El Fútbol Colegial: Un Teatro de Millones de Dólares
El Gran Engaño de las Predicciones de Verano
Primero, dejémonos de cuentos y de las narrativas que nos venden cada agosto como si fuera la neta del planeta. El ranking de pretemporada de la AP, ese documento sagrado para los aficionados, no es más que un folleto de marketing. Pura publicidad. Su único propósito es establecer historias que luego la dura realidad del otoño se encarga de hacer pedazos. Y esta temporada, vaya que fue un ejemplo perfecto de ese engaño. Nos vendieron la idea de que los de siempre, los equipos de abolengo, iban a dominar. ¿Y qué pasó? Tres de los cuatro equipos que pusieron en un pedestal antes de que se jugara un solo partido en serio —piensa en Clemson, Ohio State, o USC, los sospechosos comunes— empezaron con el pie izquierdo, y su supuesta invencibilidad se reveló como lo que era: puro humo. Solo uno, Georgia (que, seamos honestos, se benefició de un calendario tan fácil que parecía una gira de amistosos), logró mantener la farsa, e incluso ellos han mostrado que no son de acero contra rivales que ni fu ni fa.
A esto no se le puede llamar ‘caos’. Decirle así es darle un aire de imprevisibilidad que simplemente no tiene. Esto, compas, es una purga. Es un proceso de eliminación, casi coreografiado, donde los equipos con más billete, los que tienen los mejores contratos con la tele (un saludo a ESPN y la conferencia SEC), y los que tienen más palancas, reciben el mayor margen de error. La temporada no tuvo que ‘encontrar su rumbo’; lo que necesitaba era quitarse de encima a los contendientes falsos para que los meros meros pudieran tomar el escenario para el acto final. Y aquí estamos, en el fin de semana de los campeonatos de conferencia. Pero no se equivoquen, esto no es una fiesta para celebrar la competencia de todo el año. No. Esta es la junta final en la oficina, donde se decide qué cuatro equipos van al Playoff para maximizar las ganancias de las televisoras.
La Máquina Imparable Contra la Dinastía que se Apaga
El platillo principal de todo este circo es, por supuesto, el Campeonato de la SEC en Atlanta. Georgia contra Alabama. El bicampeón, una máquina que parece perfecta construida por Kirby Smart, contra el imperio que se desvanece de su antiguo jefe, Nick Saban. La historia es tan buena que hasta parece inventada, y esa debería ser la primera señal de alerta. A Georgia, en realidad, nadie le ha puesto un buen susto. Su camino hasta aquí ha sido un desfile militar contra una conferencia que, fuera de los de arriba, está llena de equipos de medio pelo. Son un monstruo, sí, pero un monstruo de zoológico que no ha salido a la selva. No se han enfrentado a una mente estratégica como la de Saban ni a un equipo que, con todo y sus fallas, todavía tiene la memoria de cómo se gana cuando la cosa se pone seria.
Alabama, por otro lado, es un caso fascinante. Ya no son esa aplanadora perfecta de hace unos años. La derrota que sufrieron en casa contra Texas al principio de la temporada mostró que tienen puntos débiles, y muchas de sus victorias han sido sufridas, feas, no las palizas que acostumbraban. Su quarterback, Jalen Milroe, es un volado; un día te hace una jugada de película y al siguiente te regala el partido. Y sin embargo, ahí están. Sobrevivieron. Se ajustaron. Son como un león herido: quizá más peligroso ahora, con la espalda contra la pared, que cuando estaba panza arriba y cómodo en la cima de la cadena alimenticia. Este juego no se trata de quién es ‘mejor’ en papel. Se trata de ver si la máquina perfecta y nunca probada de Georgia puede aguantar la furia desesperada de una dinastía que se niega a morir. Toda la carrera de Saban se basa en estos momentos (y la neta, tiene más experiencia en esto que nadie). Es un maestro del juego mental, de encontrar esa pequeña grieta en la armadura del rival. Y Georgia todavía no ha tenido que demostrar si su armadura es de verdad o de utilería.
Los Reinos Vasallos y su Súplica a la Corona
Mientras los gigantes se dan con todo en Atlanta, el resto del país se entretiene con lo que son básicamente peleas de pueblo para ver quién se queda con las migajas que caen de la mesa del rey. Cada campeonato de conferencia nos lo venden como un duelo a muerte, donde el ganador se lo lleva todo. Pero la fría realidad es que la mayoría son simples audiciones. El comité de selección, un grupito secreto de directores atléticos y otros influyentes cuyas decisiones son más misteriosas que una reunión del gobierno, no solo verá quién gana o pierde, sino qué tan ‘bonito’ ganan y si su ‘historia’ vende. Es un proceso totalmente subjetivo y político, disfrazado de análisis objetivo.
