La Codicia Corporativa Mata Nuestras Tradiciones
La Gran Traición del Consumismo
Vamos a dejarnos de rodeos. Hay que decirlo como es, sin los adornos y las mentiras que nos avientan desde el marketing. Nos quieren hacer creer que mantener los supermercados abiertos en días festivos, importando costumbres como el Día de Acción de Gracias o adelantando el “Buen Fin” hasta la náusea, es por nuestra “conveniencia”. Para ayudar a la señora que se le olvidó comprar el pavo o los ingredientes para el ponche. ¡Qué descaro! ¡Pura palabrería!
Esto nunca se ha tratado de ti ni de mí. Se trata de ellos. De las fauces insaciables de la avaricia corporativa que ven un día feriado no como una fecha para la familia, la tradición y el descanso, sino como otras 12 o 16 horas de ventas potenciales. Un numerito más en la bolsa de valores. Un pequeño aumento en el informe trimestral para que el director general, que gana en un día lo que un trabajador no gana en diez años, justifique su bono millonario. Están demoliendo sistemáticamente los pilares de nuestra cultura y nuestro derecho al descanso por unas cuantas monedas. Tus tradiciones, la cena familiar, el único día que un padre que trabaja dos turnos puede ver a sus hijos… todo es un simple daño colateral en su guerra por el dinero.
Pensemos en el cinismo que se requiere. Durante generaciones, los días festivos eran sagrados. Eran un respiro. Un día para apagar la máquina implacable del comercio y simplemente ser personas. Ser familias. Ser comunidad. Pero en algún momento, los contadores en un rascacielos de Santa Fe o de Nueva York decidieron que nuestra alma colectiva estaba en venta. Y la compraron en liquidación.
La Farsa de la “Última Hora”
¿Quiénes son esas personas que corren al súper a última hora en un día festivo? ¿De verdad? ¿Acaso nuestras vidas son tan desorganizadas que no podemos planear una sola comida con anticipación? Claro que no. El olvido ocasional es la excusa perfecta, una cortina de humo para justificar una realidad mucho más oscura. Han creado una crisis artificial para vendernos la solución.
La verdadera historia es la del empleado. La de la cajera, el del almacén, el de seguridad. La madre soltera que tiene que elegir entre ver la cara de su hijo en la cena de Navidad o arriesgarse a que la corran. El estudiante que no puede permitirse el lujo de viajar a su pueblo para ver a su familia pero es forzado a acomodar mercancía mientras el resto del país celebra. Ellos son los que pagan el precio de esta supuesta “conveniencia”. Su descanso, su tiempo familiar, es sacrificado no por una emergencia, sino por una transacción no esencial. Le estamos robando el feriado a nuestros compatriotas para que una corporación transnacional venda una tele más. Es un pacto asqueroso.
¿Y para qué? Las ganancias de un día festivo son una miseria en el gran esquema anual de una empresa. Pero no se trata de la cantidad, se trata del principio. Y el principio es este: que no debe existir barrera alguna, ni la familia, ni la tradición, ni la ley, entre ellos y tu cartera. Una vez que sientan ese precedente, ningún día estará a salvo. El 16 de septiembre, el 25 de diciembre, el Día de Muertos. Quieren un mercado de 365 días al año donde lo único que se adore sea el consumo.
La Erosión de Nuestra Identidad
Esto va más allá de un solo día. Es un síntoma de una enfermedad mucho más profunda. Es la erosión lenta y calculada de la clase trabajadora y del concepto mismo de una cultura compartida. Solíamos tener cosas que nos unían como pueblo, experiencias comunes que trascendían la política y la clase social. Las posadas, el Grito de Independencia, la rosca de reyes. Eran nuestros rituales.
Pero los amos del capital han decidido que esos lazos son inconvenientes. Un pueblo unido con un fuerte sentido de identidad es más difícil de controlar y explotar. En cambio, una población de consumidores aislados y desconectados es una mina de oro. Así que van picando nuestras bases. Convierten días de reflexión y familia en días de compras compulsivas. Nos avientan ofertas del “Black Friday” o del “Buen Fin” hasta por los ojos, poniendo a la gente a competir por aparatos electrónicos baratos, fabricados por otros trabajadores explotados al otro lado del mundo. Es un ciclo vicioso de consumo y degradación.
