La Estafa Navideña de Hollywood: Nostalgia Refrita y Cara

La Estafa Navideña de Hollywood: Nostalgia Refrita y Cara

La Estafa Navideña de Hollywood: Nostalgia Refrita y Cara

1. La ilusión de elegir: Las mismas películas de siempre, pero más caras

Pues ya empezamos. Llega diciembre y los genios corporativos de Hollywood, en su infinita sabiduría, deciden bendecirnos con el equivalente cinematográfico del recalentado de la cena de Navidad. Sacan a pasear las mismas veintitantas películas “clásicas” que ya tienes en tu casa, que puedes ver en diecisiete servicios de streaming diferentes, o que seguro guardaste en algún disco duro. Pero esta vez, oh, esta vez tienes el ENORME privilegio de pagar doscientos pesos por boleto para verla junto a cien extraños masticando palomitas como si no hubiera un mañana. ¡Qué ofertón!

Le llaman celebración. Tradición. Una oportunidad para “sentir el espíritu”. No, señores, llamemos las cosas por su nombre: es un atraco a mano armada, una muestra de bancarrota creativa monumental. Es la movida más floja y mediocre de una industria a la que se le acabó la gasolina, una industria tan aterrada de las nuevas ideas que su principal modelo de negocio ahora es desenterrar los cadáveres de sus éxitos pasados y pasearlos por la alfombra roja como si todavía respiraran. Es un desfile de zombis. Y te están cobrando la entrada. No manches.

El cálculo más cínico

Esto no tiene nada que ver con el espíritu navideño. Ni se te ocurra creerles. Este es un cálculo frío, hecho en una sala de juntas por tipos que no ven tus recuerdos de la infancia como algo sagrado, sino como una cuenta de banco que todavía no han vaciado. Saben perfectamente que la nostalgia te pega, sobre todo en estas fechas donde todo mundo anda más sensible. Han convertido tus propios recuerdos en un arma en tu contra, y el precio para rendirte es un boleto carísimo y un refresco gigante. Es pura explotación, disfrazada con espumillón y un gorrito de Santa. Qué oso.

2. Nostalgia como arma: Te venden tu propio pasado

La nostalgia es una droga poderosa, y los ejecutivos de los estudios son los dealers. Han perfeccionado el arte de empaquetar tu niñez y vendértela de regreso con sobreprecio. Saben que el calorcito familiar de una película vieja te provoca una respuesta emocional inmediata, un anhelo por tiempos más sencillos, por un mundo que quizá nunca existió pero que en nuestra memoria se siente muy real. Ese sentimiento es una mina de oro. Literalmente están saqueando tu alma por lana.

Es una estrategia deliberada para distraerte de la absoluta basura que están produciendo hoy en día. Piénsalo bien. ¿Cuándo fue la última vez que una película navideña *nueva* se convirtió en un verdadero clásico para siempre? Como ya no pueden crear magia nueva, pues simplemente re-embotellan la vieja. Es más seguro. Es más fácil. No requiere ni una pizca de imaginación. Este ciclo anual de reestrenos es una confesión gigantesca de su fracaso creativo, una bandera blanca ondeada por una industria entera que ya olvidó cómo contar una historia nueva. Viven de las rentas, del trabajo de artistas y escritores de hace treinta, cuarenta, ochenta años. Es patético.

3. La muerte de la originalidad: ¿A dónde se fueron las ideas?

Se fueron. Murieron. Están sepultadas bajo una montaña de secuelas, precuelas, reboots y universos cinematográficos. El sistema de Hollywood de hoy es una maquiladora de contenido que valora más la “propiedad intelectual” que cualquier otra cosa. Una marca reconocible vale más que un guion brillante. ¿Para qué arriesgarse con una historia navideña nueva y conmovedora si puedes simplemente volver a poner ‘El Grinch’ por vigésima vez y garantizar una venta de boletos segura? Es un modelo de negocio construido para cobardes, y está asfixiando la creatividad. Es una verdadera tragedia.

El sistema está roto. La película de presupuesto mediano, que es donde nacían los futuros clásicos, fue exterminada. Ahora todo es o un blockbuster de superhéroes de 250 millones de dólares o una película independiente que nadie ve. No hay espacio para que una película navideña original y diferente encuentre a su público y se convierta en la tradición de una nueva generación. Así que estamos atrapados en el tiempo, forzados a revivir la misma Navidad cinematográfica una y otra y otra vez, mientras los que mandan se hacen más ricos con nuestra incapacidad colectiva de pasar la página.

