El Gran Engaño de Nintendo: Tu Aguinaldo en Peligro
Comienza la Peregrinación Anual a la Cartera
Y ahí vamos de nuevo. Como cada año. Suenan las trompetas desde el Monte Kioto y la respuesta es digna de un experimento de Pavlov. Se te dilatan las pupilas. El corazón se te acelera. Tu mano, casi por voluntad propia, busca esa tarjeta de crédito que juraste que ibas a congelar en un bloque de hielo. Las ofertas del Black Friday 2025 de Nintendo ya están aquí, una frase que se pronuncia con la misma devoción que si anunciaran que los tacos al pastor ahora son gratis por ley. Pero seamos brutalmente honestos por un miserable segundo, quitemos las capas de barniz publicitario y nostalgia armada para ver el vacío chillón y codicioso que hay en el centro de esta farsa. Esto no es una fiesta. Es una trasquilada. Un despojo elegantemente orquestado del rebaño, y nosotros, las fieles ovejas, hacemos fila balando por las tijeras, agradeciendo el privilegio de sentirnos un poco más ligeros de lana.
Nos cuelgan la zanahoria: “¡Hasta 50% de descuento!” Un hechizo mágico. Un número tan perfecto, tan seductor, que provoca un cortocircuito en la parte racional del cerebro, esa que debería recordarnos que el 50% de descuento en un juego que jamás tocarás es infinitamente más caro que el precio completo de nada. Es una obra maestra de la guerra psicológica, un juego de números donde la casa, pero qué duda cabe, siempre gana. Porque ellos saben que no estás comprando un juego; estás comprando la *idea* de un juego. Estás adquiriendo una rebanada fantasma de felicidad futura, un token digital que dice: “Un día, cuando por fin tenga tiempo, seré feliz”. Y ahí se quedará, en el menú de tu Switch, un pequeño ícono de colores que te acusa en silencio, arrumbado junto a otros 47 títulos que compraste en “ofertas” pasadas y que nunca, ni por error, has abierto. Un panteón digital de buenas intenciones.
Una locura.
El Mitote del “Switch 2” y sus Descuentos Divinos
Y este año, para acabarla de amolar, tenemos un nuevo becerro de oro que adorar: el Nintendo Switch 2. La bestia mítica, de la que se ha chismeado por años en los rincones más oscuros del internet, por fin está entre nosotros. ¿Y qué mejor manera de bautizar su llegada que con una venta de garage? Las noticias anuncian sin aliento que “las Ofertas Cyber de Nintendo 2025 ya están activas, con grandes descuentos en muchos juegos de Nintendo Switch 2”. ¡Un milagro de la Virgen de Guadalupe! Excepto que es un chiste, y tú eres el remate. Pongámonos a especular sobre qué es en realidad este “Switch 2”, basándonos en el historial de los reyes indiscutibles de las mejoras mínimas y deprimentes. Seguramente es la misma tableta, pero ahora la pantalla es 0.2 pulgadas más grande y tiene una temperatura de color ligeramente más cálida que los “expertos” describirán como “revolucionaria y vibrante”. La potencia será apenas suficiente para que los mismos juegos corran a 30 cuadros por segundo estables en lugar de los 24 con los que te sacaban un ojo, un salto tecnológico por el que esperarán que les aplaudamos como si hubieran descubierto la cura para la cruda. Los Joy-Cons, por supuesto, seguirán con el drift. No es un error; es un modelo de negocio, una fuente de ingresos recurrentes que ni locos abandonarían. Las tradiciones importan.
¿Y los “descuentos” en estos flamantes juegos de lanzamiento del Switch 2? No nos demos atole con el dedo. El juego estrella, el que te obliga a comprar la consola, The Legend of Zelda: Ecos de la Quincena Perdida, no va a tener el 50%. Ni siquiera el 30%. Con mucha suerte te rebajarán unos cien pesitos del precio de 1,600, un gesto simbólico de la benevolencia corporativa para que sientas que te saliste con la tuya. Las verdaderas ofertas, las del 50%, estarán reservadas para esas joyitas indie que todo el mundo ya compró y olvidó hace tres meses, o quizás para el port de un juego de hace seis años al que intentan exprimirle los últimos centavos antes de que se vuelva completamente irrelevante. Es el clásico gancho. Te invitan a un banquete y te terminan sirviendo las sobras mientras te cobran la cuenta completa.
Te están jugando el dedo en la boca.
