La Farsa de las Noticias y sus Periodistas Desechables
Otro Presentador Que Se Va. ¿Y a Quién Rayos le Importa?
Seamos sinceros. Seguramente viste el titular, chance y reconociste la cara de Bret Buganski de algún canal gringo, y te encogiste de hombros. Uno más que muerde el polvo. En un mundo de caos constante, que un presentador de fin de semana deje una televisora en Cincinnati, Estados Unidos, es menos que nada. Es puro ruido. Pero eso es justo lo que ELLOS quieren que pienses. Quieren que lo veas como algo sin importancia, un simple cambio de chamba, una bonita tarjeta de despedida con una frase pulcra y vacía como ‘Ha sido un honor’. ¿Un honor? ¿Un honor hacer qué, exactamente? ¿Ser una cara temporal e intercambiable leyendo guiones aprobados por un ejército de abogados corporativos a miles de kilómetros de la ciudad a la que se supone que sirves? La mera verdad aquí no es sobre un tipo dejando un trabajo. Es el síntoma de una enfermedad profunda y podrida que carcome las noticias locales desde adentro, un cáncer de avaricia corporativa que está convirtiendo tu noticiero de confianza en una marioneta hueca para conglomerados gigantes y sin rostro. Debería importarte porque esto no se trata de Bret Buganski. Se trata de ti. Se trata del asesinato lento y metódico de la única institución que debía cuidar a tu comunidad, a tu familia, a tus intereses. Y está pasando frente a tus narices mientras te distraen con una sonrisita y un adiós con la mano.
Este es el manual. Así funciona siempre. Nunca dicen, ‘No nos alcanzaba para pagarle un sueldo digno’ o ‘Las jornadas brutales y la falta de futuro finalmente lo quebraron’. No. Siempre es una salida limpia, estéril, con el sello de aprobación corporativo. Es amistoso. Es por ‘una nueva oportunidad’. Es un ‘honor’. Este lenguaje es un arma, un tranquilizante diseñado para mantenerte a ti, el espectador, calmado y sedado, para evitar que hagas las preguntas que importan. ¿Por qué tantos periodistas locales están huyendo de la industria? ¿Por qué las redacciones parecen una puerta giratoria? ¿Por qué el presentador en el que apenas comenzabas a confiar de repente se esfuma, solo para ser reemplazado por otro chavo recién salido de la universidad que no sabe ni dónde está parado en tu ciudad? Todo es parte de la gran ilusión.
¿Cuál es la Neta Detrás de Estas Salidas ‘Honorables’?
La verdad es mucho más cochina que un comunicado de prensa. Ponte a pensar en la carrera de este hombre, hasta la mencionan como si fuera una medalla: Quincy, Champaign, Milwaukee, Tucson, Oklahoma City y finalmente Cincinnati. Bromean que suena a canción de Johnny Cash. Y sí. Pero no es una balada romántica de un viajero gringo conociendo su país; es el diario de viaje desesperado y aplastante de un mercenario mediático moderno, forzado a arrancar de raíz su vida y su familia constantemente, persiguiendo un sueldo cada vez más miserable y una pizca de estabilidad en una industria que ya no ofrece nada de eso. Esto no es una carrera profesional. Es una marcha por la supervivencia. Cada ciudad es otro mercado, otro logo en la pantalla, otro contrato a corto plazo con cláusulas que te amarran y te impiden trabajar para la competencia. Los dueños corporativos, monstruos como E.W. Scripps Company que es propietaria de WCPO, o para que nos entendamos, como los Televisa o TV Azteca de allá, le exigen todo a esta gente. Exigen que te vuelvas parte de la comunidad, que te involucres, que te conviertas en una cara de confianza. Pero no ofrecen nada a cambio. Cero lealtad. Cero seguridad. Cero futuro real. Eres solo un número en una hoja de cálculo, un activo humano para ser exprimido hasta la última gota de valor hasta que seas demasiado caro, demasiado viejo o demasiado cínico, y en ese momento te desechan y te reemplazan con alguien más joven y más barato. Es una máquina de moler carne. Así de simple.
¿Y todo para qué? ¿Para que un ejecutivo en un rascacielos de Nueva York que ni en el mapa sabría encontrar tu ciudad se lleve un bono más gordo? El sueldo en las noticias locales, especialmente para reporteros y presentadores de fin de semana, es una miseria. La gente se imagina un estilo de vida glamoroso, de película. La realidad para la mayoría es un salario que apenas compite con la inflación, deudas universitarias impagables por un título de periodismo que prometía una carrera noble, y la ansiedad constante de saber que estás a un recorte de presupuesto de quedarte en la calle. Les piden cubrir tragedias, confrontar a políticos corruptos, trabajar en Navidad y fines de semana lejos de sus familias, todo por una paga que sería un chiste en cualquier otra profesión con un nivel similar de estudios y habilidad. Así que cuando dicen ‘ha sido un honor’, lo que en realidad podrían estar diciendo es ‘estoy hasta la madre, estoy quebrado y ya no puedo más con esto’. Es un grito de auxilio disfrazado de carta de agradecimiento.