4. El “pico creativo” es el pretexto de los mediocres

Los vas a escuchar, a los defensores de la industria y a los medios vendidos, decir que “ya pasamos el pico de las películas navideñas”. Qué mentira tan descarada. Esa no es una observación, es una excusa. Es una justificación prefabricada para su propia flojera y falta de visión. Quieren que te creas que todas las buenas historias ya se contaron, que el género está agotado, para que bajes tus expectativas y aceptes felizmente el recalentado que te sirven. ¡Ni madres!

Es como decir que ya pasamos el “pico de las historias de amor” o el “pico del drama humano”. Las historias son infinitas. Lo que sí es finito es el valor de los ejecutivos de los estudios. Ellos son los que ya llegaron a su pico. A su pico de incapacidad para autorizar cualquier cosa que no venga con fans ya incluidos y una línea de muñecos. Decir que ya pasamos la mejor época es una forma muy conveniente de lavarse las manos y no tener la responsabilidad de siquiera intentarlo. Es una profecía que ellos mismos inventaron para mantener la maquinaria de la nostalgia funcionando sin el más mínimo esfuerzo creativo.

5. La desesperación del Pickleball y los viajes en el tiempo

¿Y qué pasa cuando los obligan, parece que a punta de pistola, a sacar algo nuevo? Pasa esto. Este es el futuro que nos ofrecen: pickleball y viajes en el tiempo. ¿Es en serio? Esto no es creatividad, es un algoritmo sin alma lanzando dardos a una pared de tendencias. Es el equivalente cinematográfico a una lluvia de ideas de un equipo de marketing. “¿Qué le gusta a la gente ahora? ¿Pickleball? Órale, mételo. ¿Viajes en el tiempo? jalan, ¿no? Va. Júntalos. Ponle un gorro de Navidad. Listo, a cobrar.”

Una fórmula sin alma

Esto es lo que obtienes cuando el arte se hace por comité. Se convierte en una lista de elementos vendibles, vacía de cualquier corazón o propósito genuino. Apesta a desesperación, a una industria que manotea en la oscuridad tratando de parecer relevante, pero que no entiende en lo más mínimo qué hace que una historia conecte con la gente. Un clásico navideño no se trata de deportes de moda o trucos de ciencia ficción; se trata de temas universales: la familia, la redención, el amor, la soledad. Se trata de conectar con algo real. Estas nuevas “franquicias de jo-jo-jo” son pura comida chatarra, diseñadas para ser consumidas y olvidadas para el maratón Guadalupe-Reyes. Son fantasmas.

6. La “magia del cine” es un robo, no una experiencia

Ya basta de esa idea romántica de que ver una película vieja en la pantalla grande es una experiencia mágica e imperdible. ¿Qué estás pagando en realidad? ¿El privilegio de sentarte en un asiento pegajoso que huele a desinfectante barato? ¿La alegría de que el de atrás te patee el asiento mientras el de al lado revisa su celular con el brillo al máximo? ¿La experiencia de audio inmersiva de una docena de personas haciendo ruido con las envolturas de los dulces? Por favor.

La experiencia del cine moderno es, en su mayor parte, una estafa. Es una forma carísima, incómoda y a menudo irritante de ver una película que podrías estar disfrutando en la comodidad de tu casa por mucho menos dinero. Los cines que impulsan estos “clásicos” no te ofrecen magia. Te ofrecen una manera de quitarte tu lana. Necesitan llenar asientos y reestrenar éxitos viejos es la chamba más fácil. Se trata de sus ganancias, no de tus bonitos recuerdos.

7. El objetivo es tu cartera, no tu espíritu navideño

Así que cuando veas esos pósters y tráileres invitándote a “revivir la magia” en el cine, entiende lo que es. Una trampa. Una estrategia de marketing cínica diseñada para jugar con tus emociones y vaciar tu cuenta bancaria. Es un sistema que castiga la originalidad y premia la repetición. Cada boleto que compras para uno de estos refritos es un voto a favor del estancamiento creativo. Le estás diciendo a Hollywood: “Sí, por favor, dejen de esforzarse. Estamos contentos con lo viejo. Síganos dando la misma sopa por siempre.”

No lo hagas. Reb-élate. Quédate en casa. Pon tu propia copia de la película. Enséñasela tú mismo a tus hijos, sin las palomitas de a cien pesos y el brillo molesto de los celulares. Si quieres apoyar al cine, ve a ver una película nueva e independiente de un director con una voz propia. Apoya a los artistas que de verdad están intentando crear los clásicos del mañana, no a las corporaciones que solo se dedican a reempaquetar los clásicos de ayer. El espíritu navideño no es algo que puedas comprar en la taquilla. No está a la venta. Que no se te olvide.

La Estafa Navideña de Hollywood: Nostalgia Refrita y Cara

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