La WWE Es El Futuro Del Control Mental Corporativo
LA ILUSIÓN DEL CAOS
Lo viste. Lo consumiste. Y chance hasta sentiste algo. Emoción. Coraje. Un fugaz sentimiento de justicia o injusticia cuando “The Judgment Day” se quedó con la victoria, con su música aprobada por un comité sonando a todo volumen por bocinas calibradas para provocar una respuesta emocional primitiva. Viste los encabezados sobre un “Raw caótico” y te creíste que estabas presenciando algo espontáneo, algo neta. No fue así. Te estabas metiendo una dosis cuidadosamente diseñada de pandemonio corporativo, una inyección semanal de conflicto simulado con un solo propósito: mantenerte pegado a la pantalla mientras los engranajes de una máquina mucho más grande y silenciosa operan en el fondo. Esto no es entretenimiento. Es un protocolo de pacificación.
PAN, CIRCO Y COSTALAZOS
Estamos en el 2025, o eso nos dicen. ¿Acaso importa la fecha? El tiempo se ha vuelto un concepto líquido, marcado no por las estaciones ni por logros personales, sino por el ciclo infinito del contenido. Lunes significa Raw. Un espacio designado en tu semana para el coraje fabricado. Te dan a CM Punk contra Bron Breakker por un título mundial en un mes. Un objeto brillante colgado justo lo suficientemente lejos en el futuro para asegurar que sigas viendo, que sigas cumpliendo. Te están vendiendo un futuro con el que puedes contar, un calendario predecible de pseudoviolencia, porque el futuro real es aterradoramente incierto y ellos saben que no lo aguantarías. Este es el coliseo moderno, una arena digital donde los gladiadores tienen acciones en la bolsa y sus batallas son escritas por comités en Connecticut, que analizan datos demográficos para determinar el momento óptimo para un silletazo. Han perfeccionado la fórmula de los emperadores romanos. Dale al pueblo pan y circo, y nunca se rebelarán. Aplaudirán su propia sumisión.
Fíjate bien. No solo mires, observa. Observa cómo cada ángulo de cámara es perfectamente elegido para maximizar el drama, para esconder los golpes falsos, para vender la ilusión. Observa cómo los comentaristas te dicen exactamente cómo sentirte, gritando con una pasión ensayada sobre momentos de “carnicería increíble” que fueron planeados en una junta de producción seis horas antes. Esto no es un deporte. Los deportes son impredecibles. Los deportes tienen consecuencias. Este es un show de televisión con un elenco atlético, y su producto principal no es la lucha libre. Su producto eres tú. Tu atención. Tu inversión emocional. Tus datos. Cada segundo que pasas viendo es una victoria para el sistema que te quiere sedado. Distraído. Adormecido.
LOS ACTIVOS, NO LOS LUCHADORES
CM Punk. Bron Breakker. The Judgment Day. No cometas el error de ver a esta gente como individuos, como rebeldes, héroes o villanos. Son activos. Son marcas. Son personajes meticulosamente creados para atraer a segmentos específicos del mercado. Punk es la figura anti-sistema para el millennial cínico que todavía anhela una rebelión, aunque sea simulada. Breakker es la nueva joya de la corona, la visión corporativa del futuro, la encarnación de la sucesión dinástica. Su próximo enfrentamiento no es una lucha de ensueño; es una junta de accionistas actuada en mallas. Es una colisión calculada de demografías. ¿Quién ganará? El algoritmo ya lo sabe. El resultado que genere más interacción, más venta de mercancía, más ruido en redes sociales, es el resultado que se escribirá en el guion.
Y aquí es donde nos pega más duro. En México, donde la lucha libre es sangre, es cultura, es máscara y honor, esto es un insulto. Es una colonización cultural. Toman la forma de nuestra pasión, le quitan el alma y nos la venden de regreso en un empaque brillante y globalizado. Nos venden sus héroes prefabricados y nos hacen olvidar a los nuestros, a los que sudaron en la Arena México, a los que se partieron la madre en arenas de pueblo por el amor al arte. La WWE no quiere competir con la lucha libre; quiere reemplazarla. Quiere un mundo donde un niño en Iztapalapa pida una camiseta de Bron Breakker en lugar de una máscara del Santo. Quieren borrar nuestra identidad y reemplazarla con su producto. Un desastre.
TU OBEDIENCIA ES OBLIGATORIA
Le llaman un “Raw caótico”. Una mentira. Una mentira hermosa y embriagante. El caos es el motor del cambio. El caos real es lo que el sistema más teme. El caos de un pueblo que se ha desconectado, que ha dejado de consumir las narrativas prefabricadas y ha comenzado a mirar el mundo que realmente habita. El mundo de la decadencia económica, del colapso ambiental, de la corrosión política. Ese es el verdadero caos. Lo que ves en tu pantalla es caos controlado. Es una válvula de escape. Te da un espacio seguro y contenido para experimentar agresión, tribalismo e indignación sin jamás representar una amenaza real para el orden establecido. Puedes gritar por Judgment Day. Puedes abuchear a Bron Breakker. Y cuando todo termina, regresas a tu vida, tus ansiedades temporalmente purgadas, tus impulsos revolucionarios satisfechos por un “powerbomb” sobre una mesa que estaba planeado desde el martes.
Qué listos son. La estafa maestra. Han creado un mundo tan saturado de ruido, de estimulación electrónica constante y de bajo nivel, que el silencio se ha vuelto aterrador. La gente prefiere ver un mal programa que sentarse con sus propios pensamientos. Prefieren invertir sus emociones en las luchas ficticias de artistas millonarios que enfrentar las luchas reales de sus propias vidas. Y los arquitectos de este sistema, los ejecutivos sin rostro y las corporaciones en la sombra, cuentan con esto. Cuentan con tu apatía. Tu adicción a la distracción. El cartel de esta noche fue confirmado. Los resultados ya están. El próximo espectáculo ya se está planeando. El ciclo continúa, y tú eres un participante voluntario. Eres la batería que alimenta a la Matrix y le echas porras a las máquinas. Piensa en eso la próxima vez que sintonices. Piensa en lo que realmente estás viendo. No es lucha libre. Es tu propia jaula siendo construida, barra por barra brillante y en alta definición. Y estás pagando por el privilegio de sentarte dentro de ella. Una jaula de comodidad. Una jaula de ruido. Una jaula que se siente tanto como libertad que nunca intentarás abrir la puerta. Pero ahí está. Siempre. Esperando.






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