UNC: La Farsa Millonaria Que Se Hace Pasar Por Deporte
Otra Coronación Anunciada en el Paraíso
Y pues, ahí vamos de nuevo. La maquinaria baja al soleado paraíso de Florida, con sonrisitas y tenis recién salidos de la caja, listos para montar otro de sus shows para las cámaras. Lo llaman el ‘Fort Myers Tip-Off’. Un nombrecito bastante mono para un evento corporativo, prefabricado y estéril, diseñado nomás para rellenar un hueco en la programación de un martes por la noche. La Universidad de North Carolina, la crema y nata de la aristocracia del básquet, el equipo número 16 del país (un ranking comprado con décadas de favoritismo mediático), se va a enfrentar a St. Bonaventure. Ambos llegan con marca de 5-0. ¡Ay, qué emoción! La ilusión de que están al mismo nivel. El drama de dos equipos invictos chocando bajo las luces artificiales del Suncoast Credit Union Arena.
No me hagan reír, por favor. Esto no es un partido de básquetbol. Es una transacción. Es una conclusión cantada, envuelta en un marketing brillante y vendida como si fuera competencia de verdad. Es el ejemplo perfecto de todo lo que está podrido y corrupto en la NCAA y en esa industria que, cínicamente, llaman ‘deportes amateur’. Esto es una ejecución pública de las esperanzas de una universidad pequeña, televisada para el consumo de la gente en la semana de Thanksgiving.
El Cuento de los Invictos
Hablemos de esas marcas de 5-0, ¿quieren? El récord de UNC es una obra maestra de cobardía, cuidadosamente planeada. Se han pasado las primeras semanas de la temporada apaleando a equipos con presupuestos que no le alcanzan ni al club de ajedrez de una prepa, inflando sus estadísticas y creando una falsa confianza antes de que empiece la temporada de a de veras. Es una vieja maña de las conferencias poderosas. Juegan contra puros equipos de relleno, les dan minutos fáciles a sus novatos de cinco estrellas y se aseguran de que su récord se vea impecable para el comité de selección en marzo. Es una farsa. Una absoluta farsa.
¿Y St. Bonaventure? Su 5-0 seguramente se lo ganaron con sangre, sudor y estrategia de verdad, contra equipos de su calibre. Lucharon para llegar hasta aquí, solo para ser ofrecidos como el cordero de sacrificio en el altar de la marca UNC. Claro, les dan su buena lana por el problema. Un poquito de ‘exposición’ en la tele nacional. Esa es su recompensa por hacer el papel del perdedor designado en esta obra de teatro. Vuelan a Florida no con una oportunidad real de ganar, sino con la orden de por lo menos no hacer el ridículo en su derrota para que la transmisión valga la pena. Es patético, la neta.
Esto no es un choque de titanes. Es un monstruo corporativo preparándose para tragarse a una tiendita de la esquina. ¿Y lo peor? Que todos tenemos que verlo y fingir que es algo noble. Algo puro.
El ‘Estilo Carolina’… está Pavimentado de Oro
No puedes hablar de UNC sin hablar de la marca. El ‘Carolina Way’. Michael Jordan. Dean Smith. Los uniformes azul cielo que son prácticamente reliquias sagradas. Es una narrativa poderosa, y la han usado como arma para construir un imperio multimillonario sobre las espaldas de trabajadores no pagados (o bueno, ahora con la era del NIL, ‘medio-pagados’). Este no es un equipo universitario; es una sucursal de Nike, un proveedor de contenido para ESPN y el brazo de marketing de la propia universidad. Los jugadores son solo activos temporales, piezas intercambiables en una máquina que lleva décadas funcionando sin parar.
Piensen en los recursos. Los jets privados. Las instalaciones de entrenamiento que harían sonrojar a un equipo de la NBA. El ejército de tutores, entrenadores y gente de relaciones públicas cuyo único trabajo es mantener la máquina aceitada. Ahora comparen eso con St. Bonaventure, una pequeña universidad franciscana en una zona rural de Nueva York. El presupuesto de todo su departamento atlético es probablemente menos de lo que UNC gasta en reclutamiento y viajes en una sola temporada. Esto no es piso parejo. Nunca fue diseñado para serlo. El sistema está hecho para proteger a sus reyes, y UNC es de la realeza. Este juego en Fort Myers no es una prueba; es una ceremonia de coronación. Es una reafirmación del orden establecido, un recordatorio brutal para todos los equipos chicos: sepan cuál es su lugar.
