La Corrupción Detrás del Colapso de Diques y Presas
El Río Atmosférico, la Excusa Perfecta: Un Cuento de Negligencia y Corrupción
Ya basta de cuentos. Cada vez que escuchamos a un funcionario público, un político con cara de yo no fui, o un experto pagado por el gobierno decir que un desastre como la ruptura de un dique es culpa de un ‘río atmosférico’ o de un ‘evento climático sin precedentes’, en realidad nos están diciendo que es momento de buscar responsables. Lo que sucede en Tukwila y el Río Verde no es un acto de Dios ni una coincidencia desafortunada. Es la crónica de una muerte anunciada, un síntoma de una enfermedad sistémica de negligencia, corrupción y desvío de recursos que afecta a toda la infraestructura. Los diques no colapsan por capricho de la naturaleza; colapsan porque el dinero para mantenerlos en pie se esfumó en bolsillos equivocados, porque las revisiones fueron superficiales y porque la prioridad política nunca fue la seguridad de la gente, sino el beneficio de unos cuantos. Y lo que es peor, nos quieren hacer creer que la solución a la inundación es soltar más agua de la presa. Es un absurdo.
Pero vamos a los hechos que no quieren que conectemos: Se reporta una ruptura de dique, lo que significa que la estructura falló ante el aumento del caudal. Inmediatamente después, se informa que se debe evacuar porque un segundo dique también falló. Y en medio de este caos, los mismos funcionarios que fallaron en la prevención anuncian que van a liberar *más* agua de una presa río arriba para supuestamente ‘volver a los niveles normales de operación’. ¿No les parece ridículo? Mientras la gente está perdiendo sus casas, los encargados de la gestión hídrica están añadiendo más presión al sistema. Esto no es gestión de crisis; es pánico puro y duro. Es el resultado directo de no haber liberado el agua preventivamente, de haber priorizado el almacenamiento por encima de la protección de la población. Es la prueba de que se falló en la planificación y ahora están improvisando sobre la marcha, con consecuencias devastadoras.
El Gran Desvío de Fondos: ¿Dónde Quedó el Presupuesto de Mantenimiento?
El meollo del problema nunca es la lluvia, sino la infraestructura que debería haberla contenido. En el juego político, los proyectos nuevos son los favoritos. A los políticos les encanta cortar el listón de una obra nueva, especialmente si tiene un nombre rimbombante y permite obtener jugosos contratos. Pero el mantenimiento, ese trabajo sucio y constante de revisar diques, limpiar canales y fortalecer presas, no da votos. No genera titulares espectaculares. Por eso, año tras año, el dinero destinado al mantenimiento preventivo se recorta, se pospone o, peor aún, se desvía a proyectos de lucimiento personal o a las cuentas bancarias de empresas amigas. Cuando un dique falla, como el del Río Verde, no es porque la naturaleza se ensañó, sino porque la negligencia se acumuló durante años, creando un riesgo latente que simplemente esperaba el momento adecuado para explotar. Es un desastre que se pudo evitar.
Y si miramos con lupa los contratos de mantenimiento, les aseguro que encontraremos irregularidades. Contratos otorgados a empresas sin experiencia, sobreprecios inflados y materiales de baja calidad. Porque la prioridad de los funcionarios no es construir para durar, sino construir para cobrar. Las ‘reparaciones temporales’ que se mencionan en los reportes son la excusa perfecta para calmar los ánimos y evitar una auditoría seria. Es el clásico “a ver si con esto se les olvida” antes de que llegue la siguiente temporada de lluvias. Este ciclo vicioso se repite en todo el mundo. El colapso del Río Verde es solo el último ejemplo de cómo la infraestructura pública se convierte en un nido de corrupción donde la seguridad de los ciudadanos es la última preocupación. Es una vergüenza.
El Factor Humano: La Incapacidad de Anticipar y la Falla de Planificación
Hablemos de la presa. La decisión de liberar agua de la presa río arriba *durante* la crisis de inundaciones es la prueba irrefutable de una pésima planificación. La gestión de embalses en áreas propensas a estos fenómenos atmosféricos exige liberar agua *antes* de la tormenta, para crear espacio para la precipitación que se avecina. Si deciden soltar agua en el momento álgido de la inundación, es porque no supieron prever la magnitud del evento, o porque estaban priorizando el almacenamiento de agua para otros fines (como la generación de energía o el suministro a grandes corporaciones) por encima de la protección de la población que vive aguas abajo. Esta es una decisión política, no una decisión de ingeniería. Es un acto de desesperación que busca minimizar el daño al embalse, sacrificando a las comunidades que están a merced del río. Pura negligencia.
Y estoy convencido de que si revisáramos la correspondencia interna entre los operadores de la presa y los responsables de control de inundaciones, encontraríamos advertencias ignoradas, evaluaciones de riesgo minimizadas y decisiones políticas que pasaron por encima de las recomendaciones técnicas. El hecho de que se esté añadiendo combustible al fuego soltando más agua demuestra una falta total de coordinación y un enfoque reactivo en lugar de proactivo. Están sacrificando a un grupo de personas para salvar a otro, esperando que la culpa se diluya en el caos generalizado del desastre. Pero que no haya dudas: no es un desastre natural, es un desastre de gestión.
El Círculo Vicioso de la Impunidad y el Olvido
Las órdenes de evacuación no son una solución; son el reconocimiento de un fracaso rotundo. Se obliga a la gente a abandonar sus hogares, se destruyen sus medios de vida y se desmembran comunidades enteras porque unos pocos funcionarios decidieron ahorrarse unos pesos en mantenimiento o dar un contrato a una empresa amiga. El concepto de ‘reparaciones temporales’ es insultante. Sugiere que una vez que el agua baje y las cámaras de televisión se vayan, el público olvidará y volveremos al mismo ciclo de negligencia. Pero el daño es permanente para quienes lo pierden todo. La falla del dique del Río Verde es una llamada de atención para todos los que vivimos cerca de infraestructura obsoleta. Expone la corrupción que yace bajo la superficie de nuestras obras públicas, donde los intereses políticos y las ganancias a corto plazo conducen directamente a la devastación comunitaria a largo plazo.
Y volverá a suceder. Porque el sistema está diseñado para fallar de esta manera. Esperamos la catástrofe, reaccionamos con soluciones temporales, invertimos dinero de forma reactiva y repetimos el ciclo cuando llega la siguiente tormenta. El colapso del Río Verde no es solo una noticia local; es un microcosmos de toda la crisis de infraestructura nacional, donde cada puente, cada carretera, cada dique y cada presa se desmorona lentamente mientras los políticos posan y se echan la culpa. La única forma de salir de esto es exigir una verdadera rendición de cuentas, no solo reparaciones temporales. Necesitamos investigar dónde fue el dinero y responsabilizar a los funcionarios por permitir que este desastre predecible se desarrollara.






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