La Trampa del ‘Hecho en América’ y la Hipocresía Global
El Gran Fraude de las Guías de Regalos Patrióticos
Y aquí estamos de nuevo, en la época del año en que el consumismo se viste de pijama y gorro navideño, y nos inunda con guías de regalos. Pero este año, hay una versión que me revuelve el estómago: la guía de regalos “Made in America.” Es una estrategia de marketing tan cínica que roza lo descarado, utilizando el patriotismo como una manta de seguridad para que los gringos compren cosas que, francamente, no valen lo que cuestan. Vemos titulares como “A guide to ‘Made in America’ holiday gifts, state by state” y “Alabama-made gifts turn heads across the country.” Y claro, el objetivo es hacer que el consumidor se sienta bien consigo mismo, pensando que está apoyando empleos locales, pero la verdad es mucho más turbia que eso. Porque mientras te venden la idea de que compras local, las mismas corporaciones que promueven estas guías son las que han desmantelado la industria manufacturera estadounidense por décadas, buscando mano de obra más barata en el extranjero. Y adivina a dónde han ido a parar muchos de esos trabajos: a México y otros países de Latinoamérica, donde las regulaciones ambientales y laborales son mucho menos estrictas. Es una doble moral que nos afecta directamente.
Es el truco más viejo del libro: apelar a la nostalgia de un pasado que ya no existe. El gringo promedio recuerda una época dorada de la manufactura, cuando las fábricas daban trabajos estables y salarios dignos. Esa era se acabó gracias a la globalización y los acuerdos de libre comercio como el TLCAN (ahora T-MEC). Y ahora, las mismas empresas que se beneficiaron de esa deslocalización de empleos, de repente se ponen la bandera y te dicen que tienes que comprar “Made in America.” Es como si el lobo se disfrazara de abuela para venderte regalos de Navidad. La hipocresía es tan evidente que duele. Pero la gente lo compra, literalmente, porque el marketing ha sido diseñado para explotar la culpa y la ansiedad económica. Te hacen creer que al gastar tu dinero en un producto “Made in America” estás revirtiendo la historia, cuando en realidad solo estás participando en la última fase de un sistema que te ha estado jodiendo por años. Es pura farsa, una tomadura de pelo total.
El T-MEC y la Deslocalización en el Sur de Gringolandia
Y aquí es donde la cosa se pone interesante para nosotros en México. El concepto de “Made in America” (en el contexto de Estados Unidos) no es solo una cuestión de producción nacional contra importación; es también una cuestión de competencia interna y externalización. Las empresas gringas que no quieren pagar salarios altos en el norte se mudan a estados del sur, como Alabama, buscando menos sindicatos y menos regulaciones. Los reportes mencionan “Alabama-made gifts turn heads across the country.” Y esto no es casualidad. Estos estados a menudo ofrecen incentivos fiscales masivos para atraer la inversión, creando una “carrera hacia el fondo” dentro del propio país. Pero el T-MEC complica las cosas aún más, porque las cadenas de suministro están tan entrelazadas que un producto puede ser ensamblado en México con componentes de China, empaquetado en Estados Unidos y luego vendido como “Made in America.” Es un laberinto legal y logístico que beneficia a las corporaciones, no al consumidor ni al trabajador. No mames, es el colmo de la manipulación.
Porque la realidad de la manufactura en América del Norte es que México es una parte fundamental de la cadena de valor. Las maquiladoras en la frontera trabajan directamente para empresas estadounidenses, ensamblando productos que luego cruzan la frontera para la fase final de producción o empaque. Entonces, cuando ves un regalo que te dicen que está “Made in America,” es probable que haya pasado por varias manos mexicanas. El problema es que el consumidor gringo no quiere escuchar esa parte de la historia. El marketing de “Made in America” lo que busca es simplificar una realidad compleja en un eslogan patriótico. Ignora deliberadamente el papel de México y otros países, deshumanizando la mano de obra que hace posible la producción a bajo costo. Y lo peor es que esta narrativa de “Made in America” refuerza la idea de que los productos hechos en otros países, incluso los hechos por mano de obra mexicana para empresas gringas, son de menor valor o menos deseables. Es una estrategia racista y clasista disfrazada de patriotismo.