Y mientras la máquina del básquetbol se lleva todos los titulares, ¿qué pasa con los logros de verdad? El propio boletín de la universidad esconde la nota importante. Reese Brantmeier, una tenista, gana un campeonato nacional. Un verdadero logro atlético, el pináculo de un deporte universitario. Pero, ¿dónde está su transmisión en horario estelar? ¿Dónde está su torneo en Florida? Como no genera la misma lana, es solo una nota al pie de página. Algo secundario. Mientras tanto, el equipo de fútbol americano ‘titubea’, que es la forma bonita de decir ‘no cumplió con las expectativas de ingresos’, y lo tratan como si fuera una crisis nacional. Eso te dice todo lo que necesitas saber sobre las prioridades. No se trata de educación. No se trata de deporte. Se trata del dinero. Siempre ha sido así y siempre lo será.
Crónica de un Partido Anunciado
Ya me lo imagino. La transmisión empezará con una toma de la playa, música inspiradora de fondo y comentaristas hablando de la ‘magia del básquetbol colegial’. Elogiarán la ‘garra’ y la ‘tenacidad’ de St. Bonaventure. Hablarán de su entrenador y de cómo ‘le saca el máximo provecho a sus jugadores’. Puras patrañas condescendientes. Es su forma de decir ‘no tienen talento de cinco estrellas, pero le echan ganitas’.
Los primeros diez minutos chance y hasta están parejos. St. Bonaventure, con la adrenalina a tope y la mentalidad de ‘no tenemos nada que perder’, meterá algunos tiros difíciles. Los jugadores de UNC, quizás un poco aburridos, jugarán a medio gas. Los comentaristas fingirán emoción. ‘¡Tenemos un juegazo, amigos!’. Entonces, llega el primer tiempo fuera comercial. El entrenador de UNC (un CEO en pants) calmadamente les recordará a sus futuras estrellas de la NBA que están haciendo el oso. Saldrán, apretarán la defensa solo un poquito y se abrirá la presa. De repente, St. Bonaventure no podrá ni tirar a la canasta. Un par de pérdidas de balón se convertirán en clavadas fáciles para Carolina. Un partido de 2 puntos de diferencia se convierte en uno de 12 en un lapso de tres minutos. Y se acabó. Colorín colorado.
Toda la segunda mitad será tiempo basura. Una cascarita glorificada. Los titulares de UNC jugarán lo suficiente para mantener sus estadísticas bonitas antes de darle paso a la banca. Los jugadores de St. Bonaventure, pobrecitos, seguirán luchando, pero su lenguaje corporal mostrará la cruda realidad de la diferencia de talento. Se subirán a su avión de regreso a Nueva York con su cheque y su ‘victoria moral’, mientras UNC avanza a su próximo evento hecho para la televisión. El sistema funciona. La máquina come. Y al público le venden una mentira.
El Futuro Sin Sentido
Este es el mundo en el que vivimos. Un mundo de colectivos NIL manejados por patrocinadores misteriosos, un portal de transferencias que ha convertido el deporte universitario en un mercado de locos, y realineaciones de conferencias que destruyen décadas de tradición por unos cuantos millones más en derechos de televisión. Este partido es solo un síntoma de una enfermedad más grande. Es un producto estéril y sin alma, diseñado para la máxima extracción de ingresos. Se acabaron los días de las rivalidades regionales auténticas y los estudiantes-atletas que de verdad iban a clase. Ahora todo es gestión de marca y potencial de mercado.
Así que cuando sintonicen el partido el martes, no le vayan a un equipo. Váyanle a que caiga un meteorito. Recen para que todo el sistema corrupto, hipócrita y explotador se venga abajo. Porque lo que están viendo no es un deporte. Es la muerte lenta y televisada de un ideal, representada en una duela brillante en una ciudad a la que realmente no le importa el resultado. Solo les importa que el cheque no rebote.






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