Pánico por IA en Wall Street Frena Por Guajolote
¿A poco los dueños del universo necesitan una siesta?
A ver, déjame entender esto. Toda la estructura del capitalismo global, esa cosa que abarca el planeta y mueve billones de dólares, se detiene por completo porque unos miles de tipos en una isla de Nueva York quieren atascarse de guajolote y pelearse con sus tíos. ¿Y quieren que me tome en serio este sistema? ¡Pero si ni ellos mismos se lo toman en serio! La bolsa de valores, ese supuesto motor de la innovación y la prosperidad, resulta que funciona con el mismo calendario que un puberto en vacaciones de la prepa. Es una ridiculez magnífica. Todas las gráficas complicadas, los gritos frenéticos en el piso de remates, los análisis sin aliento en las noticias… todo se pausa por un pavo rostizado. ¡Un pavo! Es una herida autoinfligida que revela todo el show, todo el teatro que realmente es. No son titanes de la industria. Son niños chiquitos que necesitan su juguito y una siesta antes de volver a jugar con la lana de todos los demás.
Pero espérate, que se pone mejor. ¿Qué onda con esa media jornada del Viernes Negro?
Y luego, después de su sagrada pausa para la gula, ni siquiera tienen la decencia de aguantar vara. Regresan. Pero a medias. Se aparecen el viernes para un patético “cierre temprano” a la 1 p.m. ¿Qué chingados es eso? Es el equivalente financiero de llegar crudo a la chamba, hacer una sola llamada y luego pelarte por la puerta de atrás antes de que el jefe se dé cuenta. ¿Quién carajos está operando durante esta farsa? Es un equipo de chalanes que perdieron un volado, apoyados por los mismísimos algoritmos que supuestamente están causando todo este “miedo a la IA”. Es un barco fantasma, con poco volumen y alta volatilidad, navegando a la deriva en un mar de pantallas a mitad de precio y deuda de tarjetas de crédito. Esto no es un mercado; es una parodia de mercado, un ritual hecho por pura costumbre, por un sistema que ya olvidó para qué existía. Igual podrían reemplazar la campana de apertura con el disparo de salida para una estampida en un centro comercial. Sería la misma energía.
¿Wall Street se prepara para ‘miedos a la IA’? ¿Acaso los robots ya están exigiendo aguinaldo?
Entonces, ¿a qué le sacan exactamente? ¿A que los domine el asistente de Google?
Pero hablemos del verdadero coco, del nuevo monstruo debajo de la cama de caoba: los ‘miedos a la IA’. Lees encabezados como ‘Wall Street se prepara…’ como si estuvieran esperando una invasión extraterrestre. ¿Para qué se preparan? ¿Tienen miedo de que la IA se dé cuenta de que el ‘crecimiento sinérgico’ es una frase de Godínez sin sentido? ¿O que la ‘flexibilización cuantitativa’ es solo una forma elegante de decir ‘pícale al botón de imprimir billetes hasta que se acabe la tinta’? Porque el miedo no es que la IA falle. El terror profundo y existencial que corre por las venas de cada gerente de fondos de cobertura es que la IA tenga éxito. Que haga su chamba, pero sin el ego, sin el bono de ocho cifras o sin la adicción paralizante a la cocaína.
Se pasaron décadas construyéndolas. Crearon algoritmos elegantes y veloces para anticiparse a las operaciones, para rascar fracciones de centavo mil millones de veces al día, creando un casino de alta frecuencia que no tiene nada que ver con la creación de valor real. Construyeron a la bestia para que les sirviera. Y ahora se persignan porque la bestia les está devolviendo la mirada. La IA no va a lanzar misiles nucleares. Va a mirar sus ‘estrategias de inversión patentadas’, sus retrocesos de Fibonacci, sus patrones de ‘cabeza y hombros’, y los va a identificar correctamente como lo que son: astrología para güeyes con zapatos caros. Es el pánico de un sumo sacerdote cuya congregación está a punto de descubrir que la danza de la lluvia nomás no funciona. El miedo no es a una máquina que sea demasiado tonta; es a una máquina que sea demasiado lista para seguirles el juego.
