La Mentira de Lincoln Riley Esconde un Plan Corrupto

La Mentira de Lincoln Riley Esconde un Plan Corrupto

La Mentira de Lincoln Riley Esconde un Plan Corrupto

La Misma Mentira de Siempre en el Circo de los Coaches

Ahí lo tienen. Lincoln Riley dice que está ‘100%’ comprometido con USC. Cien por ciento. Lo dijo muy serio, con esa cara de yo-no-fui que seguro ha ensayado mil veces en el espejo, la misma que puso justo antes de hacer sus maletas en plena noche y huir de Oklahoma por las playas y promesas de California. ¿Y se supone que le creamos? Este es el teatrito que nos quieren vender cada vez que se abre una chamba importante, una de esas con mucha lana, y un coach con el ojo alegre ve la oportunidad de que le estacionen un camión de valores en la puerta de su casa. Es un insulto a la inteligencia del aficionado. Una verdadera tomada de pelo.

Esto no es periodismo deportivo, esto es la escena de un crimen donde la víctima es la verdad. Porque cuando un tipo como Riley suelta un número tan definitivo como ‘100%’, no está declarando un hecho; está usando una táctica de negociación envuelta en papel de regalo para la prensa. Nada más. Es un mensaje para su equipo actual que se traduce en: “más les vale que se apuren a ponerme más billetes en la mesa”, y es una señal para el posible comprador —en este caso, los desesperados Gators de Florida— de que el precio para llevárselo acaba de subir. Así se juega este juego. Y está podrido hasta la médula.

El Historial: Un Camino de Engaños

No seamos ingenuos, hay que ver el historial, la larga lista de entrenadores que se han parado en un podio, han jurado lealtad eterna y se han largado por el siguiente cheque gordo antes de que sus palabras dejaran de hacer eco. El fantasma de Nick Saban diciendo “No voy a ser el entrenador de Alabama”, semanas antes de ser, precisamente, el entrenador de Alabama, persigue cada una de estas negativas. Es la mentira fundacional sobre la que se construyó este circo moderno de entrenadores. Pero la lista sigue. Brian Kelly abandonando Notre Dame por LSU de la noche a la mañana, o el mismísimo Riley. Predicaba sobre la cultura, la familia y construir algo especial en Oklahoma, todo mientras su agente negociaba a sus espaldas su escape a la costa oeste. No son casos aislados. Es el modelo de negocio. Y la palabra “lealtad” es solo un producto que le venden a los chavos de 18 años y a los que pagan su abono cada temporada.

El sistema está diseñado para esta doble cara. Los agentes, esas figuras oscuras que mueven los hilos de programas deportivos multimillonarios, orquestan estos movimientos con una precisión quirúrgica. Filtran un rumor por aquí, dejan caer una “fuente anónima” por allá, y de repente se desata una guerra de ofertas. Un tipo como Paul Finebaum no se despierta un día y decide hablar de la nada sobre un coach del Big Ten; él es un vocero poderoso del establishment de la conferencia SEC. Sus palabras son una jugada de ajedrez calculada, diseñada para agitar las aguas, para meter presión, para crear el caos que permite que estos mega contratos se materialicen. Que su comentario coincida con los rumores de Riley a Florida no es casualidad. Es una bengala en la oscuridad. Es el sistema hablándose a sí mismo.

¿Por Qué Florida? ¿Por Qué Ahora? El Olor de la Desesperación

Hay que entender la olla de presión que es Gainesville, Florida. Correr a Billy Napier no fue solo un cambio de personal; fue admitir un fracaso catastrófico y una promesa a sus millonarios y fanáticos patrocinadores de que no escatimarían en gastos para arreglarlo. Los Gators ven a Georgia y Alabama dominando el panorama y se sienten asfixiados por el peso de su propia historia. Necesitan un salvador. Necesitan una contratación que grite “hemos vuelto”. Alguien que pueda competirle de tú a tú a los gigantes de la conferencia. Lane Kiffin es el nombre que se filtra, el Plan A. ¿Pero Lincoln Riley? Él es el sueño guajiro. La contratación que cambiaría el balance de poder. Y cuando un programa tiene tanta lana y tanta desesperación, la palabra “no” es solo el inicio de la negociación.

Ellos ven la situación de Riley en USC y huelen la sangre. A pesar de su ofensiva espectacular, su tiempo en Los Ángeles ha sido una decepción. Sus equipos son un desastre en defensa, son suaves y se han desmoronado en los momentos importantes. Ahora que su quarterback estrella, Caleb Williams, se va a la NFL, se le acabó la magia. Ahora depende de él demostrar qué tan buen coach es. Y con la cruda realidad de unirse a la conferencia Big Ten —enfrentando la brutalidad física de equipos como Michigan y Ohio State—, ¿es tan loco pensar que Riley podría estar buscando una salida de emergencia? Regresar a una conferencia que conoce, a un territorio de reclutamiento que domina y a un programa que le daría un cheque en blanco y poder absoluto. Claro que no. Es el movimiento más lógico para un hombre cuya carrera se ha definido por el oportunismo.

Descifrando el ‘100%’

Entonces, cuando Lincoln Riley dice ‘100%’, ¿qué significa en realidad? Significa ‘100%… por ahora’. Significa ‘100%… a menos que Florida me ofrezca un contrato de por vida y control total’. Significa ‘100%… hasta que mi agente me diga que el trato está cerrado’. Es la frase más vacía y sin sentido en todo el mundo del deporte. Es un parche temporal. Una forma de detener la ola de especulación para que su clase de reclutamiento no se le caiga a pedazos. Le compra tiempo. Pero no garantiza absolutamente nada. Y todos, desde el director atlético hasta el último aficionado, deberían saberlo.

Estamos viendo una partida de póker de millones de dólares jugada en público, y los coaches tienen todas las cartas. Pueden mentir sin consecuencias, romper contratos que no valen nada y manipular las emociones de millones de personas para su propio beneficio. Es un sistema corrupto que premia el egoísmo. Así que no, no le creo a Lincoln Riley. Ni un poquito. Su historial habla por sí mismo. Y el humo que sale de los rumores en la SEC es tan denso que tendrías que ser un tonto para no sospechar que hay un incendio de negociaciones secretas ocurriendo ahora mismo, lejos de las cámaras y sus patéticas negativas teatrales. La verdad la sabremos cuando aterrice el avión privado, ni un segundo antes.

La Mentira de Lincoln Riley Esconde un Plan Corrupto

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