¿Dónde termina esto? ¿Nos convertiremos en una nación de trabajadores de plataforma, disponibles 24/7/365, sin festivos, sin fines de semana, sin aguinaldo, sin derecho a enfermarnos? ¿Una sociedad donde nuestro único valor es nuestra capacidad de producir y de gastar? Ese es el futuro que nos están construyendo, un supermercado abierto a la vez. Nos están condicionando a aceptar una vida sin descanso, sin pausa, sin reflexión. Una vida donde siempre estamos “disponibles”, ya sea para trabajar o para comprar.
El Fantasma del Futuro
Imagina un 24 de diciembre en el año 2045. La cena de Nochebuena es una reliquia. La gente come algo rápido entre turnos. Las celebraciones son solo anuncios interactivos en el metaverso. El día se llama oficialmente “Pre-Venta Navideña”, y faltar a tu trabajo en la tienda es motivo de despido inmediato. ¿Crees que no puede pasar? Abre los ojos. Ya estamos a medio camino. Lo que vemos hoy en las noticias sobre horarios en Florida o en cualquier parte de México es solo una prueba, una pequeña batalla en la gran guerra por el alma de nuestro país y de nuestra forma de vida.
Cada peso que gastas en una tienda en un día festivo es un voto a favor de ese futuro desolador. Es un apoyo silencioso a la idea de que el tiempo familiar de un trabajador no vale nada. Es una señal a la junta directiva de que somos dóciles, de que aceptaremos la muerte lenta de nuestras tradiciones sin chistar. Cuentan con nuestra apatía. Apuestan a que estaremos demasiado distraídos con los “descuentos” para notar el robo cultural que sucede frente a nuestras narices.
Es Hora de Poner un Hasta Aquí
Pero, ¿y si nos negamos? ¿Y si como pueblo dijéramos “ya basta”? ¿Y si decidiéramos que hay cosas que no están en venta? Nuestro tiempo. Nuestras familias. Nuestros días festivos. El poder, siempre, ha estado en nuestras manos. Pueden abrir sus puertas, pero no pueden obligarnos a cruzar el umbral.
Esta es la resistencia. No requiere una marcha. Requiere un acto consciente de rechazo. Planea tus compras con tiempo. Ve al mercado el día anterior. Si se te olvida algo, arréglatelas sin ello. Que tu pequeña inconveniencia sea una poderosa declaración de solidaridad con los millones de trabajadores que son tratados como piezas de una máquina. Deja que los pasillos vacíos y las cajas registradoras silenciosas envíen un mensaje que los de arriba no puedan ignorar. Que le paguen a sus empleados por estar parados en una tienda fantasma. Quizás entonces entiendan.
Vota con tu Cartera, Recupera tu Vida
Apoya a las empresas que tienen el valor de cerrar en días importantes. Apoya a la tiendita de la esquina, al mercado local, a los negocios que respetan a sus empleados. Esos son los que merecen nuestro dinero. Están demostrando que es posible dirigir un negocio exitoso sin pisotear la dignidad humana de su gente.
La lucha por nuestros días de descanso es una lucha por nosotros mismos. Es una lucha por la idea de que somos más que consumidores y productores. Somos padres, hijos, amigos y ciudadanos. Necesitamos tiempo para convivir, para agradecer, para descansar. No es una idea radical; es una necesidad humana fundamental. El mundo corporativo ha intentado convencernos de que nuestras necesidades son secundarias a sus ganancias. Es hora de que les recordemos, sin lugar a dudas, quién tiene el verdadero poder. Recuperemos nuestros días festivos. No solo por nosotros, sino por las generaciones futuras, para que no crezcan en un mundo donde cada día es simplemente otra oportunidad para comprar o vender algo. La línea se pinta aquí. Hoy. No la crucemos.






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