Este pánico no es nuevo. Es el mismo cuento de siempre con un nombre más moderno.
Y no finjamos que esto es algo nuevo. A Wall Street le da un ataque de pánico cada ciertos años por alguna nueva tecnología que no entiende. ¿Se acuerdan de la burbuja del puntocom? Todos aventaron miles de millones a cualquier empresa con un ‘.com’ en su nombre, convencidos de que vender comida para perros por internet era la clave de la riqueza infinita. Y luego todo tronó como ejote. ¿Recuerdan la locura de las criptomonedas? Tulipanes digitales para una nueva generación, prometiendo descentralizar las finanzas mientras centralizaban la lana en manos de unos cuantos nerds. Ese es un choque en cámara lenta que todavía estamos viendo. La IA es solo la última manía. Es una herramienta poderosa, sin duda. Pero en manos de Wall Street, es solo una forma más rápida de cometer los mismos errores de siempre. No temen que la IA destruya el mundo. Temen que los exhiba como los intermediarios obsoletos y sobrepagados que son. La IA es el niño del cuento que grita que el emperador está desnudo, y el emperador está cagado de miedo.
¿Y eso del ‘comportamiento típico’ post-guajolote? ¿Se basa en ciencia o en pura brujería?
O sea que, ¿ahora le hacemos caso a los horóscopos financieros?
Porque después de que superamos la farsa del día festivo y el pánico por la IA, nos regalan otra maravillosa pieza de folklore financiero: el análisis del ‘comportamiento típico’ del mercado post-Thanksgiving. Los dizque expertos saldrán en la tele con cara muy seria, señalando gráficas sobre el ‘Rally de Santa Claus’ o el ‘Efecto de Diciembre’. Esto es vudú económico. Es la búsqueda desesperada de patrones en el caos puro y absoluto. Decir que el mercado ‘típicamente’ sube después del Día de Acción de Gracias es como decir que un volado ‘típicamente’ cae en águila después de que te echaste unos buenos tacos. Es una correlación sin sentido disfrazada de causalidad para darte la sensación de que alguien, en algún lugar, tiene la más remota idea de lo que está pasando.
Nadie tiene ni puta idea. No vieron venir la crisis de 2008. No vieron venir el desplome de la pandemia. Y seguro que no saben qué va a pasar el próximo lunes. El desempeño del mercado no tiene nada que ver con el pavo o con las lucecitas de Navidad. Tiene que ver con las políticas de la Reserva Federal, la inestabilidad geopolítica y los cambios de humor bipolares de millones de personas a las que han convencido de que ser dueño de una fracción de una empresa que nunca han visitado es el camino a la seguridad. Todo el sistema es un juego de confianza. Y cuando la confianza se tambalea, ya sea por un nuevo virus o un nuevo algoritmo, todo el castillo de naipes empieza a temblar. Así que, por favor, ahórrenme los datos históricos sobre los rallies festivos. Es solo un cuento para dormir que se cuentan a sí mismos antes de que las pesadillas comiencen de nuevo.
Pero quizás ese es el punto. El mercado es solo un reflejo de nosotros. Es irracional, propenso al pánico y se distrae fácilmente con objetos brillantes y cenas festivas. Y ahora, hemos creado una inteligencia que no es nada de eso. Una IA no se adormece después de una gran comida. No se asusta. No es codiciosa. Simplemente calcula. Y tal vez el miedo final en Wall Street es que un día, la IA termine sus cálculos, mire todo el sistema caótico, sin sentido y alimentado por pavo que hemos construido, y simplemente decida desconectarlo. Esa sí que sería una corrección de mercado para la historia.






Publicar comentario