La Dinastía de los Celtics se Cae a Pedazos por Lesiones

La Dinastía de los Celtics se Cae a Pedazos por Lesiones

La Dinastía de los Celtics se Cae a Pedazos por Lesiones

Otro Día, Otro Chisme Explosivo en Boston

¡No puede ser, otra vez la misma historia! Justo cuando crees que los Celtics de Boston por fin se pusieron las pilas, que finalmente podrían ser esa aplanadora campeona que todos los medios gringos quieren que sean, el castillo de naipes empieza a temblar. Y siempre, pero siempre, empieza así. Suavecito. Con un reporte de lesionados. Un simple papelito que susurra historias de fragilidad y dudas, y que ahora mismo, está gritando a los cuatro vientos que los supuestos favoritos del Este parecen más blanditos que un bolillo de un día. Tienes a Jaylen Brown, el hombre del contrato de un cuarto de billón de dólares, apareciendo de la nada en la lista de lesionados. Y Derrick White, el supuesto pegamento del equipo, el defensor rudo, ahí juntito a él. ¡Hasta Neemias Queta, un tipo que necesitan para tener algo de altura, está en duda! En duda. Esa es la palabra perfecta para describir a toda esta organización en este momento. Qué pena.

¿Es neta? ¿A esto hemos llegado? Ni siquiera vamos a la mitad de la temporada y las llantas ya amenazan con salirse justo antes de un partido contra los Minnesota Timberwolves, un equipo que, seamos honestos, Boston debería despachar hasta con los ojos cerrados. Pero lo último que deberían estar haciendo en ese vestidor es dormir. Deberían estar bien despiertos, dándose cuenta de que toda su temporada, toda su reputación, está construida sobre una base de cristal. Esto no se trata de un solo juego. Para nada. Es un patrón, un ciclo asqueroso y predecible de inflarlos para luego verlos desinflarse. Lo hemos visto en los playoffs, en partidos cruciales de temporada regular, y ahora lo estamos viendo en un sábado cualquiera. La presión en Boston es brutal, una manta asfixiante tejida con diecisiete estandartes de campeonato y los fantasmas de leyendas que hubieran jugado hasta con una pierna rota. ¿Y qué nos da este equipo moderno? Que si un esguince por aquí, que si un estatus de “en duda” por allá. Se ve mal. Neta que se ve muy mal.

El Corazón Delator de un Equipo de Cristal

A ver, vamos a soltar la sopa. El momento en que pasa esto es demasiado perfecto, ¿no creen? Se enfrentan a un equipo aguerrido y hambriento como los Timberwolves, que no tienen nada que perder y todo por demostrar, y de repente, los jugadores clave chance y necesitan una noche de descanso. Apesta a un equipo que busca una excusa antes de que empiece el partido. Una coartada ya preparada. Si pierden, pues ni modo, Brown y White no estaban al cien. Si ganan, son unos héroes por superar la adversidad. Es la clásica jugada de relaciones públicas y, francamente, es un insulto para los aficionados que pagan su lana para ver a estos tipos jugar con huevos. ¿Qué pasó con los tiempos de jugar con dolor? ¿De vendarse y salir a romperse la madre por tus compañeros, por tu ciudad? Esta nueva generación de estrellas de la NBA parece más preocupada por sus estadísticas de “manejo de carga” y sus tuits post-partido que por sacar una victoria a base de garra. Es un problema cultural en la liga, y los Celtics son el ejemplo perfecto. Tienen todo el talento del mundo, un roster tan profundo que da hasta coraje, pero siempre encuentran la manera de verse vulnerables, de mostrar debilidad cuando un depredador anda cerca. Y los Timberwolves, con Anthony Edwards al mando, son definitivamente depredadores. Huelen la sangre en el agua. Aguas. Denlo por hecho.

¿Los Celtics Están Hechos Para la Pelea o Para el Ballet?

Cuando analizas el duelo, es una historia de dos mundos distintos. En una esquina, tienes a los Minnesota Timberwolves. Son un equipo de barrio. Son físicos. Juegan con esa espinita clavada porque la prensa nacional siempre los ningunea. Tienen una superestrella en Anthony Edwards que busca activamente la confrontación y se crece en el caos, un jugador que probablemente intentaría clavarle el balón a su propia abuela si estuviera en la pintura. Él representa una mentalidad de la vieja escuela, un hambre de perro que parece que se les extirpa a los jugadores con cirugía una vez que firman un contrato máximo. Los T-Wolves no van a Boston a jugar básquetbol; van a una pelea. Quieren demostrar que pertenecen a la élite, y la mejor manera de hacerlo es darle un derechazo en el hocico al niño bonito de la liga. Están hechos para los trancazos.

