Nevada en Iowa Revela la Fragilidad de Estados Unidos

Nevada en Iowa Revela la Fragilidad de Estados Unidos

Nevada en Iowa Revela la Fragilidad de Estados Unidos

A ver, ¿nieva en Iowa y es noticia mundial?

Y la rueda vuelve a girar. Como cada año, un fenómeno meteorológico completamente predecible ocurre en una región del mundo donde siempre ocurre, y el circo mediático internacional lo trata como si hubiera caído un asteroide. Una tormenta de nieve en Iowa. Los titulares gritan que los viajes son un “caos”, que los totales de nieve son “históricos” y se respira un aire de pánico generalizado porque cayó agua congelada del cielo en un lugar famoso por sus inviernos brutales. Pero seamos serios, esto no es una noticia sobre el clima. Para nada. Es una historia sobre una amnesia colectiva, casi intencionada, y sobre la increíble fragilidad de un sistema que se jacta de ser el más avanzado del mundo pero que se hinca ante unos cuantos centímetros de nieve.

Es, francamente, un chiste.

El Gigante con Pies de Barro

Porque la pregunta importante aquí no es “¿cuánta nieve cayó?”, sino “¿por qué diablos una nevada ordinaria en el centro de Estados Unidos tiene el poder de cortar las arterias vitales de la economía gringa y, de paso, la nuestra?”. La respuesta es incómoda. Porque todos nos hemos creído el cuento de la logística “justo a tiempo”, ese ballet perfectamente sincronizado de tráileres, trenes y aviones que opera sin margen de error y asumiendo que el cielo siempre estará despejado. Este sistema es una maravilla de eficiencia cuando funciona. Pero no tiene resiliencia. No tiene aguante. Y cuando una simple tormenta invernal—no un huracán categoría 5, no un terremoto, sino una maldita nevada predecible—golpea un punto neurálgico como Iowa, todo el castillo de naipes empieza a temblar. Esto no es una sorpresa. Es un defecto de fábrica. El que haya sido después del Día de Acción de Gracias es pura anécdota para la nota roja; la vulnerabilidad de fondo existe todos los días del invierno, una bomba de tiempo silenciosa esperando a que baje la temperatura. El “shock” de los presentadores de noticias es puro teatro, una farsa para distraernos de la realidad: que los genios que diseñaron las cadenas de suministro globales olvidaron consultar un calendario.

¿Cómo nos pega este desmadre en México?

Te están diciendo que te preocupes por los vuelos cancelados y los gringos que no pudieron volver a casa. Es una distracción deliberada, enfocando tu atención en un problema trivial y personal para ocultar el fracaso sistémico que está ocurriendo. El verdadero costo de esta tormenta no se mide en horas de espera en el aeropuerto; se mide en la parálisis del corazón agrícola e industrial de Norteamérica. Porque Iowa no es un simple estado de paso. Es un activo estratégico continental. Es la piedra angular del suministro de alimentos del mundo. Cuando sus carreteras se cierran, no solo se quedan varados los turistas. Se quedan varados los camiones que llevan alimento para ganado. Se quedan varados los tráileres refrigerados que transportan carne de cerdo desde sus plantas procesadoras hasta los puertos y, eventualmente, hasta los supermercados en México. Es toda la red de comercio que asegura que haya comida en la mesa y productos en las tiendas la que se ve afectada.

El Efecto Dominó que Cruza la Frontera

Y por cada día que la carretera Interestatal 80 es un estacionamiento de hielo, se desata una cadena de consecuencias que llega hasta nosotros. Una granja de cerdos en Iowa no recibe su entrega de pasta de soya, lo que pone en riesgo a sus animales y eleva sus costos. Una planta procesadora de carne baja su producción porque sus trabajadores, muchos de ellos latinos, no pueden llegar a la chamba. Esa demora se sentirá como un aumento en el precio del tocino o las chuletas en la Ciudad de México en un par de semanas. Las plantas de etanol, clave en la mezcla de combustibles, reducen operaciones. Los camiones que deberían estar cruzando por Laredo o Reynosa están atrapados en la nieve. Esto no es poca cosa. Son los engranajes de la economía moderna, y están siendo ahogados por algo tan mundano como la nieve. Lo que estamos viendo es una prueba de estrés en vivo y en directo para la arquitectura económica de nuestro vecino, y los resultados no son nada buenos. Su sistema es quebradizo, optimizado para condiciones perfectas e peligrosamente dependiente de rutas que son un riesgo climático conocido. Es un error estratégico monumental del que México es, por proximidad y dependencia, un rehén.

¿Es esto un ensayo para un colapso mayor?

Sin duda alguna. Pero llamarlo “ensayo” implicaría que alguien está aprendiendo la lección, y no hay evidencia de ello. Esta tormenta debería ser vista como una simulación de bajo riesgo de una catástrofe mucho mayor. Es el escenario perfecto para observar cómo responden sus sistemas bajo presión moderada. ¿Y qué es lo que vemos? Caos inmediato. Compras de pánico. Cadenas de suministro que se rompen en sus eslabones más débiles. Una respuesta reactiva, de bomberazo, por parte de autoridades que parecen sorprendidas de que exista el invierno. Ahora, llevemos esto más allá. Sustituyamos la nevada por un evento realmente impredecible o malicioso. ¿Qué pasaría si no fuera una tormenta, sino un ciberataque coordinado que tumbara la red eléctrica en esa misma región, como casi pasó en Texas? Los efectos físicos—el cierre del transporte, el comercio, las comunicaciones—serían muy similares, pero multiplicados por mil y sin un final claro. La incapacidad de preparar su infraestructura crítica para eventos predecibles, después de repetidas advertencias, no es solo negligencia. Es un abandono de su propia seguridad nacional. Porque la estabilidad económica y logística *es* seguridad nacional. Esta tormenta es una advertencia gratuita. Y la indiferencia con la que la tratan es una señal de alerta máxima para México, cuya economía baila al son que le tocan al norte de la frontera.

Lecciones no aprendidas para un vecino incómodo

Al final, ¿qué podemos sacar en limpio de este espectáculo de incompetencia? Primero, una dosis de realidad. El coloso del norte tiene pies de barro. Su infraestructura, tan presumida, es vulnerable a las cosas más básicas. Segundo, una lección sobre la dependencia. La estrategia de “nearshoring” y la integración económica con Estados Unidos es una apuesta de doble filo; nos ata a un socio comercial poderoso pero sistémicamente frágil. Cada vez que su sistema flaquea, nosotros sentimos el golpe. Y tercero, una oportunidad para la reflexión. Mientras ellos se paralizan por la nieve, México enfrenta huracanes, sismos y crisis propias con una resiliencia forjada a base de necesidad y, a veces, de ingenio. No es para cantar victoria, porque tampoco cantamos mal las rancheras en cuanto a problemas, pero sí para observar con ojo crítico. Ver a una superpotencia arrodillada por el clima es un recordatorio poderoso de que el control es una ilusión y que la verdadera fortaleza no está en la eficiencia de los buenos tiempos, sino en la capacidad de aguantar los golpes cuando las cosas se ponen feas. Y por lo que se ve, el vecino no aguanta mucho.

Nevada en Iowa Revela la Fragilidad de Estados Unidos

Publicar comentario