Miren el panorama. En el Pac-12 (una conferencia que se está matando a sí misma en la guerra por los derechos de televisión, qué tristeza), tenemos una revancha espectacular entre Washington y Oregon. Un partidazo, sin duda, pero el ganador no solo tiene que ganar; tiene que apalear al rival para convencer al comité de que merece estar en la misma conversación que un equipo de la SEC. Son como vasallos pidiendo clemencia al rey. En el Big 12, Texas, el mandamás que ya se va de la conferencia, se enfrenta a Oklahoma State. Para Texas, ganar es la única opción, su boleto de salida para irse a la SEC, donde creen que está su verdadero lugar. Una derrota sería un fracaso monumental.
El Extraño Caso del Contendiente Herido
Y luego tenemos el caso que lo revela todo: Florida State en el ACC. Aquí está la prueba perfecta de las verdaderas prioridades del comité. Los Seminoles están invictos. Han hecho toda la chamba, han ganado todos sus partidos. Bajo cualquier estándar lógico y justo, merecen estar en el Playoff. Pero su quarterback estrella, Jordan Travis, sufrió una lesión horrible que lo dejó fuera por el resto del año. Y de repente, la conversación cambió. Ya no se trata de su currículum; ahora se trata de si son ‘viables’. ¿Pueden ‘competir’ al más alto nivel sin él? ¡Qué poca madre! Es un truco cínico. El comité se dio a sí mismo la excusa perfecta para dejar fuera a un campeón invicto de una de las conferencias importantes, para quizá meter a un equipo de la SEC con una derrota (como Alabama, si pierde apretado contra Georgia) que consideran que dará más rating.
Este es el sistema al desnudo. No se trata de premiar a los equipos más exitosos; se trata de organizar los partidos de televisión más rentables. Un Florida State invicto con un mariscal de campo suplente es un producto menos atractivo que un Alabama con una derrota pero con Nick Saban en la banda. Esa es la cruda y fría verdad comercial. El ranking final del comité será una decisión de negocios, envuelta en un discurso de integridad deportiva. Que no los engañen.
El Fin de una Era, El Inicio de un Nuevo Monopolio
Pase lo que pase este fin de semana, es el final de algo. Es el último suspiro del Playoff de cuatro equipos, un sistema lleno de fallas y controversias, pero que al menos nos dio temporadas regulares intensas, donde cada derrota podía ser mortal. Estamos a punto de entrar a la era del Playoff de 12 equipos, una expansión que nos venden como una victoria para la justicia y la inclusión. No es nada de eso. Es aguar la fiesta. Es una concesión para calmar a las otras conferencias, mientras se aseguran de que la SEC y el Big Ten puedan acaparar cómodamente seis u ocho de los doce lugares cada año, consolidando aún más su poder y su dominio económico.
El nuevo sistema hará que gran parte de la temporada regular pierda sentido. Un equipo con dos derrotas de la SEC tendrá un camino más fácil al Playoff que un campeón invicto de una conferencia menor. La tensión se va a evaporar, y en su lugar tendremos un torneo largo y aburrido que se parece más al de la NFL, un modelo diseñado para llenar horas de televisión, no para preservar lo que hacía único al fútbol colegial. Es la victoria final del negocio sobre la identidad deportiva. El ‘caos’ que vemos este fin de semana, esas carreras desesperadas y los escenarios de ‘ganar o morir’, pronto serán una reliquia. Serán reemplazados por un sistema más ordenado, más predecible y, al final, menos emocionante, donde los poderosos están protegidos.
El Veredicto Final
Así que, mientras ven los partidos este fin de semana, miren más allá de las porristas y las bandas de música. Vean la realidad: es la culminación de un negocio multimillonario. El juego de Alabama-Georgia es una batalla por participación de mercado. El título del Pac-12 es el funeral de una marca que alguna vez fue orgullosa. El destino de Florida State es solo un punto en un reporte de análisis de riesgos. Las ‘predicciones’ y los ‘pronósticos seguros’ son solo contenido para que la gente apueste en aplicaciones, otra fuente de ingresos en esta enorme empresa. Los jugadores son activos, los entrenadores son directores generales, y los aficionados son los consumidores cuya pasión es la moneda que mueve toda la maquinaria. La decisión final del comité no será sobre quién es el mejor. Será sobre qué es lo mejor para el negocio. Y en el fútbol colegial gringo, el negocio siempre va viento en popa.






Publicar comentario