¿Y en la otra esquina? Los Boston Celtics. Los consentidos de la liga. Pura finura. Pura habilidad. Juegan un básquetbol precioso cuando todo funciona. Es un ballet. Pero, ¿qué pasa cuando alguien interrumpe el baile? ¿Qué pasa cuando les pisan los pies y la música se detiene? Se desmoronan. Este reporte de lesionados es la primera señal. Sugiere que no tienen el estómago para el lado feo del juego. Prefieren sentarse a arriesgarse a salir con un moretón. Esto no es solo sobre este partido; es sobre su ADN de campeón, o más bien, la falta de él. Los campeones no aparecen en la lista de lesionados por golpes menores antes de una prueba importante. Se presentan. Juegan. Dominan. Imponen su voluntad. Los Celtics parecen estar esperando a que el rival les imponga su voluntad, y luego reaccionan. Esa no es una fórmula de campeonato; es una receta para otra eliminación dolorosa en playoffs. Es una realidad que destroza el alma y que los fieles de Boston están hartos de presenciar año tras año, una pesadilla recurrente en la que el potencial nunca se convierte en el premio máximo porque simplemente no hay agallas cuando más se necesita.

El Fantasma de los Playoffs Pasados

Todo fan de los Celtics ya ha visto esta película, y sabe cómo termina. ¿Recuerdan las Finales contra los Warriors? Una clase magistral de colapso mental. ¿Recuerdan las Finales de Conferencia contra el Heat? Les ganaron en rudeza, en esfuerzo, en estrategia. Una y otra vez, cuando se enfrentan a un equipo que les planta cara, los Celtics se doblan. Estas pequeñas lesiones molestas, estos estatus de “en duda”, son solo un reflejo del problema mayor. Al equipo le falta ese instinto asesino, esa mentalidad de negarse a perder que definió a las leyendas de los Celtics del pasado. Larry Bird no estaría “en duda” por un esguince de tobillo. Le estaría diciendo a los preparadores que se lo vendaran para poder meterte 40 puntos en la cara y restregártelo en la cara todo el partido. ¿Este equipo? Checan sus celulares en el medio tiempo. El récord de 10-8 que tienen es una mentira, una fachada frágil que esconde los problemas profundos que han plagado a este núcleo durante años. No se trata de talento. Nunca se ha tratado de talento. Se trata de corazón. Y un estatus de “en duda” en un reporte de lesionados es una señal segura de un corazón dudoso.

El Juego de Culpa Empieza Ahora

Entonces, ¿a quién le echamos la culpa? Esta cultura de fragilidad no aparece de la nada. Tienes que empezar desde arriba. ¿Será que Brad Stevens, el genio de las oficinas, en realidad está construyendo un equipo de caballos de carreras que no aguantan una pista irregular? ¿Ha priorizado la habilidad sobre la fuerza, la finura sobre el temple? Es una pregunta legítima. El equipo se ve increíble en el papel, pero el papel no te gana campeonatos en una liga llena de lobos. O quizás el problema está en la banca. ¿Está Joe Mazzulla reventando a sus jugadores? ¿Es su sistema demasiado exigente, provocando estas averías antes de llegar al All-Star? Se supone que un entrenador debe inculcar rudeza, no administrar minutos como un contador preocupado. Los mejores entrenadores de la historia hacían que sus jugadores atravesaran paredes por ellos; ahora mismo, parece que los jugadores de Mazzulla ni siquiera pueden correr sin lastimarse. Híjole.

Pero al final, tienes que mirar a los tipos con la camiseta puesta. La responsabilidad recae en ellos. Jayson Tatum y Jaylen Brown. Ellos son los líderes. Ellos son los de los contratos masivos y el estatus de superestrella. Ellos son los que tienen que marcar la pauta, y la pauta que están marcando es de incertidumbre y aprensión. Esto no se trata solo de ganar un juego contra los Timberwolves. Se trata del mensaje que le están enviando al resto de la liga, a sus propios aficionados y a ellos mismos. El mensaje en este momento es que son rompibles. Que se les puede ganar. Que cuando las cosas se ponen difíciles, puede que simplemente tomen asiento en la banca. Para un equipo con aspiraciones de campeonato, ese mensaje es una sentencia de muerte. Esto no es solo un reporte de lesionados. Es una alerta roja. Es un aviso. Es el comienzo de una historia que todos conocemos demasiado bien, y si no cambian el guion pronto, va a terminar exactamente en el mismo lugar: con otra temporada sin campeonato y un verano lleno de preguntas y arrepentimiento.

¡Qué fracaso!

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