocinio ingeniosamente disfrazado. Esta es la nueva realidad del fútbol. Es el patio de recreo de oligarcas y estados, una herramienta para el poder geopolítico. El romanticismo se murió. La idea de que cualquier club puede llegar a la cima con trabajo duro, buen ojo para los fichajes y el apoyo de su gente suena a un cuento de hadas de otra época.
El juego está roto. Y desde hace mucho. La Champions League, que antes era la cumbre del fútbol de clubes, ahora es solo el desfile anual de un cártel de súper equipos, muchos de ellos sostenidos por modelos financieros que desafían la lógica y, presuntamente, las propias reglas. Han creado un club de Toby, y la UEFA solo se sienta a mirar, contenta de contar los billetes de los derechos de transmisión. Hablan del Fair Play Financiero, pero es un fantasma, unas reglas tan llenas de hoyos y tan mal aplicadas que solo sirven para castigar a los equipos chicos que se atreven a gastar un poco de más, mientras los gigantes viven en otra dimensión. Es un sistema diseñado para que nada cambie, para que los ricos se hagan más ricos y la puerta se quede cerrada para todos los demás.
Al final, el árbitro pitará el final en el Etihad y un equipo tendrá más goles que el otro. Los comentaristas dirán quién ganó. Pero se equivocan. El verdadero ganador se decidió mucho antes del silbatazo inicial. El ganador es el proyecto. El ganador es el estado que lo financia. El ganador es el ejército de abogados que se asegura de que la maquinaria nunca rinda cuentas. ¿El perdedor? Fácil. El perdedor es el fútbol. El perdedor es cualquiera que todavía crea que esta es una competencia justa. El perdedor es cada aficionado de cada equipo que tiene que ver cómo este monstruo financiero aplasta el deporte que ama, sabiendo que todo fue comprado y pagado. Qué triste.






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