Universidad Liberty: Amenaza de Bomba Destapa la Corrupción

Universidad Liberty: Amenaza de Bomba Destapa la Corrupción

Universidad Liberty: Amenaza de Bomba Destapa la Corrupción

Otra Crisis, Un Martes Cualquiera en la Fortaleza de Dios

Y bueno, una amenaza de bomba en la Universidad Liberty. Saltan las alertas de emergencia en los celulares de los estudiantes, la policía rodea una glorieta y, por unas horas, se rompe esa fachada tan cuidada de orden divino y serenidad. La historia oficial es simple: hubo una amenaza, las autoridades respondieron, la situación está bajo control. Fin de la historia. A otra cosa, mariposa. Aquí no ha pasado nada.

Pero no le vamos a dar vuelta a la página. Porque esa no es la verdadera nota. Seamos brutalmente honestos. Una amenaza de bomba en una universidad gringa importante es algo serio, pero en Liberty University, se siente menos como un evento aislado y más como otro síntoma de una enfermedad profunda, de una podredumbre sistémica. Esto no se trata nomás de un posible explosivo cerca del estadio; se trata de la realidad explosiva de una institución construida sobre cimientos de poder político, una lana impresionante y una hipocresía que te deja con la boca abierta, un castillo de naipes que se ha estado derrumbando en cámara lenta por años. Neta, una amenaza de bomba no sale de la nada. Ocurre en un ambiente específico. Y el ambiente en Liberty se ha convertido en una olla express tóxica de secretos, escándalos y cuentas pendientes. Vaya chiste.

El Eco de los Escándalos

No se puede, y no se debe, ver este incidente como algo aislado. Hacerlo es caer en el truco más viejo del manual de control de daños. Quieren que te enfoques en las sirenas y la cinta amarilla de la policía. Quieren que veas esto como un ataque externo a una comunidad virtuosa y pura. Pero las verdaderas amenazas para Liberty University no han venido de afuera; han estado pudriéndose dentro de sus propios muros sagrados durante décadas, alimentadas por una cultura de poder absoluto y cero rendición de cuentas. Esta es la casa que construyó Jerry Falwell padre y que su hijo, Jerry Falwell Jr., casi quema hasta los cimientos con sus escándalos personales (y no olvidemos el famoso incidente del “pool boy”, el chavo de la alberca). ¿Una amenaza de bomba? Por favor, eso es un juego de niños comparado con el trabajo de demolición de reputación que la propia directiva de la universidad ha estado llevando a cabo.

Piénsalo un poco. Estamos hablando de una institución cuyo exrector estuvo metido hasta el cuello en una saga bizarra de chantajes, amoríos y enredos financieros que suenan más a guion de telenovela de Televisa que al currículum de un líder espiritual. Una institución que ha enfrentado demanda tras demanda de exfuncionarios y estudiantes que alegan una cultura de miedo, de represalias, de callar a quien se atreva a cuestionar la narrativa oficial. Una institución que usa su fortuna masiva, libre de impuestos, como un arma política, borrando las líneas entre educación, religión y puro poder partidista. Es un desmadre total. ¿Y ahora se supone que nos sorprenda que su campus sea el blanco de una amenaza? La verdadera sorpresa es que no pase más seguido. Cuando cultivas una imagen de ser una fortaleza asediada por un mundo secular y pecador, no puedes actuar sorprendido cuando alguien decide ver si los muros son de verdad.

Lana, Poder y la Cortina de Humo Divina

Sigamos el rastro del dinero, porque el dinero, siempre, siempre te lleva a la verdad. Liberty University no es solo una escuela; es un monstruo financiero, un titán con un capital de miles de millones de dólares. Su programa en línea es una verdadera mina de oro, una vaca lechera que les genera cientos de millones de dólares cada año. Esto no es solo para pagarle a los profes y mantener los dormitorios. Esto se trata de un imperio. Un imperio que le paga a sus ejecutivos salarios exorbitantes, que invierte en negocios de alto riesgo y que baña en dinero a causas y candidatos políticos que se alinean con su agenda de ultraderecha. La universidad es una máquina. Una máquina muy, muy rica.

