McGregor vs Khabib: La Estafa de NFTs al Desnudo

McGregor vs Khabib: La Estafa de NFTs al Desnudo

McGregor vs Khabib: La Estafa de NFTs al Desnudo

Otro Día, Otro Dólar. ¿O Debería Decir, Otro Píxel?

A ver, ¿esto es nomás el tercer round de la telenovela de McGregor y Khabib?

¿Neta crees que esto se trata de su legado? ¿Del pique que se traen desde el UFC 229? Por favor, hay que ser realistas. Esto ya no se trata de pelear. Ese barco ya zarpó, se hundió y lo vendieron como chatarra. Este es el nuevo campo de batalla, un salvaje oeste digital donde los antiguos titanes de la jaula ahora venden baratijas digitales a fans desesperados por cualquier conexión con sus héroes ya desvanecidos. Que Conor McGregor, el maestro del espectáculo y la autopromoción, lance acusaciones contra Khabib Nurmagomedov por unos ridículos ‘sombreros NFT de Daguestán’ no es la continuación de una rivalidad; es una guerra por el territorio. Son dos pistoleros retirados discutiendo sobre quién puede vender el aceite de serpiente más caro en la feria del pueblo. El octágono ya fue. La nueva arena es tu cartera de criptomonedas.

No nos hagamos güeyes. Cuando McGregor le dice ‘pendejo’ a Khabib y tacha su proyecto de ‘estafa’, no está jugando el papel de un defensor del consumidor. Esta no es una cruzada noble para salvar al hombre común de la ruina financiera. Ni de chiste. Es una movida de marketing calculada por un hombre que entiende el poder de un titular mejor que nadie. Ve que Khabib se está metiendo en un espacio lucrativo (el espacio del fraude digital, para ser claros) y quiere o envenenar el pozo o quedarse con su propia rebanada del pastel. Es negocio puro y duro. La bronca entre ellos es solo el dulce que ayuda a que la píldora venenosa de los esquemas de cripto patrocinados por celebridades pase más fácil para el público.

El Traje Nuevo del Emperador Digital

¿Qué es exactamente esta ‘estafa’ que McGregor está señalando?

Vamos a analizar esta obra maestra digital, ¿les parece? El negocio de Khabib, hasta donde podemos ver, involucra NFTs ligados a sombreros digitales. Papakhas, para ser exactos. Pagas dinero real, de a de veras, por un token único e irremplazable que demuestra que ‘posees’ una representación digital del sombrero que él hizo famoso. Piensa en eso por un segundo. No te dan un sombrero. No te lo puedes poner. No lo puedes tocar. Obtienes una línea de código en un libro de contabilidad blockchain que dice que un JPEG específico de un sombrero peludo te pertenece. Es el equivalente digital a comprar un certificado que dice que eres dueño de una nube específica en el cielo. No significa nada, pero se las han arreglado para ponerle un precio. Mis respetos.

El discurso de venta es siempre el mismo, lleno de palabrería como ‘comunidad’, ‘utilidad’ y ‘exclusividad’. Prometen que estos NFTs te darán acceso a un club especial, a chats privados con Khabib (probablemente manejados por un becario de 22 años), o tal vez incluso un descuento en futuras chucherías digitales que planean vender. Es el clásico truco de la zanahoria y el palo. Te venden el producto inicial con la promesa de un valor futuro que rara vez, o nunca, se materializa. El valor se sostiene enteramente por el puro hype y la esperanza de que puedas venderle tu sombrero digital a otro pobre diablo por más de lo que pagaste. Es menos una inversión y más un juego de la papa caliente con los ahorros de la gente. Cuando la música se detiene, y siempre lo hace, alguien se queda con un token sin valor y una cartera vacía.

¿Un Santo con Tenis de Diseñador?

Entonces, ¿McGregor es el bueno aquí, el que denuncia el fraude?

