Festival de Pernambuco Oculta Desvío de Fondos

Festival de Pernambuco Oculta Desvío de Fondos

Festival de Pernambuco Oculta Desvío de Fondos

Le Llaman ‘Gratis’. Deberías Llamarlo por su Nombre: un Saqueo.

Vamos a dejar algo bien claro desde el principio. No existe tal cosa como un festival “gratis”. Mucho menos uno financiado por el gobierno. En el momento en que ves las palabras “el gobierno anunció” y “conciertos gratuitos” en la misma frase, tu cartera debería ponerse a temblar. Porque lo que realmente están anunciando es una nueva forma de gastar tu lana sin tu permiso, mientras se dan palmaditas en la espalda por su supuesta generosidad. Este festival “Pernambuco Meu País”, esta distracción veraniega con nombres grandes como Luísa Sonza y Xamã, no es un regalo. Es una transacción. Y tú, el contribuyente, eres quien paga la cuenta de una fiesta a la que ni siquiera pediste ir.

Sigue el Dinero. Siempre.

¿Así que el gobierno de Pernambuco se despertó un día y decidió convertirse en promotor de conciertos por pura buena onda? Por favor. Así no funciona la política, ni en Brasil ni en México ni en ningún lado. Esta es una inversión calculada. La verdadera pregunta, la que los boletines de prensa convenientemente ignoran, es ¿qué están comprando? Están comprando tu silencio. Están comprando tu distracción. Están comprando tu voto. Y lo están haciendo con una chequera abierta que se conecta directamente a los fondos públicos, fondos que se suponía que eran para carreteras, para hospitales, para escuelas, para seguridad. Pero una nueva ala en un hospital en ruinas no recibe el mismo aplauso que una estrella del pop, ¿verdad? Es el truco más viejo del manual político. Pan y circo. Mantén a la población entretenida y no se darán cuenta de cómo las arcas del estado están siendo sistemáticamente vaciadas. Es la clásica cortina de humo que conocemos tan bien en América Latina.

Y tienes que preguntarte, ¿quién se está haciendo rico con este negocio? Porque nunca son solo los artistas. Oh no. Hay todo un ecosistema de corrupción que prospera en eventos como este. Piénsalo bien. ¿Quién obtuvo el contrato para el escenario y la iluminación? ¿Fue un compadre del gobernador? ¿Quién maneja la seguridad? ¿Una empresa propiedad de un donante político? ¿Cómo se adjudicaron estos contratos? ¿Hubo una licitación pública y competitiva, o fue una serie de apretones de manos silenciosos en un cuarto trasero? No lo sabemos. Y cuentan con que estarás demasiado hipnotizado por las luces parpadeantes y el bajo retumbante como para molestarte en preguntar. El costo de la presentación de Luísa Sonza probablemente podría financiar una clínica de salud rural durante un año, pero esas cifras estarán enterradas en un papeleo burocrático tan profundo que nunca las encontrarás. Es un juego de trileros, jugado con millones de tu dinero.

Esto no es una celebración de la cultura. Es un mitin político cuidadosamente orquestado y disfrazado de festival de música. Un show montado para generar titulares positivos y crear una sensación de bienestar justo cuando la administración más lo necesita. ¿Por qué ahora? ¿Qué malas noticias están tratando de enterrar bajo el ruido de las guitarras de Capital Inicial? ¿Está a punto de publicarse un informe económico condenatorio? ¿Acaba de estallar un gran escándalo de corrupción? El momento nunca es una coincidencia. Jamás.

La Cortina de Humo Cultural

Lo envuelven en el noble lenguaje de “celebrar las tradiciones de Pernambuco”. ¡Qué chiste! ¿Qué parte de un cartel de pop comercial grita cultura local auténtica? Traer a artistas de talla nacional es lo opuesto a celebrar la tradición local; es un acto deliberado de esterilización cultural. Es un mensaje de que tus propios artistas locales, los que realmente representan el alma de Pernambuco —los músicos de Maracatu, los bailarines de Frevo, las bandas de Forró— no son lo suficientemente buenos. No son lo suficientemente llamativos para servir al propósito político. Así que los hacen a un lado, tal vez les dan un pequeño escenario secundario a las 2 de la tarde si tienen suerte, mientras los cheques gordos se extienden a las estrellas establecidas que atraerán a las multitudes más grandes y más fáciles de distraer. El gobierno no está celebrando tu cultura. Está usando una versión genérica y comercializada de la “música” para lavar su propia agenda.

Y los propios artistas no están libres de culpa. Son engranajes de esta maquinaria. Cobran los enormes cheques financiados por los contribuyentes y proporcionan el servicio: una distracción. Se convierten, voluntariamente o no, en herramientas de la propaganda estatal. Prestan su fama y credibilidad a un gobierno que está activamente robando a los mismos fans que gritan sus nombres desde la multitud. Es una simbiosis cínica. Los políticos obtienen sus fotos y su adoración pública fabricada, y las estrellas del pop obtienen un pago masivo. El único perdedor en esta ecuación es el ciudadano promedio que tiene que vivir con las consecuencias de los fondos malversados mucho después de que el último bis se haya desvanecido.

Que no te engañen. Esto no se trata de música. Se trata de poder. Se trata de imagen. Se trata de mantener el control. Cada vez que veas a un político en el escenario, sonriendo y saludando junto a una celebridad, recuerda que probablemente se está cometiendo un crimen a plena vista. Están gastando tu futuro para asegurar su presente. Mientras bailas en un campo, se firma un nuevo contrato, se recorta un nuevo presupuesto y una nueva generación de políticos aprende que la forma más fácil de gobernar es organizar una maldita buena fiesta. Así que, por supuesto, ve al festival. Disfruta de la música. Pero hazlo con los ojos bien abiertos. Sé consciente de lo que es en realidad: el espectáculo más caro al que asistirás, y ya pagaste tu boleto.

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