Así que cuando ocurre una crisis como una amenaza de bomba, tienes que hacerte la pregunta cínica: ¿quién sale ganando? A corto plazo, nadie. Es puro caos. Pero a largo plazo, puede ser una distracción muy útil. Cambia la conversación. En lugar de hablar de la última investigación sobre sus finanzas o del tufo que todavía dejó la era de Falwell Jr., todo el mundo está hablando de la seguridad en el campus. Le permite a la administración hacerse la víctima, unir a sus fieles contra un enemigo común (y convenientemente anónimo). Es la clásica cortina de humo. Una forma de cambiarle de canal, de desviar la atención de los problemas internos, que son bien complicados, a uno externo y simple. (No estoy diciendo que ellos la pusieron, qué absurdo). Lo que digo es que saben perfectamente cómo aprovechar una crisis para su beneficio. Han tenido muchísima práctica.

Este incidente obliga a los estudiantes y al personal a confiar en la misma administración cuya credibilidad ha sido cuestionada una y otra vez. “Confíen en nosotros”, dicen. “Los mantendremos a salvo”. ¿Pero se puede confiar en que digan la verdad? ¿Se puede confiar en ellos con las finanzas de la universidad? ¿Se puede confiar en que defiendan los mismísimos valores cristianos que supuestamente predican? Su historial no es precisamente ejemplar. Es un historial de encubrimientos y de buscar su propio pellejo, no de transparencia y responsabilidad. Esa es la verdadera amenaza. No un loco cualquiera haciendo una llamada, sino la podredumbre sistémica que viene de adentro.

Un Futuro Construido sobre Arena

¿Qué le depara el futuro a Liberty? Han intentado lavarse la cara, distanciarse de la villanía casi caricaturesca de los años de Falwell Jr. Han puesto a nuevos directivos. Hablan muy bonito sobre la reforma y el regreso a su misión original. ¿Pero es neta? ¿O es solo una manita de gato a una estructura podrida por dentro? Una institución con tanta lana y tanta influencia política no cambia de la noche a la mañana. La cultura que permitió que ocurrieran los escándalos en primer lugar —esa cultura de exigir lealtad por encima de la integridad, de poner la reputación de la institución por encima del bienestar de su gente— está profundamente arraigada en su ADN. Es sistémico.

Una amenaza de bomba es un susto que pasa rápido. Pasará. Las alertas se cancelarán y los estudiantes volverán a clases. Pero las amenazas más profundas, las existenciales, esas siguen ahí. La amenaza de que baje la matrícula porque los padres se pregunten sobre la estabilidad y seguridad del ambiente al que mandan a sus hijos. La amenaza de que el gobierno les eche un ojo a su estatus de organización sin fines de lucro mientras actúan cada vez más como un comité de acción política. La amenaza de una generación de jóvenes evangélicos que se están hartando de la hipocresía y de la mezcla de su fe con una guerra política tóxica. Esas son las bombas que ya están activadas, en los cimientos de la universidad. ¿Este pequeño incidente un martes por la noche? Es solo un temblor antes del verdadero terremoto. Acuérdense de mis palabras.

Los hombres poderosos que dirigen Liberty University usarán este momento para proyectar fuerza y control. Harán vigilias de oración y publicarán comunicados sobre la resiliencia de su comunidad. Pero no se dejen engañar por el teatro. La verdadera historia es la que intentan desesperadamente que no veas: la historia de un imperio construido sobre cimientos de arena, con grietas que se extienden por los muros cada día. Y es solo cuestión de tiempo para que todo el teatrito se venga abajo. Esta amenaza de bomba no fue la explosión. Fue solo la mecha encendiéndose.

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