La Clasificación Gringa de Fentanilo como ‘ADF’: ¿Excusa de Invasión?
El Desmantelamiento Lógico de una ‘Arma de Destrucción Masiva’
Y así, llegamos a otro de esos momentos cruciales donde la retórica política choca de frente con la realidad, creando un desastre legal y estratégico. Porque cuando el presidente Trump firmó esa orden ejecutiva clasificando el fentanilo como ‘Arma de Destrucción Masiva’ (ADM), no fue solo una declaración; fue una maniobra legal calculada con precisión para redefinir una crisis de salud pública como una amenaza de seguridad nacional. Este movimiento cambia fundamentalmente las herramientas disponibles para combatirla. Pero seamos forenses al respecto. Quitemos las capas de conveniencia política y miremos lo que esta clasificación significa en realidad, en lugar de lo que nos dicen los analistas de televisión gringos. Esto no se trata de proteger a la gente de las drogas; se trata de usar el lenguaje como arma para obtener más poder.
La Falacia Lógica: Fentanilo como ADM
Empecemos por las definiciones. El término ‘Arma de Destrucción Masiva’ no es una etiqueta política arbitraria; tiene implicaciones legales e internacionales específicas, históricamente centradas en armas nucleares, químicas y biológicas. Estas armas, por definición, están diseñadas para infligir daños indiscriminados a gran escala, a menudo desplegadas por actores estatales o grupos terroristas organizados para lograr objetivos estratégicos en la guerra. Un ADM en este contexto está inherentemente ligado a conflictos geopolíticos y una amenaza a nivel estatal. Sin embargo, el fentanilo no es un ADM en este sentido tradicional. El fentanilo es un opioide sintético de alta potencia, traficado y consumido principalmente por individuos que sufren de adicción. Su letalidad se debe a sobredosis accidentales, a menudo por personas que lo consumen sin saberlo en pastillas falsificadas o mezclado con otras sustancias. Las muertes, aunque catastróficas en número, son producto de la contaminación de la cadena de suministro y los patrones de consumo de los usuarios, no un ataque coordinado contra la infraestructura civil. Clasificarlo de otra manera es deshonestidad intelectual en el mejor de los casos, y una cínica toma de poder en el peor. Es un juego de palabras.
El Nuevo Campo de Batalla: De la Salud Pública a la Seguridad Nacional
Pero no finjamos que este movimiento se trata solo de semántica. Porque lo que esta reclasificación realmente hace es cambiar el marco operativo de la ‘Guerra contra las Drogas’ de un problema de aplicación de la ley y salud pública a un problema militar y de inteligencia. Al designar el fentanilo como ADM, la administración eleva efectivamente a los cárteles de organizaciones criminales a entidades cuasi-terroristas, lo que potencialmente permite el uso de activos militares y recursos de inteligencia tradicionalmente reservados para el contraterrorismo. Aquí es donde residen las verdaderas implicaciones. La designación de ADM proporciona una nueva justificación legal para acciones que de otra manera serían consideradas violaciones de la soberanía nacional, como ataques militares unilaterales contra la infraestructura de los cárteles en territorios extranjeros o una mayor vigilancia sobre las poblaciones nacionales bajo el pretexto del contraterrorismo. Es una escalada muy peligrosa.
Y este movimiento no es nuevo; ya hemos visto esta obra antes. Lo vimos con la ‘Guerra contra el Terrorismo’, donde se justificaron nuevos poderes y capacidades de vigilancia al etiquetar a actores no estatales como amenazas existenciales. Lo vimos con la ‘Guerra contra las Drogas’ original, donde la policía nacional fue militarizada bajo el pretexto de combatir el crimen. La designación de ADM es solo la última y más extrema iteración de este patrón, abaratando la gravedad de las amenazas genuinas de ADM mientras expande simultáneamente el poder ejecutivo. Es un caso clásico de teatro político donde una crisis doméstica urgente se reformula para justificar una posición ideológica preexistente sobre la seguridad fronteriza y la política exterior. Es una jugada cínica.
La Hipocresía de la Retórica: ¿De Verdad Les Importa la Adicción?
