Medellín-América: La Neta de la Crisis del Futbol
El Circo del Partido ‘Clave’ y lo que Nadie te Dice
A ver, vamos a dejarnos de cuentos. Todos los medios están gritando que este es el partido del siglo, el choque de vida o muerte entre el Independiente Medellín y el América de Cali. Nos quieren vender un cuento de hadas de héroes con shorts y genios tácticos en la banca del Atanasio Girardot. Hablan de los escenarios, de qué pasa si el DIM gana, empata o pierde. Todo muy bonito, muy dramático, y una completa mentira. Esto no se trata de futbol, no realmente. Esto es una auditoría pública de dos equipos con más problemas que un político en campaña, aferrándose como pueden a un barranco financiero. Este partido no es el evento, es el síntoma de una enfermedad que carcome al futbol sudamericano.
El formato de los ‘cuadrangulares’ de la Liga BetPlay es, en esencia, una telenovela. Un teatro montado para maximizar el rating y la venta de boletos, no para encontrar al mejor equipo. ¿No me creen? Miren al Medellín. Se partieron la madre toda la temporada regular, el ‘todos contra todos’, para terminar de líderes. ¿Y cuál fue su premio? Los avientan a una jaula con otros tres equipos donde una mala noche, un pinche rebote con mala suerte, y todo su trabajo de meses se va a la basura. Es un modelo de negocio genial si eres la televisora, claro. Para los clubes, es jugar a la ruleta rusa con el presupuesto del siguiente año. La presión no es por levantar una copa, ¡qué ingenuos! Es por amarrar el boleto a la Copa Libertadores. Ahí está la lana de verdad. El billete continental. Eso lo es todo.
Así que cuando vemos al Medellín, el supuesto súper líder, contra las cuerdas, sabiendo que cualquier cosa que no sea ganar es un desastre total, no estamos viendo una historia de superación deportiva. Estamos viendo a un club al borde de la quiebra. Esa frase de “ganar o ganar” no es la arenga de un entrenador motivado. ¡Es una orden directa del contador! Un empate o una derrota no significa solo quedar fuera de la liguilla; significa un recorte de presupuesto brutal, significa malbaratar a tus mejores jugadores a equipos de la Liga MX o de Brasil, y significa otro año de promesas rotas a una afición que se desvive por ellos. Es un círculo vicioso, y el propio sistema de competencia lo alimenta.
Fantasmas, Deudas y la Presión de la Historia
Para entender la desesperación en esa cancha, hay que entender el bagaje que cargan estos dos monstruos. Son gigantes del futbol colombiano, pero sus historias pesan como plomo. El Independiente Medellín, el “Poderoso de la Montaña”, vive en una ansiedad constante, siempre a la sombra de su vecino más ganador, el Atlético Nacional. Su historia es de momentos brillantes seguidos de sequías larguísimas y dolorosas. Esto crea un ambiente tóxico donde la palabra “paciencia” no existe en el diccionario. La directiva lo siente, los jugadores lo sudan, y los hinchas (los que de verdad dejan todo en la tribuna) lo viven a diario. ¿Que fueron el mejor equipo de la fase regular? Ahorita eso no le importa a nadie. Ese logro ya es papel de baño si fracasan en el cuadrangular. Esa es la crueldad de este formato. Tira a la basura la consistencia a cambio de unos cuantos partidos de alto morbo y alta facturación.
Y del otro lado está el América de Cali. “La Mechita”. Un club con una historia tan ligada al oscuro pasado del narcotráfico de los 80 y 90 que es imposible hacerse de la vista gorda (aunque a los directivos de la liga les encantaría). Aunque el club ya dejó atrás esa época, esa herencia creó una cultura de ganar a como dé lugar y una afición masiva y exigente que no acepta mediocridades. Ya sufrieron la humillación de pasar cinco años en la segunda división, algo impensable para un equipo de su tamaño. Su regreso a primera fue como un exorcismo. Pero los fantasmas siguen ahí. La presión por volver a ser ese equipo temible, ese gigante continental, es brutal. No están jugando solo por pasar de ronda; están jugando por limpiar un legado manchado, por demostrar que la grandeza no se ha ido. Es un peso casi insoportable.
Entonces, lo que tenemos en la cancha son dos instituciones, cada una ahogada en su propia versión de la desesperación histórica, enfrentándose en un sistema diseñado para exprimir esa misma desesperación. Los jugadores son solo los títeres. El guion verdadero se escribe en las oficinas, con la pluma de los contratos de televisión y los patrocinios. Los técnicos hablan de táctica, que si la presión alta, que si la posesión… pura pantalla. Saben perfectamente que su chamba pende de un hilo, del resultado de 90 minutos que depende más de la suerte o de un error arbitral que de todo lo que planearon durante el año. Es un circo, maroma y teatro.
El Desmadre que Viene Después
El silbatazo final no será el fin de la historia. Será el inicio del desmadre. Analicemos los escenarios que tanto le gustan a la prensa, pero veamos qué significan de verdad. Si el Medellín no gana, la máquina de culpas se va a prender antes de que los jugadores se metan a bañar. Será rápido y sin piedad. El técnico, que hace unas semanas era un genio por la temporada regular, será tachado de fracasado, de pecho frío. La narrativa convenientemente olvidará que el sistema está hecho para crear precisamente estos fracasos espectaculares. Los jugadores estrella, antes ídolos, serán señalados, y sus agentes empezarán a moverlos como ganado para venderlos antes de que se devalúen. El club sacará un comunicado chafa prometiendo “reestructuración” y “aprender de los errores”, puro atole con el dedo para calmar a la gente hasta que el circo empiece de nuevo.
¿Y si ganan? ¿Qué cambia? Nada de fondo. Ganan un respiro. Un poco de aire. La presión no desaparece, nomás se pasa para el siguiente partido, y el siguiente. Los problemas estructurales—la fragilidad económica, depender de un torneo volátil para sobrevivir, el peso de las expectativas—no se curan con un gol. Solo les echan una manita de gato para aguantar otra semana. Ganar solo mantiene la maquinaria andando, alimentando a la misma bestia que tarde o temprano se los va a tragar. Es una victoria hueca, un curita en una herida de bala.
Este partido es un reflejo perfecto de la enfermedad que tiene gran parte del futbol en nuestro continente. Nos venden la idea romántica de la pasión, de las tribunas que vibran, del talento que brota en las calles. Y algo de eso es cierto. Pero debajo hay una base podrida de mala administración, de proyectos cortoplacistas y de una dependencia enfermiza de vender a sus mejores jugadores para poder pagar la luz. Los clubes no son semilleros; son mercados sobre ruedas. Este juego entre Medellín y América no es una fiesta del deporte. Es una lucha encarnizada y desesperada por la lana necesaria para sobrevivir otros seis meses en un sistema fundamentalmente roto. Y lo más triste de todo es que no importa quién gane en el marcador. El futbol, el juego en sí, ya perdió hace mucho.






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