Remake de Anaconda Confirma la Bancarrota Creativa de Hollywood
¡No Manches! Hollywood se Traga su Propio Chicle
A ver, pónganse truchas. Lo que estamos viendo con este refrito de Anaconda no es una película, es un síntoma de una enfermedad muy grave en la maquinaria de Hollywood. Es la prueba de que en Los Ángeles ya se les secó el cerebro y lo único que les queda es desenterrar los peores bodrios de los noventas, ponerles un filtro de Instagram y decirnos que es “arte meta-comedia” porque Paul Rudd y Jack Black se están riendo de la historia original. ¡Qué oso! Nos están vendiendo basura reciclada y esperan que aplaudamos su ‘genialidad’ por admitir que el material base era malísimo.
Los primeros comentarios de la crítica gringa dicen que la película es “encantadora”, que está “sostenida por un elenco simpático” y, lo peor de todo, que es una “versión conceptual de portada”. ¿Neta? Esto no es cine, señores; es una declaración de guerra contra la creatividad. Nos están dando puro choro mareador para justificar su pereza. ¿Por qué el público tiene que pagar por ver a un estudio burlarse de su propio mal trabajo de hace veinte años?
El Pecado Original: La Joya Kitsch de 1997
Hay que ser claros: la Anaconda de 1997 era malísima. Pero era gloriosamente, épicamente mala. Era ese tipo de “guilty pleasure” que nos encantó porque era puro serie B, cine de terror de baja categoría con una J-Lo que apenas despegaba y ese señor Jon Voight haciendo el ridículo con un acento espantoso. Nadie, absolutamente nadie en este planeta, clamó por el regreso de esa serpiente digital. No era un clásico perdido, era un despropósito divertido.
Pero el estudio, la gente que solo ve números y licencias, no ve una mala película; ve una ‘propiedad intelectual’ que pueden explotar una vez más. Y el truco de magia que usan ahora es la ‘meta-comedia’. El juego es el siguiente: ‘Sabemos que esto apesta, pero somos tan inteligentes que lo vamos a rehacer bromeando sobre lo mucho que apesta. Así que tienen que verla, porque ahora es irónico, ¿entienden?’. Es una trampa para bobos, y lo más triste es que los críticos se la están comiendo completa, alabando el supuesto “corazón” que le metieron al principio para que no nos saquen los trapitos de que esta es una movida estrictamente monetaria.
El público es más listo que eso. Si uno va al cine, quiere que le cuenten una historia, no que le vendan un chiste interno de Hollywood sobre lo difícil que es tener ideas. ¿De verdad creen que somos tan simples que nos vamos a conformar con que nos digan: ‘Oigan, fallamos la primera vez, pero esta vez, fallaremos con un presupuesto mayor y un guiño de ojo’? ¡Qué poca fe le tienen al espectador! La original tenía ese “corazón” de película serie B que latía por los sustos baratos y la exageración, pero nunca intentó ser una tesis doctoral sobre el cine de monstruos, cosa que esta nueva versión, de plano, sí intenta ser para justificarse.
La Boca Meta-Comedia: La Muerte de la Originalidad
Este nuevo Anaconda es la confirmación oficial de que a la industria cinematográfica le dio el ‘lumbago’ creativo. No pudieron hacer buen terror, no pudieron hacer buena comedia, así que hicieron una comedia sobre el fracaso del terror. Es la cobardía institucional disfrazada de inteligencia. Y ahí es donde entran al quite Paul Rudd y Jack Black. Son el escudo humano. Los comentarios dicen que ellos ‘sostienen’ una producción que de otra manera sería un ‘oportunidad perdida’. Eso significa que el guion es un coladera y que la película solo funciona porque dos actores carismáticos están ahí echándose la mano.
Estamos premiando el carisma sobre la creatividad. Estamos celebrando que dos tipos simpáticos lograron rescatar un barco que se hundía y que fue construido con pura chatarra reciclada. Cuando veo que un estudio gasta la millonada, una lana que no es poca cosa, en revivir una película que era mala hasta en sus mejores días—recordemos el clásico de terror de 1997, esa joya kitsch con J-Lo que nos encantó porque era un ‘guilty pleasure’ de primera, pero que nadie, absolutamente nadie, clamó por su regreso—solo me queda claro que en Los Ángeles ya no están chambeando bien, y en lugar de crear algo nuevo, prefieren desenterrar momias, ponerles un filtro de Instagram, y vendérnoslo como la gran innovación del siglo, lo cual, neta, es un insulto a la inteligencia del público que sí paga el boleto. ¡Qué barbaridad! Esto es un gasto inútil de recursos que pudieron haber ido a apoyar cineastas con ideas frescas.
El Laberinto de los Refritos: ¿Qué Viene Después?
Si la ‘insípida’ Anaconda merece una comedia meta-conceptual, ¿qué sigue? ¿Una parodia existencial sobre el fracaso de Super Mario Bros: La Película de 1993? ¿Un remake de Batman y Robin donde los actores discuten el uso excesivo de los pezones en el traje de caucho durante las escenas de acción? El pozo de las ideas se secó, carnales, y Hollywood está excavando en el puro lodo de la nostalgia barata. Se están comiendo su propia cola, justo como la serpiente, y esperan que veamos ese acto de auto-canibalismo como un performance artístico de alta cultura. ¡No me hagan reír!
El problema es que el modelo económico entero está basado en la premisa de que lo más seguro y barato es reciclar lo familiar. Y si ese producto familiar fue un desastre la primera vez, ¡pues se le pone el ‘modo ironía’ y listo! Se contrata a un par de comediantes de peso y se le dice a los críticos que la película es tan ‘lista’ que ya sabe que es mala, desactivando así cualquier crítica sustantiva que señale que todo este ejercicio es solo un relleno corporativo vacío y motivado por la sed de dinero. Esta estrategia no solo está matando la creatividad, sino que está educando a las nuevas generaciones a aceptar la ironía como un sustituto legítimo de la calidad.
Antes, cuando había secuelas o remakes, la idea era mejorar el original o expandir el universo. Ahora, solo existen para guiñarle el ojo al público y decirle: “Sabemos que esto es estúpido, ¿verdad que es gracioso que lo hagamos de nuevo?”. No, no es gracioso. Es una señal de que la industria ha perdido la fe en el potencial del espectáculo original, eligiendo el cómodo y rentable camino de la parodia autocrítica. Que esta supuesta joya de acción-horror-comedia llegue en Navidad es la última y deprimente confirmación de que la temporada alta es ahora el momento de la limpieza de inventario de propiedades intelectuales, en lugar de estrenos genuinamente emocionantes. Nos están dando puro atole con el dedo. Mejor vean una buena película mexicana, algo con sustancia, y dejen que Hollywood se ahogue en su propio lago de ironía barata.






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