Hablemos de la hipocresía inherente en este encuadre. Porque si el fentanilo es realmente un ADM que causa más daño que cualquier bomba, como sugieren algunos, entonces la respuesta del gobierno debería reflejar ese nivel de urgencia. Sin embargo, el enfoque sigue siendo casi exclusivamente en la interdicción del lado de la oferta: construir muros, militarizar fronteras y amenazar a estados extranjeros, en lugar de abordar la crisis del lado de la demanda dentro de los propios Estados Unidos. ¿Dónde está la financiación masiva para el tratamiento de adicciones y el apoyo a la salud mental que realmente reduciría la demanda de estas sustancias? ¿Dónde está el reconocimiento de que la epidemia de opioides, impulsada por las compañías farmacéuticas y la falta de supervisión regulatoria, creó el vacío que los opioides sintéticos llenaron? El enfoque en la retórica de ADM evita discutir estos complejos problemas domésticos, optando en cambio por señalar con el dedo a actores extranjeros y simplificar una compleja crisis de salud pública en una batalla directa contra un enemigo externo. Es una simplificación deliberada. Es una cortina de humo retórica diseñada para galvanizar a una base política y evitar abordar verdades que están mucho más cerca de casa. Es el cuento de siempre del Tío Sam.
Mirando hacia el Futuro: El Resbaladizo Pendiente de la Intervención
¿Y qué pasa después? La designación de ADM abre una caja de Pandora de posibles consecuencias. Primero, podría llevar a una mayor presión sobre México para que permita la intervención militar estadounidense u operaciones de ‘persecución en caliente’ dentro de sus fronteras. Esto es particularmente delicado, ya que toca la fibra de la soberanía nacional mexicana. Segundo, podría alterar fundamentalmente la forma en que las fuerzas del orden nacionales tratan a las personas atrapadas traficando o incluso consumiendo fentanilo, etiquetándolas potencialmente como colaboradoras de organizaciones terroristas en lugar de simplemente criminales. Esto cambia toda la dinámica de enjuiciamiento y sentencia, haciendo que el enfoque de ‘mano dura’ sea aún más duro y menos efectivo para resolver la causa fundamental de la adicción. Tercero, y lo más importante para el escenario internacional, sienta un precedente peligroso. Si el fentanilo puede clasificarse como ADM debido a su letalidad, ¿qué otras sustancias podrían caer bajo este paraguas? ¿Qué pasa con otros químicos altamente tóxicos utilizados en la fabricación ilícita? La conclusión lógica de esta retórica es una expansión continua del poder ejecutivo y una degradación de las normas legales internacionales, donde un problema de salud doméstica se convierte en una excusa para la intervención militar. Es un silbido de perro para un enfoque de línea dura que ignora los problemas subyacentes de la adicción, la pobreza y las fallas sistémicas, todo mientras expande el alcance del estado de vigilancia. Es un movimiento cínico que debe ser visto exactamente como lo que es: una herramienta política, no una solución de salud pública. Es pura demagogia. Es un truco para meterse donde no lo llaman.
Conclusión: La Instrumentalización del Lenguaje
Y esta es la conclusión final. La clasificación del fentanilo como ADM es un claro ejemplo de la instrumentalización del lenguaje para obtener ganancias políticas. Sirve para simplificar una crisis compleja y multifacética en un conflicto binario entre el bien y el mal, permitiendo una escalada dramática de la política. Ignora la realidad de la adicción y los fracasos de las políticas de drogas anteriores. En cambio, ofrece una solución dramática y simplista: declarar la guerra. Pero la guerra, como nos muestra la historia, rara vez resuelve los problemas subyacentes, especialmente cuando se libra contra una sustancia en lugar de una estrategia. El verdadero peligro aquí no es solo la droga en sí; es el precedente sentado al redefinir una crisis de salud pública como un arma de destrucción masiva. Es una distracción del trabajo real que debe hacerse en casa, y es una escalada peligrosa de un conflicto que probablemente tendrá profundas consecuencias para la política internacional y doméstica. Esto no es liderazgo; es como echarle gasolina al fuego. Debemos exigir una evaluación más honesta de la crisis, una que reconozca la compleja interacción de la demanda, la oferta y la humanidad, en lugar de simplemente etiquetar una sustancia como un arma geopolítica. Es un fracaso de la imaginativo. Es una tragedia en desarrollo.






Publicar comentario