Ley Anti-Migrante: El Plan para Quitar la Doble Nacionalidad

Ley Anti-Migrante: El Plan para Quitar la Doble Nacionalidad

Ley Anti-Migrante: El Plan para Quitar la Doble Nacionalidad

A ver, ¿cuál es la verdadera jugada aquí? ¿Es nomás un senador novato queriendo hacerse famoso con gritos y sombrerazos?

Creer que esta movida del senador Bernie Moreno es solo un berrinche de un político nuevo para salir en la tele es no entender el ajedrez que están jugando. Esto no es un balazo al aire, para nada. Es la primera jugada, fríamente calculada, de una guerra mucho más larga y sucia para cambiar lo que significa ser estadounidense. Es un globo de ensayo, como dicen. Lo lanzan a la atmósfera política, que ya está bien tóxica, para ver hasta dónde aguanta la gente antes de ahogarse. Moreno no es el cerebro, qué va. Él es el peón, el que se presta para el trabajo sucio de una facción ultranacionalista del partido republicano que ve la conexión con otros países no como una fortaleza, sino como un cáncer. Lo están usando para mover la línea de lo aceptable, para arrastrar una idea que antes solo se escuchaba en los rincones más oscuros del internet a los pasillos del poder. Quieren que lo impensable se vuelva debatible. La ley, así como está, está hecha para que la tumben los jueces, pero que fracase en la corte no les importa. El éxito de ellos es otro. El chiste es sembrar la duda, meter en la cabeza de la gente el discurso de la “lealtad única”. Y escogieron su carnada como unos profesionales. Usan la figura de Melania Trump, que todo el mundo conoce pero que políticamente no pinta mucho, para que parezca que es un tema de principios que aplica hasta para los de arriba. Pero es un truco. Un engaño. La plática empieza con ella, una inmigrante europea con lana, pero el verdadero tiro, el madrazo, va dirigido a millones de personas comunes y corrientes. A los que tenemos familia en México, en Colombia, en Irlanda, en Israel. A nosotros. Esto es apenas el comienzo del plan.

Pero ¿neta van contra Melania y su hijo? Para un republicano, eso es como darse un balazo en el pie, ¿no?

Claro que es darse un balazo en el pie. Y eso es exactamente lo que quieren. Esta jugada no busca unir al partido, busca purgarlo. Es un ritual de purificación. Meter a la familia Trump en esto, aunque sea de ladito, es una genialidad de malicia política. Pone a todos los republicanos entre la espada y la pared. ¿Qué haces? ¿Defiendes a la esposa extranjera del jefe, y entonces pareces defender eso de las “lealtades divididas” que le han enseñado a tu base a odiar con toda el alma? ¿O apoyas la ley del “America First” y le das una cachetada con guante blanco a la familia Trump, cuestionando si ellos mismos son suficientemente puros? Es una prueba de lealtad, pero de las cabronas. A Moreno y a los que lo mueven como títere no les preocupan las consecuencias, porque el caos que provocan les sirve. ¿Para qué? Para ver quiénes son los verdaderos creyentes y quiénes nomás están ahí por conveniencia. Están barriendo con los moderados, con los que tienen negocios por el mundo, con los que no son tan radicales. No se trata de ganar esta votación ahora. Se trata de juntar un ejército para la siguiente guerra, la que de verdad importa. Al obligarlos a tomar partido, trazan una nueva línea en la arena, mucho más clara. De un lado los puros, del otro los demás. El costo de encabronar a algunos fans de Trump es bajo si lo comparas con el premio gordo: consolidar una base más radical, más obediente. Es una limpia. Fría, calculada y sin piedad. Un agandalle.

Pongámonos en el peor escenario. Si una locura de estas avanza, ¿qué significa para México y para nuestra gente allá?

Las consecuencias serían una catástrofe total. Sería como si Estados Unidos se metiera un cuchillo en la panza adrede, una herida que lo dejaría débil por décadas. Demuestra que no tienen ni la más remota idea de cómo funciona el poder en este siglo. El poder ya no se mide nomás en barcos de guerra y dinero; se mide en influencia, en contactos, en capital humano. Y esta ley le mete un marranazo a las tres cosas. De un día para otro, provocarías una fuga de cerebros masiva. La gente más brillante en tecnología, en medicina, en finanzas –muchos de ellos orgullosos de tener doble nacionalidad– serían obligados a escoger. Y créeme, muchos no escogerían a Estados Unidos. Cortarías de tajo los lazos, esos que son de familia y de cultura, que unen a ese país con aliados clave. Piensa en nuestra gente, en los millones de mexicoamericanos. No somos solo un número en el censo; somos puentes vivos que facilitan el comercio, la diplomacia, el entendimiento. Esta ley quema esos puentes. Económicamente, es de una ignorancia que asusta. Frenaría la llegada de talento a sus propias empresas y universidades. Le complicaría la vida a millones con sus herencias, sus casas en México, sus negocios familiares. Sería un desmadre legal. Pero el daño más profundo es otro. Sería la señal definitiva de que Estados Unidos le da la espalda a su propia historia, a su mito de ser una nación de inmigrantes. Sería encerrarse en una concha, muertos de miedo. Convertirían la ciudadanía, que se supone es un derecho sagrado, en un privilegio que el gobierno te puede quitar si no le gusta cómo piensas. Te obligarían a renunciar a tu sangre, a tus raíces, a cambio de un pasaporte. Esto no los hace más fuertes. Los hace más chicos, más pobres, más débiles y más paranoicos. Una cárcel.

Más allá del puro teatro político, ¿esta cosa es siquiera legal allá? ¿O nomás están ladrando para asustar al gallinero?

Legalmente, esta propuesta nació muerta. La Suprema Corte de allá ha dicho mil veces que el gobierno no le puede quitar la ciudadanía a alguien a la fuerza, sin que la persona renuncie voluntariamente. La Enmienda 14 de su Constitución es un muro contra este tipo de abusos. Y los que escribieron esta cochinada de ley lo saben perfectamente. Sus abogados no son tontos; son víboras. El verdadero objetivo no tiene nada que ver con ganar en una corte. Tiene todo que ver con ganar en la cultura. La meta no es cambiar una ley, es podrir la fe de la gente en el sistema. Al proponer algo tan extremo, lo normalizan. Te inyectan el veneno en la sangre. Y aunque el cuerpo se defienda esta vez, el virus se queda adentro. La primera ley no pasa. La segunda, un poquito más “moderada”, ya se discute en serio. La tercera, enfocada nomás en un grupo que les caiga gordo, encuentra a un juez que les hace el paro. Es una guerra de desgaste contra la idea de un Estados Unidos abierto y plural. El objetivo final es crear un ambiente donde ser ciudadano no sea un derecho, sino un premio que el gobierno te da si te portas bien. Es darle al Estado el poder de decidir quién es un “verdadero” americano y quién no. Un poder terrorífico que, una vez que lo tienen, lo pueden usar contra quien sea. Hoy es la doble nacionalidad. Mañana, ¿qué va a ser? ¿Tu apellido? Están probando a la gente. Si la gente no se defiende con uñas y dientes ahora, la que sigue va a venir peor.

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