¡No manches! Decir que Conor McGregor es un héroe en esta situación es como llamar pastor a un lobo porque le ladró a otro lobo. Es la máxima hipocresía. McGregor, un tipo cuya marca entera se basa en presunciones ostentosas de riqueza y que ha puesto su nombre en todo, desde whisky hasta trajes a la medida, ¿de repente es un campeón del pueblo? ¡Por favor! No olvidemos sus propios coqueteos con el mundo cripto y otros negocios que caminan en la delgada línea entre el marketing brillante y aprovecharse del consumismo aspiracional. Su coraje no nace de principios; nace de la envidia y el fuego competitivo.

Este es un ataque estratégico, así de simple. Él sabe que la palabra ‘estafa’ es una bomba nuclear en el ya volátil y desconfiado mundo de las criptomonedas y los NFTs. Al colgarle esa etiqueta al proyecto de Khabib, socava una fuente de ingresos de su rival después del retiro. Es un golpe bajo fuera de la jaula. Que Khabib responda llamándolo ‘mentiroso’ es simplemente la reacción predecible. Ambos están atrapados en su propio círculo vicioso de animosidad, pero esta vez, lo que está en juego son las cuentas bancarias de sus fans, no un cinturón de campeonato. McGregor no te está protegiendo; solo se está asegurando de que si vas a tirar tu lana a la basura en la fantasía digital de un peleador, la tires en *su* fantasía digital.

Los Verdaderos Perdedores

Si ambos solo están persiguiendo la lana, ¿quién sale perdiendo?

Los fans. Siempre los fans. Los seguidores leales que ahorraron para los pago por evento, que compraron las playeras, que defendieron a su peleador favorito en discusiones interminables en línea. Ellos son el objetivo. A ellos les están vendiendo un cuento chino, una promesa de que poseer un pedazo de algo digital y efímero los acercará a sus ídolos. Estos peleadores, que construyeron sus leyendas sobre cimientos de autenticidad, garra y cercanía (o al menos una versión comercializable de ella), ahora están cobrando ese capital de buena voluntad por el producto más falso y artificial que se pueda imaginar.

Están aprovechando años de conexión emocional construida a base de sangre, sudor y violencia televisada para vender algo sin valor intrínseco. Es una traición. Un joven fan en Dublín o un chavo en Daguestán que admira a estos hombres como modelos de fuerza y honor ahora escucha que la mejor manera de mostrar apoyo es apostar su dinero en un activo digital especulativo. Es una movida profundamente cínica y depredadora que mancha sus legados mucho más de lo que cualquier derrota en la jaula podría hacerlo. Están convirtiendo a sus bases de fans en la liquidez de salida para sus negocios cuestionables. Es asqueroso. Punto.

Un Vistazo a un Futuro Sombrío

¿Qué nos dice todo este circo sobre el futuro de los atletas?

Esta es la nueva frontera de la monetización de la fama, y es deprimente. La era de los simples patrocinios se acabó. ¿Para qué recibir un pago fijo por usar unos tenis cuando puedes crear tu propia economía digital y vender acciones de tu propia fama directamente a tus seguidores? Esta bronca entre McGregor y Khabib es un adelanto de lo que viene. Nos dirigimos hacia un futuro donde los atletas no son solo artistas; son plataformas. Son caseros digitales, y sus fans son los inquilinos que pagan renta por una fugaz sensación de conexión. Te venderán ‘terrenos’ digitales en su metaverso personal, tokens de acceso a su contenido ‘exclusivo’ (que será de todo menos eso), y propiedad fraccionada de sus mejores momentos.

Imagina pagar por un NFT que representa una millonésima parte del knockout de McGregor a José Aldo con su mano izquierda. ¿Y eso qué te da? Nada. Absolutamente nada, excepto el ‘derecho a presumir’ que eres dueño de un pedazo de un recuerdo. Es la financiarización de todo, la transformación del logro humano y la conexión emocional en una clase de activo negociable y especulativo. Los sombreros digitales de Khabib son solo el comienzo. Es una carrera para ver quién puede digitalizar y vender su alma primero. Y en esta pelea, no hay ganadores. Solo dos expeleadores muy ricos y una larga fila de fans preguntándose por qué sus sombreros digitales de repente no valen ni la electricidad que se usó para crearlos.

McGregor vs Khabib: La Estafa de NFTs al Desnudo

Foto de comuirgheasa on Pixabay.

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