El Cuento Chino de la Escasez Digital
“¡Pero apúrate, que la oferta termina el 3 de diciembre!” Este es el látigo que nos truena en la espalda. La ilusión de la escasez. En la era digital, donde una “copia” de un juego es una cadena de código que se puede replicar infinitamente y no les cuesta un solo peso producir después del desarrollo inicial, la idea de una venta por tiempo limitado es un absurdo monumental. Es una maña del mundo físico, un truco psicológico para activar tu miedo a quedarte fuera, el famoso FOMO. No hay una bodega llena de cartuchos digitales que necesiten vaciar. No hay inventario que se eche a perder. La oferta termina el 3 de diciembre simplemente porque a ellos se les pegó la gana. Es una fecha límite arbitraria creada con el único propósito de fabricar urgencia, de orillarte a hacer una compra impulsiva de la que, casi seguro, te arrepentirás después de la rosca de reyes.
Te están vendiendo una fecha límite. Han empaquetado y mercantilizado el tiempo mismo, creando una crisis falsa que solo tu tarjeta de crédito puede resolver. Es brillante. Es malvado. Y funciona cada maldita vez. Vemos ese reloj en cuenta regresiva en la eShop y nuestro cerebro de reptil toma el control, gritando que debemos actuar *ahora* antes de que esta oportunidad única en la vida de ahorrarnos trescientos pesos en un simulador de granja con monitos se esfume para siempre. A pesar de toda nuestra supuesta inteligencia, somos increíblemente fáciles de manipular. Solo se necesita un reloj y la promesa de una ganga. Una ganga sobre nada. Sobre aire. Sobre unos y ceros que pueden invocar de la nada a voluntad. Estamos pagando por el privilegio de que nos dejen descargar un archivo dentro de una ventana de tiempo específica y corporativamente impuesta. No manches.
Todo el sistema se basa en una mentira, la mentira de que este bien digital tiene un valor efímero, que el precio que ves ahora es un regalo especial y temporal. No lo es. El valor real de ese software se desploma cada segundo de cada día a medida que la tecnología avanza, pero ellos inflan el precio con escasez artificial y luego se hacen pasar por héroes por bajarlo brevemente, y solo un poco, durante la temporada de compras designada. Y nosotros se lo agradecemos. Tuiteamos nuestras compras con el hashtag #OfertasNintendo, convirtiéndonos en engranajes voluntarios y no remunerados de su maquinaria de marketing. Nos volvemos los evangelizadores de nuestro propio sometimiento.
El Circo del Hype y la Decepción
Listo, ya compraste los juegos. Tu tarjeta de memoria, también adquirida con un “descuentazo”, está a punto de reventar con tus nuevas adquisiciones. Sientes una ola de satisfacción. Has conquistado el Buen Fin. ¿Pero qué sigue? ¿Qué pasa el 4 de diciembre, cuando la oferta se acaba y el subidón de dopamina de la transacción se desvanece? Te quedas con la silenciosa y hueca realidad de tu lista de juegos pendientes. La emoción de la cacería ha terminado, y ahora solo queda la chamba de sentarte a jugar estas cosas. La emoción nunca estuvo en jugar; estuvo en adquirir. Es la enfermedad del consumismo moderno, un vacío que nunca se puede llenar, solo se puede parchar momentáneamente con la siguiente compra, la siguiente oferta, la siguiente promesa fugaz de distracción.
Nintendo lo sabe. Cuentan con ello. Después de esta venta masiva, seguirá una predecible sequía de contenido, un invierno silencioso con un calendario de lanzamientos más desierto que el bolsillo después de la cuesta de enero. Es a propósito. Te da el tiempo justo para aburrirte, para sentir esa comezón familiar, esa sensación de que necesitas algo *nuevo*. Y entonces, justo cuando tu frustración llega al límite, anunciarán el Nintendo Direct de primavera. El ciclo comienza de nuevo. Revelarán el tráiler de un juego que no saldrá hasta dentro de un año, un juego que se parece sospechosamente al que acabas de comprar pero ahora Mario trae un sombrero de charro. El hype crecerá. Las preventas se activarán. Y nosotros, la audiencia olvidadiza y eternamente esperanzada, abriremos una vez más nuestros corazones y nuestras carteras, listos para ser decepcionados de una manera ligeramente diferente la próxima vez.
Es un círculo vicioso. Un ciclo perfecto de avaricia corporativa y síndrome de Estocolmo del consumidor. Nos quejamos de tantas injusticias en el mundo, pero nos sometemos voluntariamente a este ritual de hipnosis masiva, celebrando a una empresa que ha perfeccionado el arte de vendernos los mismos tres juegos una y otra vez durante treinta años. Podrían venderte un JPEG de un hongo por mil doscientos pesos, y mientras lo llamen “NFT de Primera Edición”, la mitad de internet lo defendería como una nueva y audaz dirección artística. Ya despierten.






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