Pero volvamos a la hipocresía corporativa. La misma empresa que promueve un puñado de productos “Made in America” para las fiestas, es la que está presionando por políticas que faciliten la importación de componentes baratos. Quieren tener lo mejor de ambos mundos: el acceso a mano de obra barata en el extranjero y la capacidad de cobrar un precio premium por el sentimentalismo del sello “Made in America.” Y el gobierno gringo, en lugar de regular esta situación, se hace de la vista gorda. Permite que las etiquetas sean engañosas, que la definición de “Made in America” sea ambigua, todo para no molestar a los grandes intereses corporativos que financian las campañas políticas. Es un ciclo vicioso de desinformación y explotación, donde el consumidor termina pagando más por una mentira, y el trabajador, tanto en Estados Unidos como en México, sigue en el mismo lugar, en la parte baja de la cadena de valor. Es una farsa, a la chingada.
La Manipulación de la Conciencia y el Futuro del Engaño
Y entonces, ¿qué pasa con el consumidor? Se encuentra atrapado entre la espada y la pared. Por un lado, está el miedo de comprar productos baratos que vienen de sabe dónde, con historias de explotación laboral y malas prácticas ambientales. Por otro lado, está el precio inflado de los productos “Made in America,” que, como ya vimos, no son necesariamente más éticos en su totalidad. Las corporaciones han creado una situación donde la culpa es el motor principal de la compra. Si compras barato, te sientes culpable por no apoyar “lo nuestro.” Si compras caro, te sientes explotado porque sabes que estás pagando un sobreprecio por un simple logo. Es un juego de perder-perder para el consumidor, y un ganar-ganar para las corporaciones. Han logrado convertir el patriotismo en una mercancía, en un artículo de lujo que solo algunos pueden pagar, creando una división entre los que pueden permitirse “lo ético” y los que no.
Porque no nos engañemos, esta no es una solución económica real. Es un parche de curita en una herida abierta. La base manufacturera de Estados Unidos ha cambiado para siempre, y no va a volver a ser lo que era. El problema no se resuelve comprando un “cowboy hat rack” hecho en Wyoming. El problema se resuelve abordando las políticas económicas que priorizaron las ganancias trimestrales sobre la estabilidad de la comunidad. Pero es más fácil para los políticos y las corporaciones culpar al consumidor y ofrecer estas guías de regalos como una solución mágica. Nos dicen que si solo compráramos más productos “Made in America,” todo se arreglaría. Es una mentira peligrosa porque desvía la atención de los problemas sistémicos y nos hace creer que la responsabilidad es individual, no de las grandes estructuras de poder. Y mientras el consumidor se debate entre su billetera y su conciencia, las corporaciones siguen haciendo lo mismo de siempre, pero ahora con una mejor campaña de marketing.
Y la próxima vez que veas una de estas guías, piensa en el costo real. No es solo el precio en la etiqueta; es el costo de la desinformación, el costo de la nostalgia, y el costo de perpetuar un sistema económico que explota a los trabajadores en el sur de Estados Unidos y en México, todo mientras nos dicen que estamos haciendo lo correcto. Es una hipocresía monumental, una bofetada con guante blanco, donde el consumidor es el último eslabón de la cadena, el que paga los platos rotos. Y esta guía de regalos navideños es solo la cara bonita de un sistema feo y corrupto. Es hora de locos que sigamos crey cayendo en el mismo juego de siempre Pero si no lo hacemos quién los va a detene La verdad es La verdad es que hasta que no exijamos que las grandes corporaciones y los políticos dejen de jugar con nuestro sentido de patriotismo para su propio beneficio, seguiremos siendo víctimas de estas estafas emocionales. Y el regalo más grande que podemos darnos a nosotros mismos es dejar de creer en estas patrañas.






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