¿Cómo Afecta Esta Podredumbre Corporativa las Noticias que Tú Ves?
Aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Aquí es donde el ‘nosotros contra ellos’ se vuelve clarísimo. Cuando tu televisora local es propiedad de una corporación lejana, sus prioridades cambian: de servir al público a servir al accionista. Y punto. Se acabó. El objetivo ya no es producir el mejor periodismo posible para la gente de la ciudad; el objetivo es exprimirle hasta el último centavo de ganancia al mercado de esa ciudad. ¿Y cómo lo hacen? Recortando. Corren a los reporteros y presentadores con experiencia (y por lo tanto, más caros). Le meten tijera al presupuesto de investigación. Achican la redacción, forzando a los pocos periodistas que quedan a hacer el trabajo de tres o cuatro personas, corriendo por todos lados con un celular tratando de ser escritor, fotógrafo, editor y community manager al mismo tiempo. La calidad, inevitablemente, se va al carajo. Tienes menos reportajes de investigación que exhiben a los poderosos y más notas de color baratas y fáciles de producir, contenido pagado disfrazado de noticia y un desfile interminable de notas rojas que solo buscan asustarte para que no le cambies de canal. Las noticias se convierten en un producto diseñado para mantener tus ojos pegados a la pantalla el tiempo suficiente para venderte un coche o una hamburguesa. Deja de ser un servicio público.
Piensa en lo que significa tener un equipo de noticias que está de paso. Un presentador que solo ha vivido tres años en tu ciudad apenas está empezando a entenderla, su política, su gente. Justo cuando le está agarrando la onda, se va. El nuevo que llega empieza de cero. No tiene contexto histórico, ni fuentes profundas, ni una conexión real con la comunidad para la que informa. Solo está leyendo palabras en una pantalla, palabras que podrían leerse en cualquier ciudad del país. Esto crea una versión homogénea, estéril y genérica de noticias ‘locales’ que son de todo menos locales. Es una franquicia de McNoticias, sirviendo la misma comida desabrida en cada pueblo. ¿A alguien le sorprende que la confianza en los medios esté por los suelos? Las corporaciones han desmantelado sistemáticamente lo que hacía confiables a las noticias locales: la experiencia, la estabilidad y un compromiso genuino con la gente. Vendieron el alma del periodismo por unos cuantos puntos porcentuales en la bolsa. Y nosotros, el pueblo, somos los que pagamos el precio con ignorancia y manipulación.
¿Cuál es el Fin del Juego? ¿Estamos Condenados a un Futuro de Propaganda Corporativa?
El panorama se ve negro. La trayectoria es aterradoramente clara. Más monopolios. Menos dueños. Menos diversidad de opinión. Todo el paisaje mediático está siendo devorado por un puñado de tiburones corporativos y fondos buitre que no ven las redacciones como un pilar de la democracia, sino como un negocio en quiebra para desmantelar y vender por partes. Seguirán corriendo gente, automatizando todo, y centralizando operaciones, transmitiendo notas nacionales disfrazadas de reportajes locales hasta que tu ‘noticiero local’ no sea más que el pronóstico del tiempo y un par de notas sobre el festival del pueblo. Los presentadores sonrientes serán aún más intercambiables, sus estancias aún más cortas. Serán como choferes de Uber con traje. La fachada de lo ‘local’ seguirá ahí, pero por dentro no habrá más que un cascarón corporativo vacío. Una caja de resonancia repitiendo las mismas narrativas aprobadas de costa a costa, sin espacio para la disidencia o la investigación real. Están construyendo un sistema donde es imposible que exista un verdadero vigilante del poder. Porque los vigilantes salen caros. Y muerden la mano que les da de comer.
Pero no todo está perdido. Todavía no. El primer paso es despertar. Dejar de ser ingenuos, no chuparnos el dedo. Ver estas salidas no como cambios de rutina, sino como las alarmas que son. Es hora de dejar de confiar ciegamente en la presentación pulida y empezar a cuestionar el fondo. ¿Quién es el dueño de tu canal local? ¿Dónde están sus oficinas? ¿Cuáles son sus prioridades? Tenemos que empezar a exigir más. Tenemos que apoyar a los pocos medios independientes que quedan y que intentan hacer periodismo de verdad. Tenemos que señalar la basura corporativa cuando la veamos. Esta no es una pelea que podamos darnos el lujo de perder. Porque cuando el verdadero periodismo local muere, los poderosos operan en la oscuridad, la corrupción florece y la voz del pueblo es silenciada. La salida de un presentador de fin de semana es una campana sonando a lo lejos. La pregunta es si la estamos escuchando.






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